Domingo de primavera al mediodía, soleado y templado. Viaje en 2 ruedas al encuentro de
los 7 locos, al compás del mejor solo de bajo con púa que se haya grabado: "Maxwell Murder" de Rancid. Preludio de auto en llamas sobre la autopista 25 de mayo, ante la mirada pasiva de quienes parecieran ser sus dueños; sería por la impotencia que se siente ante la voracidad de las llamas, o porque en un domingo con lunes feriado nada puede ser tan grave. Esa actitud me indigna en estos tiempos. Maldita pasividad.
Es vísperas del día de la Soberanía Nacional, que otrora supimos defender a cara de perro,
y que hoy se remata día a día al primer postor. Así y todo, hoy sigue siendo domingo de 7
locos, con lunes feriado.
La bitácora de este grupo itinerante nos dirige al encuentro en el barrio entre los barrios, el
de Fabián, allí donde anidan los cuervos, las historias de arrabal, el 2x4 y el fileteado:
Boedo, el gusto es nuestro.
Es en el Café Margot, sobre la avenida homónima y esquina San Ignacio, en donde
confluyen nuestros viajes y nos encontramos Ani, Pepi, Tati, Guille, Pol, Dani y yo (Fran).
Alguno más estará por llegar y algún otro continuará su retorno a cientos de kilómetros de
distancia. Entramos al bodegón y parece un túnel del tiempo: menú del día escrito en tiza en la entrada, mostrador de madera sobre el cual reposa una hilera de frascos enormes de pepinos, ajíes, aceitunas en conserva, etc; afiches y carteles en las paredes de personalidades de antaño y publicidades de productos que hace mucho tiempo dejaron de existir. Todo esto en el marco de un ambiente de penumbra que parece ser una constante y que nadie se atrevería a objetar.
Somos 7, como los orificios del cuerpo humano, en una mesa para 8 porque estamos
esperando a alguien. A esto Pepi refiere sentirse orgullosa de la relación que forjó con sus
hijos, y que no le va a preguntar a Nacho por dónde anda, para que no se sienta presionado. Parece haber encontrado la distancia justa entre la necesidad de calor y el filo de las púas, como los puercoespines de Schopenhauer. Un par de minutos después llega el susodicho y logramos completar el octeto.
Es entre puestas al día, mientras miramos la carta del restaurante que confirma el viaje en el tiempo (tortilla a la española, sandwich de pavita al escabeche, todo a precios populares), que Pepi nos comparte su angustia por la coyuntura actual: el manoseo a Santiago, la naturaleza represiva del Gobierno, la impunidad mediática, la pasividad de la gente. Todos nos sentimos igual, y esa es una de las principales razones por las cuales estamos reunidos.
Comenzamos con un breve repaso de la historia de los Lemmings, unos roedores del ártico
y el suceso nunca documentado de sus suicidios en masa como acción instintiva de control
poblacional (el único registro que existe es de una película de Disney y parece que fue un
engaño). Nos preguntamos el porqué de la elección del título y surge el suicidio como un
tema recurrente.
Ante la sed de Talasa que nos generó el primer capítulo, Ani nos dice que probablemente
ese jarabe tendría codeína, un derivado de la morfina. Y del primero saltamos a uno de los
últimos capítulos, con Kundari convirtiéndose en canario (o cardenal, o loro). Y surge la
anacronía en el desarrollo del libro, y su correlación con la forma en la que viven los
recuerdos en nuestra mente: no los tenemos guardados cronológicamente, y van surgiendo
en forma desordenada. Es así que la historia de Máximo Disfrute comienza en los primeros
capítulos, y encuentra un cierre recién en las últimas páginas del libro.
Tati hace un aporte revelador, en cuanto al capítulo que comienza con la demolición de un
edificio, y un viejo que continúa viviendo en él. La casa , el apellido Casas , el tiempo y los
recuerdos que no se pueden demoler. Su padre. Surge la pasión por San Lorenzo, por el
fútbol, y su rol en los lazos familiares. La filosofía del Samurai de todos los días nacer
muerto, la ternura del viejo queriendo tatuarse CASLA y pidiendo un coche de bomberos.
Aquella misma actitud con la que Kundari empuñaba su pistola, Máximo vivía sus días y
Asterix llevaba al protagonista a conseguir su satori.
Y así transcurrió nuestro encuentro, entre platos tradicionales, intercambios acerca de las
costumbres, la familia, lo que fue y lo que será, la salud, la educación...
¿Será que la sociedad argentina sigue a la filosofía Samurai? No, pobres Samurais (se me vino a la mente Ricardo Fort disfrazado del Che Guevara). ¿De qué forma se podría explicar la legitimación de un Gobierno de derecha que llegó para asegurarle los negocios al Poder a costillas del sudor, el hambre y la sangre de su pueblo? ¿Será que tenemos el mismo instinto que los Lemmings? Pero no todos somos lo mismo, nosotros no somos Lemmings. Entonces nosotros seríamos los Otros.
Promediando la ronda de café, elegimos el próximo libro (La Uruguaya de Pedro Mairal) y fecha y sede de la reunión de Los 7 locos el 17 de Diciembre, en la cual extrañaremos a Tati porque partirá hacia tierras teutonas, pero a su vez estaremos felices de reencontrarnos con quienes hoy no pudieron estar presentes.
Es así que nos despedimos hasta el próximo encuentro, y después cada cual retomó el
rumbo de su domingo - sábado, soñando con una Sociedad con menos Lemmings y mas
Otros.
Pancho
miércoles, 22 de noviembre de 2017
domingo, 3 de septiembre de 2017
El viento que arrasa
Librería El Ateneo de calle Florida, CABA.
Sábado 2 de Septiembre de 2017.
Participantes: Ana, Tati, Nati, Pepa, Guille, Ali, Nacho, Pancho, Dani.
Sábado 2 de Septiembre de 2017.
Participantes: Ana, Tati, Nati, Pepa, Guille, Ali, Nacho, Pancho, Dani.
Es como
una “road movie” arrojó Guille mientras masticaba el último pedazo de su tarta.
No quería más ensalada, pero nadie se la aceptó. Alguien nombró “Historias
mínimas” de Carlos Sorín. También “Paris, Texas” dirigida por Wim Wenders y
guionada por Sam Shepard; la novela “En el camino” (On the road) de Jack
Kerouac y “Una historia sencilla” de David Lynch.
Tati expuso su parecer: “es una
novela plana, sencilla pero muy profunda”. Algunos no estábamos conformes con que
el final sea tan abierto y con que no se expliciten ciertos puntos nodales del
relato: ¿por qué el reverendo deja a su mujer? A pesar de esto la novela fue
muy bien recibida y gustó.
Guille reaparece con la
contundencia que la caracteriza: “Pearson es un reverendo hijo de puta”. Obliga
a Leni a seguirlo, abandona a su mujer y destila la soberbia que caracteriza a
los seres que creen tener la verdad absoluta. Ante la sociedad queda como un
padre abnegado cuando inventa que es viudo y tuvo que hacerse cargo solo de su
hija. Es una personalidad violenta que le quitó la hija a su mujer y no
permitió que la vea más.
Leni odia al padre pero admira
al reverendo. A su vez Pearson no es un charlatán en cuanto a lo que predica,
cree en lo que dice.
Brauer en cambio, actúa
diferente con su hijo Tapioca según Ana. Lo deja crecer, le da alas, por más
que le cueste desprenderse de él y quedar solo en su rancho de chatarra. Es un
tipo que vive el aquí y ahora y que tiene su espiritualidad que está ligada con
la naturaleza, el monte, la lluvia y los perros, en el extremo opuesto a la religiosidad
de Pearson. Ali relaciona la
espiritualidad del Gringo con “Así es Dios” de Spinoza.
Son historias de abandono. El
viento arrasó con estos seres. Pearson no conoció a su padre porque éste
abandonó a su madre antes que diera a luz. A su vez, el reverendo pensó que su
madre lo dejaba para siempre cuando lo entregó al predicador que emergía de las
profundidades del río.
Pearson abandonó a su mujer y
Leni perdió a su madre. Tapioca fue entregado por su mamá al Gringo -que en ese
mismo instante se enteraba de su paternidad- y no la volvió a ver.
Tati encuentra rasgos del
romanticismo en la novela, porque el paisaje se funde con los personajes. Y marca
el momento de “la tormenta” como importante. La tormenta hace que se confunda
todo. Estaban liberados:
“El Reverendo ni
siquiera sugirió bendecir los alimentos. Comieron como si volvieran de una
jornada dura de trabajo. Hasta Leni, inapetente por regla general (¡cuánto le
había costado a su padre meterle algún bocado luego que dejaran a su madre!),
comió a la par de los hombres, contagiada por la voracidad de la tormenta”.
Se abordó el tema de las religiones en
general y de los evangelistas en particular. Pancho opina que las iglesias
evangélicas cumplen un rol de contención social. Y se vuelven importantes en
lugares y problemáticas donde el Estado y el sistema de salud no llegan, como
son las cárceles y las adicciones.
También se habló de los abusos cometidos por
curas de la iglesia católica a niños. Y hay un párrafo que podría interpretarse
como que Leni fue abusada por el Reverendo Pearson:
“Leni se pregunta
si alguna vez el Reverendo la tomará de la muñeca y la llevará al frente, si
morderá su pecho y le arrancará de una vez por todas esa cosa negra que siente
por las noches en la cama de hotel o durante el día, en el coche, mientras
viaja con su padre”.
A varios nos pareció que los sermones del
Reverendo Pearson son similares a los discursos de CAMBIEMOS, y quizás el
misticismo psiquiátrico de Lilita Carrió se relacione con esta forma de decir
las cosas, como si fuese couching para empresas.
Terminamos la velada con el tópico de “la
soledad” del Gringo. La soledad de los que viven al costado de la ruta en el
interior del país. Similar a la soledad del Boga de la novela Sudeste de
Haroldo Conti, que habita las islas perdidas del Paraná. Y esta soledad se hace
más pronunciada cuando en un acto de absoluta generosidad, Brauer permite que
Tapioca elija su camino y se vaya con el Reverendo.
“Y no lo vio el
Gringo que después de dejarse abrazar por su entenado, le pegó dos palmadas en
la espalda y lo apartó con firmeza y le dio un empujoncito para que terminara
de salir. Tampoco se asomó a ver cómo se iban. Quedaba solo para el trabajo,
las borracheras, darles de comer a los perros y morirse. Bastante que hacer de
ahora en más. Entonces, necesitaba dormir un poco antes de arrancar”.
Kelo
domingo, 13 de agosto de 2017
La Alegoría de la Pichicera
Asistentes: Nati,
Pato, Fran, Ali, Fer, Dani, Nacho, Tati, Guille, Pepi, Ani, Pol
La tarde estuvo increíble. Se ve que quiso ponerse a
la altura de un día tan especial para nuestro querido grupo: el cumple de Tati.
Se lo agradecimos. Por la consideración y porque verdaderamente necesitábamos
que así fuera: el profundo dolor suscitado por el acontecimiento sobre el cual
íbamos a discutir no podía ser mitigado más que por la clara y cálida luz de
este inusitado sol invernal. Y si decidimos reunirnos en el Bar La Orquídea, en
modo alguno ello se debió a la falsa creencia de que su cercanía con la Iglesia
Universal del Reino de Dios iba a posibilitar que nos salpicara al menos un
poco de toda la esperanza allí contenida. Obedeció, en cambio, al hecho de que
allí acudía asiduamente Rodolfo Enrique Fogwill. No pasaría mucho tiempo antes
de que nos enteráramos, gracias a Pato, que la presencia de una Quilmes entre
jarritos de café, papas fritas, una milanesa napolitana y una pizza individual,
a su vez, homenajeaba al hombre que, además de Los Pichiciegos, también era autor del slogan “El sabor del
encuentro”. Feliz coincidencia que el sabor del encuentro de este encuentro
sobre Fogwill fuera de Fogwill.
El comienzo de la charla dejó ver lo ardua que resultó
la lectura de la novela para algunos de los comensales. En el caso de Ani y
Pepi, que vivieron aquella época, la dificultad radicaba en la inevitable
evocación de aquel momento triste; en el caso de Nacho, en el lenguaje oscuro.
Ahora que escribo estas líneas, pienso que quizás un momento triste no podría
ser narrado más que por medio de un lenguaje oscuro. Entre quienes asistieron a
ese episodio turbulento, tan inevitable como aquella evocación resultó el
recuerdo de la propia reacción frente a la noticia del inicio de la guerra: Ani
sintió cómo se le nublaba la vista, ante la escena de una multitud festiva que
marchaba sobre la avenida Corrientes, a causa de lágrimas que mezclaban pena y
bronca; a Guille se le hizo patente el horror mismo, ese espanto que, a pesar
de su intensidad extrema, que lo volvía indescriptible, ya no le parecía nada
extraño, habida cuenta de los años de dictadura sufridos hasta entonces; Pepi y
Ali, por su parte, permitieron aflorar una esperanza que muy pronto se
desvanecería.
Al respecto, Pato comentó que haber nacido luego de la
guerra lo ubicaba en una posición en la que ya no quedaban dudas acerca de la
pestilencia que destilaron los hechos antes, durante y después del conflicto
bélico. En tal sentido, resaltó la sagacidad de Fogwill, quien, al mismo tiempo
que se producían estos acontecimientos tan celosamente distorsionados por los
medios de comunicación, los narró de una manera que ha sido calificada de
atinada incluso por muchos ex combatientes. Se me ocurre que, mientras en la
Alegoría de la Caverna, el liberado no habría podido nunca contarle al resto de
los esclavos que quedaron dentro cómo era el fuera, si no hubiese salido, en la
Alegoría de la Pichicera, quien nos habla de Malvinas de una forma alabada por
quienes padecieron aquella experiencia nunca estuvo allí. Por lo demás, quizás aquí
radique la diferencia entre un filósofo y un escritor.
Nacho dijo que el olor de la Pichiera, que nacía de la
combinación de muchos elementos, entre los que se destacaban la humedad y la
caca, le hizo acordar al olor de una casa de Tigre a la que acudió una vez en
calidad de médico. Según le habían informado en aquella oportunidad, se había
tapado el pozo ciego y, por eso, los residentes juntaban la caca en baldes que
dejaban en el baño mismo. En base a esta anécdota, Pol comentó que, si bien se
suele concebir a la guerra y la paz como dos estados radicalmente opuestos
entre sí, hay continuidades: hoy mucha gente vive (o, más bien, sobrevive) en
la misma situación en la que estaban los pichis.
A continuación, Dani aludió al título del libro.
Subrayó la connotación sexual que el mismo asumía en la escena en que un pichi
le contaba a los demás que, para cazar un pichiciego aferrado a una cuevita,
había que meterle el dedo pulgar en el culo, lo que provocaba que el animalito
aflojara y pudiera ser sacado con facilidad. Pepi sostuvo que, en ese sentido,
se trataba de una metáfora: a los argentinos nos metieron el dedo en el culo.
Fer recordó que Incardona, en la reunión correspondiente a El campito, nos había hablado del tópico de la violación en la
literatura argentina. Añadió el arquitecto que los pichis temían ser capturados
y violados por los ingleses.
Guille agregó
que el título, en la medida en que mentaba un ser no vidente, podía ser
interpretado como una referencia alegórica a la ceguera de mucha gente ante la
dictadura, en general, y la guerra, en particular. Al respecto, Pepi percibía
una continuidad entre ambos eventos, manifestada en quienes tuvieron que
esconderse para sobrevivir a la dictadura y los pichis, que tuvieron que
esconderse para sobrevivir a la guerra.
Pol introdujo un tercer sentido al título. De
“Pichiciegos” se deriva la expresión “pichis”, que alude a quienes habitan en
la Pichicera. Sin embargo, “pichi” también significa “jovencito”, “inexperto”.
Precisamente, quienes fueron a pelear a la guerra eran jovencitos inexpertos.
Pepi comentó que, en el lunfardo, “pichi” refiere al colimba recientemente
ingresado en el ejército.
Ante la cantidad de sentidos que condensa una sola
palabra, “pichiciegos”, Pol se maravilló del talento de quien, en definitiva,
la eligió para su libro: Fogwill. Ali comentó que el escritor había dicho en
una entrevista que, para experimentar nuevas formas de ver el mundo, había que
jugar con el lenguaje, transformarlo.
Quizás envalentonada por la adquisición de un año más
de vida, Tati arriesgó una interpretación audaz del libro: de acuerdo con ella,
la Pichicera era el útero de una madre patria que terminó asfixiando a los
hijos que en él se encontraban. A Pol dicha hipótesis le hizo recordar un
pasaje que afirmaba que “no hubo pichi al que no se oyera alguna vez decir
‘mamá’ o ‘mamita’”. Ali comentó que había un texto de Umberto Eco, Los tres astronautas, en el que las
personas, acuciadas por la necesidad, decían en su propio idioma “mamá”. Y, si
de madres se trata, cabe decir que en otro momento de la reunión mencionamos
que Fogwill, según él mismo cuenta, empezó a escribir la novela a partir de un
comentario que había hecho su madre: “hundimos un barco”.
La mentira.
Ani rescató el hecho de que, ante una situación
extrema, en la que la supervivencia misma estaba puesta en juego, los pichis se
organizaron y velaron por su bien común. Agregó que la segunda parte del libro
contenía muchísimas referencias implícitas: a “Los buques suicidantes” de
Horacio Quiroga y “Sinfonía en gris mayor” de Rubén Darío.
Tati sostuvo que Fogwill, en su libro, apela
deliberadamente a la exageración porque es sólo a través de ella que se puede
expresar una realidad tremenda. En esta línea, Pol refirió a la cantidad de
veces en que aparecía la expresión “parece mentira”. No lo dijo entonces, pero
ahora que escribe recuerda que también aparecía, en muchas ocasiones, la
pregunta atónita “¿será posible?”.
Quizás parte del asombro se deba a que, tal como
muestra el libro, en la guerra se enfrentaron un rejunte improvisado de
colimbas inexpertos y poco abastecidos, por un lado, y un ejército profesional,
dotado de la más sofisticada e impensada tecnología, por el otro. La sola vista
de dicho ejército quitó instantáneamente todo optimismo. Al respecto, Pol
comentaba que a uno de los pichis lo llamaban “Galtieri” porque, al igual que
el siniestro personaje de quien provino su apodo, decía que los argentinos iban
a ganar la guerra, convicción que compartían los demás pichis hasta que vieron
desembarcar a los ingleses y eso los llevó a construir la Pichicera. Tan
desigual era la relación de fuerzas que, como mencionó Fran, el libro no mostró
a los soldados argentinos combatiendo sino pereciendo a causa de sus propias
debilidades. El único combate que describió Fogwill consistió en aquel librado
sorpresivamente por un grupo de soldados argentinos que marchaba a rendirse,
combate que produjo la eliminación de casi todos los integrantes de ese grupo
en un lapso muy breve.
Quizás esta pronunciada desproporción hizo que el
sentimiento que acompañara todo el tiempo a los pichis fuera el miedo. Hablamos
de los dos miedos que menciona uno de los personajes: el miedo a algo concreto,
determinado, por un lado; y, por otro lado, un miedo más profundo,
característico a todo ser humano, que no tiene un objeto definido sino que es
indeterminado. “Miedo al miedo” lo denomina en un momento.
Tati comentó que el libro, sobre el final, asume un
tinte foucaultiano, cuando afirma que, terminada la guerra, comienza la guerra
por otros medios. En efecto, quienes regresaron de Malvinas se encontraron con
un Estado que los escondió y les dio la espalda. En relación con semejante
trato, hablamos de la cantidad de suicidios que hubo. Ani y Dani agregaron que
también hubo muchísimos suicidios de soldados ingleses. Al respecto, Fer puso
sobre la mesa el siguiente aforismo: “en la guerra no hay ilesos”.
Por supuesto, no nos olvidamos de una propuesta que
había hecho Pato antes de la reunión, consistente en pensar canciones alusivas
a la Guerra de Malvinas, y en un momento de la charla las mencionamos: “Reina
madre” de Raúl Porchetto, “2 de abril” de Attaque 77, “Johnny” de La Polla
Records (que, si bien no habla estrictamente de Malvinas, sí habla de la
frialdad de los ejércitos, en especial, en la frase “Johnny no mata a la gente,
elimina el objetivo”), “Para la vida” de León Gieco, canción de la película
“Iluminados por el fuego”. Fran, a su vez, contó que hay una película inglesa,
“This is England”, que habla del empeoramiento de las condiciones de vida de
las clases trabajadoras británicas en la época de Tatcher y del surgimiento de
un fuerte nacionalismo. En dicha película, el padre de uno de los personajes muere
en la Guerra de Malvinas.
Por último, pero no por eso menos importante, cabe
rescatar que, en medio de la discusión sobre temas tan tristes, acontecieron
dos gestos inconmensurables: el regalo de dos tazas a Tati por parte de Ali y
el regalo de dos libros a cada uno de los integrantes del grupo por parte de
Fran: Aguafuertes del Delta de
Roberto Arlt y El Carapachay de
Domingo Faustino Sarmiento. A ellos, gracias…TOTALES.
Perro Feroz
martes, 25 de julio de 2017
Los secretos que guardamos en "Don Benjamín"
Nosotros sabemos
que estamos locos, que somos muchos más que “Los siete locos” y que elegimos
voluntariamente recorrer las ambivalentes calles del barrio de Constitución ese
sábado primero de julio de 2017. En un principio, con el afán de explorar los
alrededores, establecimos como punto de encuentro la Plaza Garay. Sin embargo,
inevitablemente en ese barrio, todo nace en la Plaza Constitución. La mayor
parte del grupo se encontró casi fortuitamente frente a la fachada victoriana
de la cabecera del ferrocarril Roca, cuyo nombre no se eligió al azar
evidentemente y cuya arquitectura europeizante de fines del siglo XIX se
entrevera con la nueva estación de subtes de diseño europeo a la siglo XXI y
con la geografía urbana de coloridos puestos callejeros, sórdidos personajes acurrucados en
rincones y agentes de la policía de la
ciudad.
Caminar por
Avenida Garay fue sumergirse de lleno en
la experiencia real de los escenarios que Mariana Enríquez describió en
algunos de los relatos que conforman “Lo que perdimos en el fuego”, el libro
que nos convocaba. Varios “chicos sucios” haciendo esquina, deambulando,
corriendo detrás de sus padres, una santería rancia con imágenes de santos
paganos que invitaba a especulaciones acerca de cualquier tipo de rituales
oscuros, casas antiguas abandonadas y selladas con cientos de retazos de
pósters publicitarios superpuestos donde podría haberse escondido el Petiso
Orejudo.
Finalmente, en
frente de la Plaza Garay, el bar “Don Benjamín”, una de esas fondas de barrio
donde los platos desbordan y te atienden como en casa, donde en alguna mesa
solitaria hay un paisano frente a una botella de cerveza que mira el paisaje
urbano a través de la ventana. Ahí nos sentamos finalmente los viejos siete
locos: Dani, Pato, Pol, Ana, Pepi, Alicia, Nacho, y Guille para dar la
bienvenida a las nuevas incorporaciones: Damián y Nati.
Una vez
servidos, dimos comienzo a la tertulia con una intervención de otro mundo: del
celular de Dani emergió una cara blanca en un fondo oscuro y de repente, una
voz grave y seria. Desde el exótico Oriente, un casi fantasmagórico Selmo nos
mandaba sus impresiones del libro. Casi en consonancia con esto, la voz
desvanecida y ronca de Nacho tomó la posta y encaró el tema de la virtualidad
siniestra en el cuento “Verde, rojo, anaranjado” y de qué manera nos enfrenta
con una realidad tan omnipresente de nuestro tiempo: “la fobia social” que es
una epidemia en Japón, según lo que nos contaba Ana. Para Daniel todo el libro
trata temas reales aunque se los presenta bajo la máscara de lo fantástico,
como por ejemplo la marginalidad en “Chico sucio” o en “Bajo el agua negra”, la
depresión o las problemáticas adolescentes. Ana agrega que también los lugares,
los escenarios aparecen casi como personajes porque representan ciertos mitos,
la idiosincrasia de quienes los habitan y de los mismos lectores que se
identifican con ellos. Ahí es cuando tira sobre la mesa con desparpajo, como si
arrojara un animal recién muerto para escándalo de los comensales, porque así
es ella, el tema del masculinicidio que ella cree ver en los cuentos.
Inevitablemente se suceden unos largos minutos de discusión en la que
intervienen Pol y Nati sobre la
violencia de género, el femicidio y sus implicancias históricas y culturales.
Para Nacho el
libro genera incomodidad porque señala que “hay basura bajo la alfombra”, lo
que presentan los cuentos es la normalidad de mucha gente, ahí está lo
siniestro. Por eso para Pato el último cuento es revelador de un mecanismo
propio y a la vez terrorífico de la humanidad: antes los hombres eran los que
quemaban a las mujeres, el cuento revela
que las mujeres toman ese lugar y se apropian de ese acto. Todo se va
normalizando en la sociedad, aún lo más terrible.
En consonancia
con eso Guillermina y Nacho descubren que en “La casa de Adela” son los chicos
quienes ven la “verdadera” realidad mientras reina la incomunicación con los
adultos que viven la fiesta menemista. Al mismo tiempo Nacho destaca de qué
manera se presenta la pulsión de muerte en este cuento y en “Nada de carne”
como algo romántico, de qué manera el mundo adolescente vislumbra ese horizonte
como algo deseable, hasta qué punto se puede ir en el sufrimiento. Esto dispara
un sinfín de asociaciones en todo el grupo. La que más tiempo resuena es la de
la muerte digna en oposición al suicidio. Pero para zanjar la cuestión aparece
Pol, que hasta entonces se mantuvo expectante y meditabundo para volver a citar
uno de sus cuentos de cabecera de Abelardo Castillo “Also sprach el señor
Núñez”: “No podemos terminar sino de manera trágica en esta sociedad.”
En definitiva el
libro de Enríquez no parece contar nada novedoso: lo terrorífico es la
realidad. Pepi descubre por qué nos espanta tanto: lo ominoso es eso conocido,
pero que impacta cuando es visto en mayor magnitud, tal como sucede en “Los
pájaros” de Hitchcock. Inmediatamente después Dani anuncia su próxima
paternidad, pero luego de las breves felicitaciones, descubre de qué manera es
una situación que puede espantar. “Pablito clavó un clavito” magnifica las
transformaciones naturales que se dan en una pareja al afrontar la paternidad,
nos coloca en el lugar del personaje
deseando en algún punto que el bebé no existiera, pensando que en cualquier
momento el padre mata a su propio hijo.
Para Nacho lo
más siniestro es la pobreza espiritual en la que nos sume la incomunicación
representada en “Verde, rojo, anaranjado”. Nos conocemos a través de colores,
de estados virtuales. Esto da pie para otro de los grandes temas de la tarde y
de sobremesa en el bar “Don Benjamín”, flan de por medio: la tecnología que
incomunica. Pol indica que eso pasa porque el afuera es peligroso. De hecho los
espacios públicos se privatizan, como las plazas por ejemplo, mientras que los
espacios privados se hacen públicos: hoy todo el mundo publica sus asuntos en
las redes sociales. Damián indica perspicazmente que cada vez tenemos más
aparatos para agilizar nuestras tareas, pero nosotros no sabemos qué hacer con
ese tiempo libre y nos quedamos esperando ansiosamente que los dichosos
dispositivos terminen lo que les encomendamos. Estamos en la era de la
ansiedad. Estamos en la era de la posverdad, dice Pato, el momento en que sólo
conocemos la verdad a través de lo que los medios nos comunican. No experimentamos
la realidad, la performamos a partir de lo que nos dicen que queremos ver,
sentir, pensar.
Alicia
interviene casi tímidamente para decir que el libro no le gustó tanto como el
de Samantha Schweblin, pero sí le produjo una impresión profunda el último
cuento “Las cosas que perdimos en el fuego”, porque pone en escena un tema de
absoluta relevancia para nuestro presente, incluso lo piensa como un material
para trabajar con sus alumnos. Al mismo
tiempo cuenta que “Bajo las aguas negras” le recuerda una excursión realizada
con alumnos por Dock Sud, por esos lugares marginales y tristes. Las historias
tienen para ella algo de autobiográfico, de las obsesiones de la autora. Y
entonces Pepi indica que hay que tener en cuenta los epígrafes del libro: dos
citas de Bronte y Sexton, dos mujeres que rompieron con el modelo de mujer de
su época. Evidentemente Mariana Enríquez pretende deconstruir todo lo que se
espera de ella: tanto en el contenido como en la forma ya que usa un lenguaje
más frío, más oscuro. Pato recuerda que Enríquez es fanática de Stephen King y
que se plantea como un objetivo el hecho de escribir un libro que genere tal
sensación en el lector que quiera tirarlo y no leer más.
Tanto
Alicia como Nacho vuelven sobre el tema de lo macabro cotidiano: lo más
siniestro está en el propio círculo íntimo como en “Pablito clavó un clavito”,
pero esta incomodidad hace pensar, enfrenta al lector con una realidad
evidente, como las películas de Trapero. Damián encuentra que la escritura de
Schweblin resulta más amable porque hace uso de la elipsis, en cambio Enríquez
dice todo, con desparpajo. Es entonces cuando Pol sentencia también con mucho
desparpajo que hubo cuentos de Enríquez que le aceleraron el tránsito…
Terminamos la
tertulia decidiendo nuestra próxima lectura, barajando fechas y posibles
lugares de encuentro. Nos despedimos del bar “Don Benjamín, comenzamos a
separarnos y alejarnos del barrio de Constitución. Cada uno se fue pensando qué
tanto nos transformó esta lectura, en qué grado hizo que nos diéramos cuenta de
que lo siniestro está en todos nosotros: en la fantasmagórica presencia virtual
de Selmo, en la sinceridad apabullante de Ana al buen estilo Enríquez, en el
propio reconocimiento de Pepi en las mujeres fuera de género, en la dulce
Alicia llevando a sus alumnos a Dock Sud, en el silencio tímido pero
inquietante de Nati, en la identificación de Dani con el personaje de “Pablito
clavó un clavito”, en el miedo atávico de Nacho a la “depresión tecnológica”, en
Guille y sus preferencias literarias fuera de lo común, en el tránsito
intestinal de Pol, en la ansiedad latente de Damián ante la eficiencia de las
máquinas… Porque en definitiva todos, absolutamente todos escondemos algo
siniestro.
Tati
martes, 30 de mayo de 2017
Sudeste
Capítulo 1: El que espera desespera.
Haroldo nos llevó al Tigre. A la tardecita
temprano nos congregamos en la estación de tren. Guille fue la primera en
llegar y a continuación caímos Ana, Nacho, Pol, Fer y quien escribe. Timo, en
cambio, recién se estaba subiendo al Mitre en Retiro. Es que el tiempo no
existe en el río, se fusiona con uno. Lo que se observa es el cambio del
paisaje con las distintas estaciones. Esta concepción del tiempo, fue tomada a
rajatabla por Timo.
Las mujeres del grupo, Ana y
Guille, aprovecharon la espera para ir a averiguar si estaba abierta la casa
de Haroldo. El río había subido por el viento sudeste y no era seguro que pudiésemos visitarla.
Los muchachos aguardamos en la
estación unos 40 minutos comiendo bizcochos de grasa hasta que caímos en la
cuenta que las chicas no habían regresado. Las dimos por perdidas y salimos a
buscarlas por Tigre continental. A esa altura, Timo andaba por San Isidro.
Preguntamos en Información
Turística , anduvimos dando vueltas por la sucursal del Imperialismo Mc Dollar,
nos asomamos al muelle y finalmente decidimos regresar a la estación. Ellas
estaban allí esperándonos con toda la información para viajar a lo de Haroldo.
Timo llegaría 15 minutos después.
Con paso veloz nos dirigimos al
muelle y subimos a una lancha taxi, la casa museo cerraba en 45 minutos.
Arrancó el motor, nos aflojamos, vino alguna náusea pasajera y respiramos
hondo. Ya estábamos en el río. Ya estábamos metidos en Sudeste.
Capítulo 2: La casa de Haroldo.
No era muy lejos. Tardamos sólo
15 minutos en lancha. Ese tiempo bastó para introducirnos de lleno en ese mundo
de agua, sauces, juncos y humedad. El mundo de los pescadores.
Al llegar bajamos Nacho y quien
escribe a averiguar si existía la posibilidad de dar una vuelta por la que otrora fue casa y ahora museo, de Haroldo Conti. Nos recibió Mari Carmen, una mujer de
unos 55 años, quien no sólo nos permitió entrar, sino también se ofreció a
contarnos historias sobre Haroldo persona, porque a ella la literatura no le
interesaba demasiado.
En aquella época, Mari Carmen, sus padres y su
hermana vivían en la casa de al lado. Nos relató anécdotas de Haroldo
levantándose del almuerzo de repente y yendo a la cocina a escribir, en un
rapto de inspiración. Nos mostró la mesa donde escribía en la cocina, la cocina
propiamente dicha viejísima y sus dos pavas. Aparentemente se la pasaba tomando
mate.
Después subimos la escalera.
Allí se percibe todo, el crujir de la madera, el cantar de los pájaros, el
motor de una chata a lo lejos, tal cual se describe en Sudeste.
Arriba hay dos ambientes. El
primero con un gran hogar, construido por el abuelo de Mari Carmen. En ese
cuarto ocurrían las guitarreadas que se prolongaban hasta altas horas de la
noche.
El segundo ambiente es el cuarto
de Haroldo, simple y austero. Dos camas de una plaza, una en cada costado, una
biblioteca, una televisión de aquella época, blanco y negro, que todavía
funciona y donde se podía ver un partido de fútbol actual.
Terminamos la recorrida en el
balcón que da al río y a un camino de madera que conduce al muelle. Mari Carmen
continuaba contándonos historias: “a Haroldo le gustaba comer comida casera,
por eso criaban cerdos allí”; “tenía la salud frágil, siempre estaba mal de la
panza”; “él me llevó de viaje a la Paloma y regresé toda rota, con un dedo
fracturado y la rodilla machucada”; “era bastante mujeriego”; “era un ser extraordinario,
lo quería mucho”.
La temperatura había bajado y
cerca del río, donde estábamos esperando la lancha de vuelta, se sentía más.
Pero nosotros, los 7 que estábamos allí, los 7 locos, que somos de la ciudad,
del cemento y el smog, queríamos sentir un ratito más ese otro mundo. El oleaje
que hipnotiza , las hojas y ramas de los árboles desplazadas por el viento, las aves que hablan
en lo alto y el río bravo que transcurre como la vida.
Capítulo 3: Sudeste.
Cuatro cafés con leche, un café
con crema, 2 tecitos y 4 tostados mixtos. Agregále una coca y un vasito de soda
cortesía para cada uno. Gracias. Ya estábamos calentitos en un bar a pocos
metros de la estación de tren, listos para pensar juntos Sudeste, la primera
novela de Haroldo, que data del año 1962.
El río es como la vida y tal vez
por esa razón Sudeste empieza y termina con una muerte. Esto se entiende, si
asumimos que la muerte forma parte de la vida y que la vida no existiría de no
ser por la muerte, los famosos opuestos de Heráclito.
Inicia con la muerte del viejo.
El viejo se pasó la vida trabajando en la pesca. Siempre la misma rutina,
despertarse de madrugada, antes que salga el sol, vestirse, comer un pedazo de
pan con mate y salir al río. Un día decide sentarse a esperar la muerte.
En este punto surge la
discusión, al viejo la muerte no lo sorprende, sino que él toma una decisión: “voy
a sentarme a esperarla”. Algo debe haber sentido en el cuerpo, una señal que le hizo entender, que ya era el momento.
El Boga, la vieja y el viejo
Bastos no se conmueven demasiado frente a la actitud del viejo, y en un principio no le creen. El viejo
permanece sentado, progresa el deterioro físico y un día deben trasladarlo al
hospital. Muere y se lo entierra sin demasiado rito. Para ellos la muerte es un
trámite, porque se toma como natural.
Comienza argumentando Ana, con
la conocida pasión puesta en cada palabra: “Uno es un ser para la muerte”,
citando a Heidegger. Continúa: “la única certeza que tenemos es la muerte. El
capitalismo nos ha quitado un montón de cosas, entre ellas, la oportunidad de
elegir cuándo morir”.
La muerte con la que finaliza la
novela es la del protagonista, el Boga, nombre de pez para este hombre del río.
Es una muerte trágica, a la altura de una tragedia griega, pero él logra morir, luego de un esfuerzo sobrehumano,
en el lugar donde deseaba, sobre el “Aleluya”, un barco también fallecido y
abandonado en ese río.
Acto seguido, se abordó el
tópico de la soledad. Nacho irrumpió
en el atardecer: “El Boga buscaba la soledad pero también le temía”. Citamos un
fragmento del libro que relata el momento en que el Boga intenta abandonar al
Cabecita y su perro Capi, su única compañía. Y la desesperación de estos dos
últimos, que se arrojan al río e intentan alcanzarlo, corriendo el riesgo de
ahogarse. Nacho además interpretó que el Cabecita y su perro eran amigos
imaginarios del Boga, por este miedo a estar sólo.
Se habló de los personajes de la
novela: el Boga, el viejo y la vieja, el hombre, La Rubia, el Cabecita, el
viejo Bastos, como parte de un “lumpenaje” descripto por el autor, que habita
las islas y el río. Discutimos el concepto de “lumpen” según Marx, que son los
marginados, los que viven de la caridad o el robo, los que no tienen conciencia
de clase y pueden terminar sirviendo a los intereses de la burguesía, los que
no son capaces de llevar a cabo la revolución.
“Estos personajes viven en una
marginalidad extrema. Viven el día a día”, nos dice Guille. Ya en 1962, año en
que fue escrita Sudeste, se nota la preocupación de Haroldo Conti por estos
temas, el cuestionamiento acerca de las condiciones de vida de la población y
el estado de las cosas. Un cuestionar para el cambio, por una sociedad más
justa.
“En estos personajes hay poca
palabra y mucho compromiso” agrega Guille. “Gente de pocas palabras pero de
palabra”, remata nuestra compañera.
Da la impresión que el Boga, el viejo y la
vieja no tienen sentimientos. La entrañable Ana María aclara la cuestión: “Existe
una diferencia entre sentimientos y sensaciones. Las sensaciones dependen de
los sentidos, en el sentimiento ya existe elaboración, pensamiento. Estos
personajes son pura sensación y naturaleza”.
La charla amena flota como los
botes y deriva en el tema del destino. Hay
una aceptación del destino por parte del Boga. Se deja llevar, no tiene un
rumbo fijo. En ese sentido es como el río. Pero el destino le juega una mala
pasada y lo junta con el hombre y La Rubia. Y casi involuntariamente, comienza
a formar parte de una bandita de vagos y malhechores.
Los platos estaban vacíos, los
tostados se habían deglutido ansiosamente y a esa altura quedaba el fondito del
café tibio, pero restaba muchísimo hilo de Sudeste por cortar. ¿Quién narra
Sudeste? La pregunta surgió porque en ocasiones no se entiende quién está contando
la historia. Para Guille el narrador es el Boga, pero se nombra a él mismo en
tercera persona, como José Luis Chilavert o el Diego en los reportajes. Para el
señor Pol el narrador no es ninguno de los personajes. Sí coincidimos en que se
trata de un narrador omnisciente.
Pol y Nacho se unieron en una
idea directriz: “Hoy día, los seres humanos nos creemos los dueños de la naturaleza,
en Sudeste ocurre lo opuesto, el Boga se funde con la naturaleza”. Pol contó acerca
de un documental, donde los chinos pescan un tiburón enorme solamente para
cortarle la aleta. Luego lo dejan morir. Aparentemente comer aleta de tiburón es
socialmente distinguido. Esta escena ejemplifica la falta de respeto del hombre
moderno por la naturaleza.
A colación del tiburón
cruelmente asesinado, anclamos en el tema de la violencia. Encontramos en la naturaleza violencia. Dicho de otra
forma, hay eventos naturales que son violentos. Un terremoto que arrasa un
pueblo o un león que corre al bambi, lo caza y se lo come podrían servirnos de
ejemplo. A lo que Guille retrucó: “estamos de acuerdo, que el león coma un
bambi es violento, pero no acumula bambis para vender”.
Coincidimos todos en
que no hay nada más violento que el sistema capitalista, en el cual estamos sumergidos,
viviendo como podemos, metabolizando de alguna forma, con alguna enzima “seleccionada
darwinianamente”, la pobreza, la exclusión, la marginalidad, los asesinatos, la
meritocracia, el cinismo de los que nos gobiernan.
Y la distinción entre violencia
natural y cultural, derivó la barcaza de la charla hacia la pregunta de los
militantes de los años en que fue escrita Sudeste: ¿se justifica la violencia
para combatir la violencia? Se nombraron revoluciones pacíficas como la “Revolución
de los Claveles” de abril de 1974 en Portugal y la resistencia no violenta de
Gandhi para lograr la independencia India en 1947.
Levantamos campamento cuando la
aguja del reloj apuntó al 7 y el atardecer ya estaba instalado sobre el río
allí en el Tigre. Los hombres de ciudad vivimos pendientes del tiempo. Pero en
ocasiones, como en esta oportunidad, cuando la compañía es amena y la discusión interesante, nos
olvidamos de él y nos dejamos llevar, como si estuviésemos acostados en un bote
que es arrastrado por la corriente…
Kelo
viernes, 12 de mayo de 2017
El campito
Comienza
un nuevo encuentro de Los Siete Locos, con un tinte especial. Hoy, además
de conocer integrantes nuevos (bienvenidos Fran, Guille y Fer), por primera vez
participará el autor del libro. Para este sábado 29 de abril del 2017 elegimos
leer El Campito de Juan Diego Incardona, por recomendación de Tati en algún
encuentro pasado. Le escribimos a Juan Diego por facebook y él se mostro muy
contento por la idea y nos propuso encontrarnos en el ECuNHi (Espacio Cultural
Nuestros Hijos) dentro del Espacio Memoria y Derechos humanos (Ex-ESMA). En el predio,
él trabaja en el microcine coordinando un ciclo del séptimo arte. Luego nos enteramos
que en este lugar comenzaron los primeros párrafos del libro en cuestión así
como otros de sus escritos.
Iban a ser las 14 hs y así como dijo Saint-Exupéry, a
medida que se acercaba el horario de juntada el entusiasmo iba in crescendo. La caminata por las calles
del predio (cuyos nombres harían poner de muy mal humor a militares) hasta
llegar al ECuNHi acompañaron esta sensación.
Los
primeros en llegar fueron Ana, Guillermina, Pol, Dani, Jime, Fer y su Manu que
andaba gateando por los pisos. Se encontraron con Juan Diego quien los recibió
como si fuese su casa. Luego llegamos nosotros y un poco después Nacho, Pepi,
Tati y Javi. Fue un récord de participantes. Sin respetar la época del año, los
mosquitos gigantes también dijeron presente, quizás fue una mutación generada
por rayos cósmicos de La Sudoeste, pero por suerte llevamos Off.
Juan Diego nos propuso hacer una pequeña visita al espacio para los que no lo conocían. Nos contó sobre la historia del lugar, de los orígenes que se remontan a los años 20, de los horrores de la dictadura, del pañol donde se robaban pertenencias de los detenidos, de la inmobiliaria trucha que funcionaba ahí mismo, donde les vendían la casa a los que tenían secuestrados. Pasamos al salón dónde antes funcionaba parte del liceo naval y ahora se realizan obras de teatro, recitales y talleres. Una figura imponente del Eternauta vigila estas actividades constantemente. Las Madres de Plaza de Mayo “desembarcaron” en el 2008 en este edificio y pintaron flores y soles en las paredes.
Juan Diego nos propuso hacer una pequeña visita al espacio para los que no lo conocían. Nos contó sobre la historia del lugar, de los orígenes que se remontan a los años 20, de los horrores de la dictadura, del pañol donde se robaban pertenencias de los detenidos, de la inmobiliaria trucha que funcionaba ahí mismo, donde les vendían la casa a los que tenían secuestrados. Pasamos al salón dónde antes funcionaba parte del liceo naval y ahora se realizan obras de teatro, recitales y talleres. Una figura imponente del Eternauta vigila estas actividades constantemente. Las Madres de Plaza de Mayo “desembarcaron” en el 2008 en este edificio y pintaron flores y soles en las paredes.
Decidimos
pasar al microcine para comenzar a navegar por los turbulentos matorrales del
Campito. Mientras tomábamos asiento en las butacas e íbamos preparando el
mate, entró al lugar un gato negro para darnos la bienvenida, como introducción
de lo que vendría… Juan Diego nos pasó un video de Crónica TV de los años
90 en el cual habitantes de Villa Celina, su barrio, relataron haber visto al
“Hombre Gato”. El video no tiene desperdicio, nos sirvió para entrar en clima.
Antes
de hablar del relato, nos llevó a su infancia, donde era habitual ver a reyes
magos peronistas en alguna Unidad Básica dándoles regalos a niños y niñas del
barrio, donde era habitual sentir La Marcha luego de un Vía Crucis, luego de
Navidad, o escuchar historias fantásticas sobre el hombre gato (incluso
homicidios que terminaban con el titular ‘no era el hombre gato’), la
culebrilla, curanderos, rutas, descampados, fábricas abandonadas, humo, río
contaminado, travesuras de chicos, desorganización con los apellidos. Nos
acordamos y compartimos otras historias como la de la llorona, el pombero, la
luz mala, la puerta 12…
Juan Diego nos contó que el predio de la Ex-ESMA
también tiene su carga mágica, energética. Y al estar trabajando en este lugar,
aprovechó para escribir parte del Campito, Estrellas Federales y Amor bajo
cero, mirando el parque por una de las ventanas del ECuNHi. Así construyó parte
de su realismo mágico.
En
esos años, los barrios vecinos al suyo eran “cascos de luz rodeados por
oscuridad, terrenos vacíos, rodeados por campitos". Mientras las voces alertaban
sobre esos lugares misteriosos, él y sus amigos se internaban en sus pastos y
dejaban correr la imaginación. Le comentamos que el haberle puesto de título a
su libro El Campito y por todo lo que se cuenta, es una linda forma de
resignificar ese espacio oscuro. Sí, así mismo como se resignificó el predio
donde estamos, un lugar frío que fue invadido por las llamas de la gente y la
lucha.
También
se habló sobre el significado de la otredad y su relación con el relato. Desde
los comienzos de la literatura argentina se puso sobre la mesa la temática del
otro como peligroso, la civilización o barbarie de Sarmiento (tema que siempre
aparece en cada encuentro!). El coqueteo con la marginalidad también surge en
la serie Okupas, donde la Gral. Paz sirve como símbolo de resguardo ante el
peligro de lo que hay del otro lado. En El Campito, los hombres extraños que provienen de Saavedra, representan ese aventurarse al conurbano, y como desencajan, terminan en una
prisión. “La literatura argentina nació de una violación” lo dijo David Viñas,
refiriéndose a la violación del unitario en la obra "El matadero" de Echeverría.
Siempre el peligro. Se nombraron varios ejemplos como "Cabecita negra" de
Rozenmacher, "La cautiva" de Echeverría, "Casa tomada" y "Las puertas del cielo" de
Cortázar y los cuentos de Martínez Estrada.
Juan Diego nos compartió recuerdos
de su barrio de la infancia, el juego en las calles, la mezcla de culturas, la
veneración de santos populares y la relación con los fenómenos naturales. Sin
negar la inseguridad existente actual, reflexionamos sobre el miedo que se
gesta desde los medios y el impacto que éste tiene sobre el inconsciente
colectivo. Carlitos el ciruja se basó en la historia de un ciruja de verdad que
vendía ajo, cantaba tangos y era acompañado por un perro gordo que comía pan
todo el tiempo.
La
juventud de Chorza, como lo llamaban al autor, así como se puede leer a través del
personaje homónimo del libro, transcurrió en la esquina, así como la de
antiguos tangueros. Guitarras y canciones de Viejas Locas o de Río Verde
completaban el óleo. El rock barrial o rock chabón, nació ahí (y algunos dicen
que murió ahí también con la tragedia de Cromañón). Él fue compañero del Pity
Álvarez de Viejas Locas aunque después se dejó de ver. Nos contó de su
peregrinación por Plaza Francia vendiendo anillos y su búsqueda de palabras
marketineras para captar la atención de la gente, lo cual lo obligó a estudiar
letras. Entre su nuevo chamuyo y su experiencia acumulada vendía hasta un
collar de bosta en pleno Recoleta y se daba el tupé de elegir sus clientes de
acuerdo a cómo le caían.
Nos
contó que se basó en Pedro Páramo de Juan Rulfo para escribir "El campito", el
cual le llevó dos años. Quería hacer un libro que se entienda y a la vez
cargarlo de personajes. Quiso poner en escena a sus personajes amigos y
compartir con ellos un café. Las rosas galvanoplásticas fueron tomadas de "Los siete locos", Hugo
del Carril representado por el cantor, Jauretche como el paisano y Aldo, el
enano gigante fue traído de otros lares también. En las estrellas federales
aparecen personajes de Oesterheld.
El relato transcurre en distintas capas temporales y hasta en diferentes relieves. Ese camino sin rumbo lleno de aventuras a veces toca escenas del Quijote en su locura, la brújula que quiere comprarse Carlitos nos lleva a pensar en la versatilidad de la gente más necesitada, que sigue luchando aunque para muchas personas sean "Los invisibles" de siempre. Es un relato dantesco que mezcla la cotidianeidad con temáticas como el peronismo. A este último lo aborda desde un ángulo no partidario sino más bien relacionado con la idiosincrasia popular -esto lo señaló Dani entre mates y galletitas-.
El relato transcurre en distintas capas temporales y hasta en diferentes relieves. Ese camino sin rumbo lleno de aventuras a veces toca escenas del Quijote en su locura, la brújula que quiere comprarse Carlitos nos lleva a pensar en la versatilidad de la gente más necesitada, que sigue luchando aunque para muchas personas sean "Los invisibles" de siempre. Es un relato dantesco que mezcla la cotidianeidad con temáticas como el peronismo. A este último lo aborda desde un ángulo no partidario sino más bien relacionado con la idiosincrasia popular -esto lo señaló Dani entre mates y galletitas-.
Las consecuencias de la deshumanización y la crueldad de
los hombres que idearon y ejercieron violencia contra el pueblo, se evidencian
en la marginalidad y soledad de los “barrios secretos”. Pero a la vez surge en
ellos la unión y la fortaleza. Fran, nos compartió experiencias de su niñez en
López Camelo donde actualmente vive y de cómo le hizo recordar las historias de
este libro (aunque más urbanas) a aquel tiempo, en donde se sucedían picados
de fútbol y juego al aire libre. Nachito fue transportado hacia Chacarita donde
vivía de niño (si Pepita no lo deja mentir…) y jugaba en una casa abandonada a
imaginarse marcianos junto con otros niños/as de su barrio.
Se
lee un pasaje en el cual Carlitos se siente extrañado al estar en la casa del
Cantor, comiendo en una mesa. Tati comenta que esta sensación de libertad y
aventuras que narra el autor le hizo acordar a Nacho (de todas formas, aunque
siempre nos emocione este valioso integrante, no olvidemos que hay que echarlo
del grupo). Luego recordamos la parte en la que el jardinero valoriza el trabajo
de Carlitos de “buscavidas”, como un oficio vocacional que requiere “templanza, ingenio y mucho corazón”. Ante esta situación, Carlitos sonríe y se emociona.
Hablamos de lo importante del reconocimiento y de la dignidad. Saramago en su relato
“El ciego del armonio” toca este tema. Pol contrasta esta situación con la
parte en la cual el ciruja conoce a Candela, quien lo hace pensar en “sentar cabeza”.
A Dani el libro le hizo recordar otro escrito, anarquista, que hablaba sobre los crotos. Se reflexiona sobre la figura de éstos
y Fran señala la diferencia entre capital y conurbano. En este último la figura
del ciruja sobresale más que en capital donde hay más en número. También depende
del día y del horario. Javi nos cuenta que vive en microcentro y que la
distinción entre el día y la noche, entre el día de semana y el fin de semana
es muy notable y se siente. Elige el sábado por la tranquilidad.
Nacho
interrumpe el curso de la charla para regalarle a Incardona un dibujo hecho por
él en una cartulina celeste con un marcador marrón, del Esperpento. Asombrado
el autor lo recibe en nombre de todos y le agradece. Juan Diego cuenta que
estuvo a un paso de ponerle la tetas de Evita pero no quería hacer una parodia,
así que hizo marcha atrás. Llama la atención las manos de Perón en el monstruo.
Volvemos
a tocar el tema del peronismo, Pol cita la frase de Soriano en No habrá más
penas ni olvido: “¿Bolches? ¿Cómo bolches? Pero si yo siempre
fui peronista... Nunca me metí en política...” Se habla del ascenso de la
izquierda en este último tiempo y del surgimiento de herramientas de este
partido como organizaciones de base, asambleas participativas, que pueden
nutrir al peronismo para la vuelta. Juan Diego cree que el peronismo fue la
única fuerza política que se convirtió en cultura.
Ali
le pregunta al autor si influyeron los sueños en su obra, él le responde que no
directamente pero que sí siente una dimensión onírica estando despierto, situación
que reflexionando entre todos decidimos que es peligrosa ya que uno puede
chocar por ejemplo. Nos cuenta que le es necesario mezclar la realidad con la
ficción quizás como forma para contar sus orígenes y hacer trascender a su
barrio, a su gente, a sus sueños.
Comparte con nosotros el asombro de haberse
enterado que estudiantes de la carrera de letras se recibieron con una tesis
basada en libros de él. “No podía creer que me muestren un pdf de 200 páginas,
citando a Foucault de un relato que escribí de mis tiempos, aquellos que pasé tirado en
una esquina” Así como cuando llevaron su obra a un penal y los presos
multiplicaron el mensaje y escribieron relatos sobre sus barrios.
El
encuentro se cerró con una actividad muy conocida por las que crearon todo
esto, por las madres de la plaza: caminar. Caminamos por las calles del predio
hasta el Centro Cultural Haroldo Conti, sin saber que unos minutos más tarde
eligiríamos a este autor para continuar sumando kilómetros a estos maravillosos
encuentros literarios que se dan al ritmo de la luna. Gracias a Juan Diego, a
la gente del ECuNHi y a cada uno/a de nosotros/as que bancamos este espacio
itinerante totalmente ganado que es Los Siete Locos.
Alicia y Patricio
MATERIAL
CITADO POR INCARDONA
·
Regístrese, comuníquese y archívese
(Arg, 2009) Sobre el
impacto cultural de la dictadura https://www.youtube.com/watch?v=2pXKWOzCNhI
·
La batalla de Argel (Italia, 1966) Donde se muestra el accionar del
ejército francés en Argel. El grupo de tareas 3.3.2 que funcionaba en la ESMA
copió sus estrategias, como así varios grupos dentro del plan Cóndor. https://www.youtube.com/watch?v=F8D_80qdxHg
·
La Santa Cruz, refugio de resistencia
(Arg, 2007) El rol de la Iglesia de Santa Cruz y de los Padres
Palotinos. https://www.youtube.com/watch?v=g5t5BKH-dY8
·
99,9% La ciencia de
las abuelas (Arg, 2013) Abuelas y la genética.
https://www.youtube.com/watch?v=-p2aNVhoRxI
·
Víctor Basterra (Fotógrafo detenido
que aportó fotos de militares para la megacausa ESMA) https://www.youtube.com/watch?v=Hef2LSaPFvI
·
Ana María Ponce, poeta detenida
desaparecida (1977)
·
Cuento
El Viento: http://revistaculturalelviento.blogspot.com.ar/2010/07/ana-maria-la-loli-ponce-poeta-de-el.html
·
Suburbios cercanos (Fotos del
conurbano) http://www.leonardomarino.com.ar/obra.php?idcategoria=16
·
Hombre gato (Crónica TV, Años 90) https://www.youtube.com/watch?v=UWMslN0Z9k8
·
Críticas de la obra http://interzonaeditora.com/noticias/compilado-critico-sobre-villa-celina-369
¡¡¡Muchas gracias Juan Diego
Incardona!!!
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