sábado, 5 de octubre de 2024

Cronicando El Eternauta


I

   Llegó el domingo 15 de septiembre, día del encuentro por El Eternauta. Es que la lectura no es una actividad solitaria. No hay nada mejor que encontrarse a conversar sobre lo leído, a contar impresiones, recuerdos, imágenes que se nos aparecen; digo, hablar de lecturas que asociamos a otras lecturas, percibir los contactos que algunas obras literarias tienen con otras obras literarias; quiero decir, percibir las intertextualidades, es decir, los diálogos entre las obras, los diálogos interliterarios. Todo esto es algo que percibimos en grupo, sobre todo en una obra como ésta, que fue editada por primera vez el 3 de Septiembre de 1957, y que se ha seguido editando en todas las décadas posteriores, como ser la del año ’62, la del año ’70, la del ’82 y varias veces más. Distintas generaciones leyeron y miraron El Eternauta, porque es ésta una literatura con dibujos, una novela y un tipo de soporte que tuvo mucho auge en la generación “baby boommer”. Sí, chicos nacidos después de la segunda guerra, época de grandes y muy vendidas revistas de historietas. Infancia de merienda con la revista al lado. Muchos baby boommers tardíos, como es mi caso, tuvimos las historietas y la tele. Y en este grupo les baby boommers somos una banda.

   Llegamos a la casa de Rosi, la amplia casa de Rosi, todos bastante seguidos. Estaban Aimé, hermosa, gordita y graciosa, quilombera, y su papá, Luis, y Rosi, también, claro, recibiéndonos en su amplio hogar, sí, grande, un salón para recibir, una cocina, graandeee, con un patio con techito y un pasillo tan largo, que me dio ganas de calzarme unos patines y patinaaar. También, además de las habitaciones, había, y hay, obvio,  un balcón esquinero magnífico. Y el living también grande para todes y unas ventanas tan de los hogares de infancias de los cincuenta y sesenta. Hago hincapié en la hermosa casa de Rosi porque la veo muy parecida a la casa en la que Solano López recibía a Héctor Oesterheld para contarle el guión. También se parece a la casa de la ficción dibujada por Solano López, en la que el guionista recibe, no, me equivoqué; se le aparece Juan Salvo venido de un continuum. Dice el dibujante, (Solano, el real), que decidió no copiar la cara de Oesterheld porque ésta ya había sido copiada por Higo Prat y por eso prefirió hacerle una cara más redonda, más “adocenada”, que según el diccionario,  quiere decir “vulgar, de escaso mérito”. Y cito la fuente de todo esto: es el excelente programa de Juan Sasturain.

   Retomo. La casa de la ficción. Cuando empieza la novela, el guionista está sentado y piensa: “Hacía frío, pero a veces me gusta trabajar con la ventana abierta; mirar las estrellas, descansar… y apacigua el ánimo, como si uno escuchara una melodía muy vieja y muy querida. El único rumor que turbaba el silencio era el leve rozar de la pluma sobre el papel. De pronto…”  Sí, esa casa, la  del guionista de la ficción y el paisaje del barrio que se ve en los dos primeros cuadritos, y en el final también, se parece al paisaje que se ve desde el balcón de la casa de nuestra anfitriona en Carapachay. Se parece mucho al barrio del “chalet”, como Juan Salvo denominaba a su casa a lo largo de la novela.

   Los lectores fuimos llegando al chalet. Silvana, yo, Pepa, Anita; Cristian; Nacho and kids, la super estilizada y bella Valentina y Maxi, qué lindo; Dani sin Vicente. Qué sátvicos y alegres son les niñes, Aymé incluida en la banda; se oyeron sus vocecitas durante toda la reunión, ellos jugando en una de las habitaciones. Se oían grititos, ruido, pum, plaf, caídas y  las siete vidas que tienen los gatos y los chicos.

   Sorpresas y sorpresas. Nuevos integrantes vinieron. Virginia, conversadora, vivaz, nos trajo la novedad de la biblioteca Mariano Moreno de Sáenz Peña y Luis,  el papá Luis, así lo denominaré de aquí en más, el papá Luís, conversador también y muy simpático.

   Y, la verdad, el gran ausente es el querido amigo Wagner, que demostró ser un gran lector de la novela y que está haciendo una investigación sobre la historieta argentina. Wagner querido, el pueblo está contigo.

   El dibujante, Solano López, -¿Se llama igual que Francisco Solano López, el segundo presidente del Paraguay, que, además de ser el sucesor del gobernador Francia, defendió heroicamente a su país del ataque de la triple alianza?,- y Héctor Germán Oesterheld, se conocieron en los años cincuenta en la editorial Abril. Recordemos, baby boommmers del grupo, Pepi, Anita, Yo, papá Luis, quizá Virginia, ¿Se acuerdan  de la revista “Claudia”? Bueno, se conocieron en la editorial Abril. Allí hicieron las historieta: “Uma uma” y Bull Rocket. Después Oesterheld quiso abrir su propia editorial, que fue la editorial Frontera, desde la que hicieron “Rolo, el marciano adoptivo” (parece de humor), “Joe Zonda” y la nuestra, “El eternauta”. Hay, por supuesto, muchos títulos más.

   Esta editorial Frontera sacó la revista Hora Cero, desde donde se leyó por primera vez El eternauta. Fue el 4 de septiembre de 1957. Gobernaba Aramburu en ese momento. Habían pasado dos años de los bombardeos a la plaza de mayo y el derrocamiento del presidente Perón. La “libertadora” estaba en su apogeo persiguiendo, fusilando y censurando, pero los lectores, dibujantes y escritores no se detenían. Bueh, algunos tuvieron que exiliarse en México.

   Salió, entonces el 4 de Septiembre de 1957, día consagrado como el “Día Nacional de la historieta”, y se extendió por ciento cinco semanas en la revista Hora Cero hasta el 7 de septiembre de 1959, con Frondizi gobernando desde mayo del año anterior. El doctor Frondizi  no censuraba nada. En 1962, no sé si antes o después del golpe al mencionado presidente, “El eternauta” se reeditó en tres volúmenes. Es que había muchos lectores y mucha discusión.

   En los primeros setenta, (unos meses de Onganía, el golpe de Lanusse, la llegada de Cámpora, el triunfo de Perón) se reeditó la versión completa de trescientos sesenta y cinco páginas.

   Héctor Germán Oesterheld nació el 23 de Julio de 1919. Se casó con Elsa Sánchez, a quién le debemos mucho. Ella mantuvo su memoria. Oesterheld fue secuestrado y desaparecido al igual que sus cuatro hijas. Murió en el ’77. Se lo vio en El Vesubio. No puedo hablar más.

 

                                                       II

   Entramos en la obra.

   Entramos en la casa del guionista.

   Entramos en la casa de Juan Salvo, Elena y Martita.

   Adentro está el héroe. El héroe es el que sale a enfrentar al monstruo. Enfrentarlo no es dejarse vencer. Juan salvo, que vivía en un hermoso chalet en Vicente López, barrio idílico, sale de la casa a enfrentar a ese monstruo sin cuerpo. Sale protegido por un traje aislante. No sale solo. Sale con los tres  y con la gran protección que fue posible gracias a los conocimientos científicos de uno de ellos, Favalli. Los héroes no van desnudos ni despojados de herramientas o armas. Teseo tenía el hilo de Ariadna; Perseo, el espejo y otros elementos más; Edipo enfrentó su verdad con la ayuda de Tiresias. Este último no salió airoso porque no suele ser frecuente en  los héroes el final feliz. Hay más ejemplos para dar.

   Al traje lo diseña el gran científico Favalli, y, claro, lo ayuda a coser la mujer, Elena con la ayuda de Lucas. -Veo a Mariana Pineda, la heroína de García Lorca cosiendo la bandera republicana, veo a las mujeres del siglo XIX cosiendo los uniformes de nuestros patriotas.- El traje aislante no precisa tubo de oxígeno. El gran Favalli también diseña un tubo de oxígeno “que deje afuera las partículas con radiación que mata”. Así protegidos saldrá el grupo de héroes, Juan Salvo, Favalli y Lucas Herbert (pobre Polsky). Los tres son héroes, pero se disputan la osadía de salir primero. Favalli no debería. Es el gran cerebro del grupo. Lucas dice ser el más indicado por ser soltero. Pero es Juan Salvo quien quiere salir y probar primero. Salir del bienestar del chalet, de la seguridad de la supervivencia a enfrentar al gran monstruo. Elena y Martita, serán dos penélopes rubias que aguardarán adentro provistas de los víveres necesarios. Elena y Martita, mujeres rubias, bien propias del cine y del cómic norteamericano. En toda la odisea que le espera a Juan, ellas serán el objeto del “nostos”, de la nostalgia, de la necesidad de Juan de vencer para volver al hogar como le pasó a Odiseo (Ulises).

   Pero, bueno, tampoco es para tanto. En mitad de la guerra,-hablo de la Odisea, pero está también la Ilíada acá contenida.- Esta es una novela de guerra; digo. En mitad de la guerra, Elena y Martita salen afuera, se encuentran con los héroes y se enfrentan, con el traje por supuesto.

   Como en toda novela de guerra, como pasa en la Ilíada, hay un momento en el que la historia se pone densa. ¿Qué quiero decir con esto? Que la historia no avanza, que hay ataques y represalias, ataques y contraataques, como el agua o la leche hirviendo, hirviendo sin subir. Uno, que es un lector deseoso y también voluntarioso, sigue leyendo porque sabe que el desenlace va a venir. Y, sí. En una guerra lo que uno más desea es el final. O no. Hay quienes disfrutan de las guerras. Pero esa sería otra discusión.

   Héroes. Héroes son los que recuperan un sentido de la vida que nosotros, dedicados a nuestra supervivencia diaria o a preservar nuestro bienestar, hemos perdido.

   Héroe es el grupo, pero Juan Salvo tiene la particularidad de haber salido del tiempo común. Juan Salvo, sobrevivió, entró en la cosmoesfera, movió una palanca, la puso en marcha y salió del tiempo. Así, Juan Salvo pudo saber la verdad y relatarla. Saber la verdad, digo, porque uno cuando está adentro, no sabe bien lo que pasa. Juan Salvo con una pequeña ayuda, claro, con la explicación que le hizo el último de los "manos" al que vio, pudo entender para luego poder relatar. Juan Salvo fue el único que pudo saber la verdad y relatarla. Pero el camino hasta conocer la verdad fue una Ilíada. Esto lo destaca también como héroe.

   La explicación es el gran recurso de la ciencia ficción. Este género es un fantástico que se vale de una explicación científica para verosimilizarse.

   El héroe Juan Salvo pudo saber y dar a saber. Juan Salvo no se  guardó lo que supo. No lo vendió ni lo usó.

   Pero hay algo que nunca se puede llegar a saber en esta historia. Hay un enigma que no se resuelve. ¿Quién es el enemigo? ¿Cómo es? ¿Qué forma tiene?

   Hay una jerarquía.

   Están los “gurbos”, esos cascarudos espeluznantes que hacen un ruido horrible.

   Están los hombres robot.

   Y están los “manos”, hombres vencidos y esclavizados por los “ellos” con una glándula que los lleva a la muerte cuando sienten miedo o deseo de libertad. Y tienen nostalgia por lo perdido. Son, quizá, el único elemento romántico de este enemigo.

   Arriba de los manos están los “ellos”, a los que nunca vemos. Es el poder supremo que organizó esta invasión insólita. Está la cosmoesfera, que también es una máquina manejada por alguien desconocido y superior, por alguna voluntad mayor.

   ¿Quiénes son los “ellos”? ¿Qué lugar físico y geográfico tiene ese horroroso poder? Cualquier similitud con la realidad actual no es pura coincidencia. El poder siempre fue y es así. Toda esta historia es una gran metáfora sobre el poder.

   Hay personajes y lugares con los que uno se encariña. Pablo, el nene de la ferretería. Franco, Polsky. Hay personajes entrañables que sí tienen forma y ubicación en el tiempo. Las imágenes de Buenos Aires también  hacen entrañable a esta novela gráfica. La Buenos Aires de los cincuenta arrasada por la nevada mortal. Buenos Aires aparece con la cancha de River, la Plaza de Mayo y el recorrido que nuestros héroes hacen por sus calles. Parten de Vicente López. Buenos Aires asolada por una nevada que la demuele, como la actual invasión inmobiliaria que demuele la memoria, el oxígeno y los barrios que amamos. ¿Los “ellos”, no serán estas empresas demoledoras que destruyen nuestra cotidianeidad?


                                                       III

   Obras maestras que tienen densidad de sentido, quizá sin que el autor lo sepa. Esto hace que trasciendan el tiempo, y que cada lectura le encuentre o le cree un nuevo significado. Hoy tiene un nuevo sentido el eternauta, como lo tuvo en los setenta, como lo tuvo cuando salió en el ’57. Nuevas y distintas lecturas a través del tiempo, nuevos lectores entusiastas y concentrados, nuevas generaciones de lectores. El eternauta es una gran obra que viaja a través del tiempo eterno de los argentinos.

   En los ’50, en el ’57, con el peronismo proscripto y bajo la dictadura de Aramburu, esta obra tenía un sentido.

   En los ’70, bajo Onganía y con su autor unido a Montoneros y viviendo en la clandestinidad, más sentidos se le agregan.

   En el comienzo de la democracia, en los años de Alfonsín, se lo leyó de nuevo. Y en los años kirchneristas también gozó de nuevas lecturas y de varias reediciones, sobretodo en generaciones adolescentes y juveniles. Hasta le pusimos la cara de nuestro querido Néstor al cuerpo del héroe.

   ¿Cómo se leería ahora en este año de infamia ajustadora?

   ¿De qué me habla hoy esta historia de sobrevivientes bajo una “nevada de la muerte” en esta época de esperpentos y lúmpenes en el gobierno? ¿Cómo se leen a los gurbos, a los manos, a los ellos, estos últimos, los grandes y verdaderos poderosos; grandes y verdaderos porque no se ven?

   El eternauta nos demuestra que el poderoso no tiene figura visible. Recién cuando se lo mira a la cara, el poderoso se empieza a desvanecer.

 


Raquel Poblet.

 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario