domingo, 27 de octubre de 2024

El Eternauta II: la transformación de Juan

    Día histórico para los siete locos, que, sí, ahora somos muchos más que siete. Además de Virgi y Papá Luis, se nos incorporaron Camila, Andrea y Lucas.

   Y digo “día histórico” porque también, al igual que en el encuentro pasado, estrenamos casa nueva en el barrio de Sáenz Peña, la casa de Virgi, amplia, cálida ¡Y con piano!

   Adaptamos los muebles, hicimos una gran ronda con sillones y sillas. No faltó lugar para nadie. La mesa en el medio, pletórica de manjares.

   El eternauta II. La cara de Juan Salvo en la tapa nos anuncia más violencia, menos piedad. El héroe se volvió despiadado y brutal como los enemigos a los que tiene que enfrentar.

   Nuestro héroe está cada vez más cerca de ese monstruo inefable e indescriptible que es el poder. ¿Cómo es el poderoso? ¿Qué cara tiene? ¿Cómo es el que mueve los hilos? ¿Quién es? ¿Quién coordina a los gurbos, a los hombre robot, a los manos, a los zarpos? Ya conocemos la jerarquía de estos esbirros, pero, ¿quién es el que está arriba de los manos? ¿Por qué se llaman los “ellos”? Palabra ésta que nos remite a Freud, recordemos: “superyó, yo, ello”. Los ellos no tienen nombre, es como si no tuvieran denominación. Papá Luis y Rosi señalaron la no casual coincidencia de este “nombre” (para mí es un no-nombre o desnombre), con el inconsciente reprimido. 

   Hablamos mucho del cambio de Juan Salvo. Rosi dijo que se fue deshumanizando. Pepi señaló que él ya era un hombre que no se permitía dudar. Virginia hizo una alusión a la historia bíblica de la Señora de Lot. Es verdad, Juan Salvo no puede mirar para atrás. Juan ya no es el padre de familia que quiere volver. Ya no estamos en el tiempo en el que el motor de la acción era volver al chalet a estar con sus penélopes, Elena y Martita, a recuperar su dulce vida. Juan ya no es un señor feliz y estable en la bella casa de Vicente López. Ahora es un guerrero y el enemigo es más importante que su dulce vida. Ahora el héroe va hacia adelante a conquistar el enigma. El enigma es un vacío de lenguaje. En el enigma no hay relato. Es lo que no se conoce. El poder es un enigma. Es lo que mueve la acción en una historia. Juan va hacia ese enigma. Va hacia ese enemigo del que apenas conocemos algunas señales, pero no su forma. El enigma lo hace avanzar y la acción también. En esta segunda parte llega a atrapar a un ello y lo elimina con una crueldad que no demostró en el eternauta I. Ese asesinato se desarrolla en tres cuadritos sin palabras, hasta que al final se oye al narrador decir: “Tiembla el torso del Eternauta, hasta que por fin…” Sin dudas ni vacilaciones, sólo con un temblor del torso, ahoga, estruja, retuerce y lo dice. “Confirmado, no era un mano, era un ello”. Pero es tan inasible este enemigo, que, a pesar de la crueldad y la fuerza, no se sabe si lo mató del todo o si el ello se escabulló. Era “un ello…uno de los nunca vistos señores de los manos, uno de los directores….”

   No podemos ver al poder real, pero Juan sigue adelante hasta descifrar ese enigma y poder eliminarlo.  Y es capaz de arriesgar y perder a sus seres más queridos en el promontorio con tal de derrotar a ese enemigo poderoso genocida e inenarrable.

   Juan ya no es Juan. Es el Eternauta. Ya no está con un grupo de amigos con quienes compartir el rol de héroe. Es un guerrero solo que va solo con su saber. Saber que, por circunstancias ajenas a él, no puede compartir. Los nuevos amigos no cuentan con el saber de él. Ni con la experiencia de él. Un saber de guerrero militar del que él mismo se sorprende cuando comprueba que hasta sabe fabricar armas.  

   Es muy hermoso ese pasaje en la novela (esta es en una novela gráfica, sí) en el que se ponen a trabajar con los humanos de las cuevas. Es un momento de comunidad y trabajo. Hay  otros momentos así de amor y convivencia, lo que nos dice que la paz es posible.

   Enfrentar, ser capaces de toparse con el enigma, con  lo que no tiene relato.

   El Eternauta se rehúsa a entregar  a los quinientos hombres al enemigo. Como Teseo, decide enfrentar a eso que se desconoce y que oprime nuestras vidas. No entregar a los quinientos hombres. Cualquier similitud con el mito de Creta, el rey Minos y el minotauro, no es pura casualidad. Cualquier similitud con la realidad política de países empobrecidos pagando deudas infinitas a vampiros financieros, tampoco es casual.  La circunstancia de ricos endeudando a los pobres se repite desde la antigüedad, por eso las similitudes con la ficción no son casuales.

   Si bien Juan ya no está con los amigos de antaño, si bien está avanzando con su nuevo saber de sobreviviente, un saber que lo aísla de sus nuevos amigos, tiene ahora un nuevo acompañante que es el mismo guionista. Sí, es el mismo Oesterheld actuando en el espacio de la ficción. Un Oesterheld dibujado con la cara más “adocenada”, como dice Solano López en el gran documental de Juan Sasturain. Dice también que “es un hombre maduro, un poco pacato”. Este nuevo acompañante tiene las cualidades inversas a las de Juan, aunque se comporta heroicamente varias veces. No tiene la agilidad física que ha adquirido Juan en su transformación, pero es ayudado por jóvenes, los jóvenes de las cuevas. Hermosos todos, valientes, que conocen  las causas y se hacen cargo de la lucha. El pueblo de las cuevas es el momento y el lugar del afecto, es el punto amoroso de la historia; quiero decir, el pueblo de las cuevas es el único lugar en el que se sale del desierto hostil en el que se desarrolla la acción. Son humanos, son sobrevivientes, son amigos. Y son bellos. Son combatientes contra ese poder que los esquilma.  Pagaban un tributo en pescado a un efemeí (FMI) inefable, intangible y fagocitador. ¿Sería esta otra similitud no casual  con la actualidad del momento?

   El eternauta II salió en el año ’76. Cristian nos recordó que Oesterheld desde la clandestinidad le enviaba los manuscritos a Solano López, y que ya no se veían personalmente. Es que la similitud de la ficción con la realidad acá no es casual, como tampoco es casual la similitud entre las épocas. ¿Verdad?

   Bueno, Germán Oesterheld ingresa a la ficción, admira y acompaña a Juan, a quien ya no llama Juan, sino “el eternauta”. Germán es acompañante, narrador y testigo, y, además, sabe que acá hay una discontinuidad en el tiempo, por eso es testigo y sólo comparte ese saber con Juan. Pero también el guionista advierte el cambio de Juan y cuando habla de él lo llama directamente “el eternauta”. (Uy, perdonen, estoy repitiendo, qué le voy a hacer.)

   Germán advierte esa transformación en su amigo, y, después de que este matara al ello (no sabemos si lo mató), se pregunta: “¿Y vos, Juan? ¿Quién sos vos Juan?”

   Germán también se transforma. Hace el camino inverso al de Juan Salvo. Germán pasa de ser un hombre solitario a conocer y gozar del cariño de los compañeros. Conoce y anda siempre con Cosme y otros jóvenes que lo ayudan. María lo cura. A él lo mueve el amor de sus compañeros jóvenes. Y acá hay otra similitud con la realidad de la época en que fue escrita esta obra que, por supuesto, no es pura casualidad. Y este cariño que Germán siente y reconoce, me hace pensar en unos versos de Juan Gelman que me gustaría citar ahora. Son del poemario Notas, del año ’79.

Este que transcribo ahora es Nota XIII:

 

 “cada compañero tenía un pedazo de sol

  en el alma/el corazón/ la memoria/

  cada compañero tenía un pedazo de sol/

  y de eso estoy hablando

 

  no estoy hablando de los errores que

  nos llevaron a la derrota/ por ahora/ no

  estoy hablando de la soberbia/la ceguera/el delirio militarista

          de la conducción

    estoy diciendo que cada compañero tenía un pedazo de sol

 

    que le iluminaba la cara/

     le daba calor en el pavor nocturno/

     lo abellaba alegrándole los ojos/

     lo hacía volar/volar/volar”

 

   He citado un fragmento. El poema continúa.

 

   Otro detalle que sí conocía Germán (hablo siempre del Germán de la ficción),  es que el eternauta, era el testigo del tiempo. El tiempo es una materialidad en esta historia. ¿Se puede conocer el tiempo? ¿Se puede ver? ¿Se lo puede manipular? Si bien es una dimensión artificial, Juan Salvo pudo desarmarlo en la novela anterior, El eternauta I. Pudo colocarse y recolocarse en distintas épocas. Era este uno de los saberes que mucho no podía compartir. Y por esta razón también, Germán, abandonó bastante el nombre Juan y pasó a llamarlo el eternauta. Esto fue también causa y efecto de la transformación del héroe.

   Un enemigo nuevo que aparece ahora son los zarpos. Otros esbirros del poder. Son seres humanos mutantes y caníbales alcanzados por la radiación. Ahí el eternauta se da cuenta de una verdad crucial.  

   Estos zarpos se parecen mucho a esa patota que entró con gas  pimienta en la universidad de Quilmes y que después se fotografió haciéndose pasar por estudiantes. Insisto, las similitudes ficción- realidad acá no son casuales. 

   Y me gustaría transcribir una reflexión de nuestra compañera Pepa. La transcribo.

Pepa dixit:

   “Juan Salvo decide asumir personalmente esta lucha porque sabe que no le va a alcanzar para enfrentar al ello. La vida de Oesterheld fue así. Cuando sus hijas empezaron a militar, militaban desde una posición burguesa, porque eran chicas de un colegio de gran nivel económico. Ahí va cambiando todo. Ellas se meten y él las va acompañando. Elsa no. A medida que él se va comprometiendo, él va sabiendo que es perseguido, que lo van a agarrar. Él pone sus esperanzas en los jóvenes, están sus hijas, pero el ideal político pudo más. Sabía que lo iban a apresar, que iba a ser un desaparecido. La lucha política, la necesidad de cambiar este mundo atroz en el que el ello gobierna y que no es otro más que nuestro enemigo de siempre. Ahí hago una relación con la vuelta de Obligado, en donde las tropas anglo francesas vienen hacia el sur para enfrentar a los puertos tanto de Uruguay como de Buenos Aires y se encuentran con la resistencia de Mansilla. (Eran Lucio Norberto y Lucio Vicente, padre e hijo). El conductor era Rosas. Murieron un montón de esos soldados, que, además hicieron la cadena enlazada de costa a costa. Y el paisaje de las costas de Obligado es muy parecido al paisaje de las cuevas. Los muchachos que intervinieron en esa pelea desigual, que terminó en una victoria pírrica, al decir de algunos historiadores, terminó con muchas más muertes de la parte rioplatense. Inglaterra y Francia se dieron cuenta después que se  habían trenzado en un enorme desafío, totalmente loco.  El pasaje de las cuevas se parece a la Vuelta de Obligado por el paisaje y por la desigualdad de fuerzas.”

   Y ahora, luego de las sabias palabras de nuestra querida Pepa, permítanme el capricho de transcribir otro poema de Juan Gelman, el que viene antes del que ya cité. Lo asocio a los humanos de las cuevas y a toda la lucha del eternauta, por eso. Ahí va:

 

Nota XII

 

los sueños rotos por la realidad

los compañeros rotos por la realidad/

los sueños de los compañeros rotos

¿están verdaderamente rotos/perdidos/nada

 

Se pudren bajo tierra?/¿su rota luz

diseminada a pedacitos bajo tierra?/¿alguna vez

los pedacitos se van a juntar?

¿va a haber la fiesta de los pedacitos que se reúnen?

 

y los pedacitos de los compañeros/¿alguna vez se juntarán?

¿caminan bajo tierra para juntarse un día como dice manuel?/

        ¿se juntarán un día?

de esos amados pedacitos está hecha nuestra concreta soledad/

per/dimos la suavidad de paco/la tristeza de haroldo/la lucidez

de rodolfo/el coraje de tantos

 

ahora son pedacitos desparramados bajo todo el país

hojitas caídas del fervor/la esperanza/la fe/

pedacitos que fueron alegría/combate/confianza

en sueños/sueños/sueños/sueños

 

y los pedacitos rotos del sueño/¿se juntarán alguna vez?

¿se juntarán algún día/pedacitos?

¿están diciendo que los enganchemos al tejido del sueño general?

¿están diciendo que soñemos mejor?

 

   Les cuento que Juan Gelman le dedicó este poema al escritor peruano Manuel Scorza, el que escribió Redoble por Rancas y otras novelas más. También les cuento que  las minúsculas, los cortes de verso, las barras y la puntuación en mi transcripción son fieles al original.

 

   Ahora quiero contar cómo terminó nuestra reunión. Aunque siempre haya detalles que habrán quedado por decir. Esta obra es tan compleja como apasionante. Y les pido a los integrantes del grupo, que si tienen algo por agregar, comentar, refutar o corregir, lo hagan, sí.

   ¿Cómo terminó la reunión?

   Los pequeños, tan hermosos, se pusieron a correr, a jugar y a hacer acrobacias entre nosotros. Pusimos los muebles en su lugar. De pronto hubo un grupo que aparecimos en la sala de delante de la gran casa de Virgi, y ¡Oh! ¿Era Frederick Chopin? ¿Era Marta Argerich? ¿Era Charlie García? ¡No! Era el mismísimo  Dani poniendo sus humanos y diestros  dedos sobre el piano, jamás sobre máquinas malignas, no, sobre el piano, y nos vimos primero cantando “aprendí a ser, formal y cortés”, después “él era un reeyyy, de esteee luuugaaar”. Después canciones de los Beatles y después más sui Generis. Es que Los siete locos somos hippies que marcamos tendencia.



                                                                              Raquel Poblet

 

 

 

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