jueves, 26 de febrero de 2015

Final de juego en Rayuela (escrito el 17/02/15)

             En Diciembre, previo a las vacaciones, nos juntamos en un cafecito de la calle Iberá en pleno barrio porteño de Villa Urquiza, a conversar un tema que nos tenía pensando bastante, sin poder arribar en soledad a una definición, a un esclarecimiento de las ideas. Me refiero al ¿final? de Rayuela.

 ¿Es Oliveira un cínico, un suicida o un loco? ¿Es infidelidad lo de Talita, por qué lo hace? ¿La Maga se ahogó, sigue viva, se suicidó porque no pudo soportar la muerte de Rocamadour o porque no toleró la partida de Oliveira? ¿Por qué razón Oliveira ve a la Maga en Talita? ¿Este parecido es argumento suficiente para quebrar la confianza de Traveler? ¿Y la rayuela, tan presente en el final, qué significa?

El señor Pol abrió el debate, con la que es -según mi parecer- la clave del asunto: “Traveler es un tipo que está en el Territorio (la mayúscula es a propósito, que no me corrija la Real Academia). Pudo vivir su vida del día a día, más allá de los deseos no realizados”.

El señor Pol sorbió su café con leche, mordió la tercer medialuna de manteca y prosiguió: “Oliveira, en cambio, está en constante e incesante, hasta angustiante, búsqueda del sentido de la vida: lo que él llama el “kibutz del deseo”.  Y no deja de hacerse preguntas existenciales.

Oliveira es un Traveler que está fuera del Territorio, que pudo viajar a París, que no tiene un trabajo estable y tampoco le interesa tenerlo, que vive el día a día y espera alguna revelación. Ambos son la misma persona, las dos caras de una moneda. Son deseos en pugna, contradicciones, formas de ver la vida, que se ponen en juego en una misma persona. El deseo de viajar versus el de establecerse; el estado de constante búsqueda versus el de optar por uno de los tantos caminos; la sexualidad apasionada, sin compromisos, de Oliveira con la Maga o con Pola, por qué no con la clochard (vagabunda en francés), o el quererse de Traveler y Talita, crecer juntos, conocerce y vivir el día a día, acompañándose, peleándose y reconciliándose.



        Por todo lo dicho, hablar de infidelidad suena descabellado, porque de alguna manera Oliveira es Traveler y Talita es la Maga, no sólo por el parecido físico.  

Oliveira por más que lo intenta, no puede escapar del Territorio, ni con el jazz, ni con sus reuniones en el Club de la Serpiente, tampoco ocupando su tiempo en descifrar el acertijo de Morelli, ni burlándose de Berthe Trépat. Con la Maga es cuando logra estar más cerca de su kibutz, más en sintonía con su deseo, fuera del Territorio, de lo rutinario. Pero no la cuida, la deja irse. Esta dinámica lo transforma en un inconformista.

Tal vez, la única forma de escaparse del Territorio es metiéndose en él hasta el cuello, como Heráclito el oscuro en la mierda, para curar su hidropesía.


                              Heráclito, el Oscuro.

Otro de los tópicos que discutimos, sobre los cuales Rayuela transcurre es  “la necesidad del otro”, como se manifiesta en un pasaje del capítulo 54. En él uno de los locos, el  de la paloma, desciende al sótano del manicomio donde estaban las heladeras para conservar los cadáveres. El de la habitación 56 acababa de morir: “Era el 56, se acordaba muy bien, la familia tenía que estar al caer de un momento a otro. Desde Trelew. Y entre tanto el 56 había recibido la visita de un amigo, era de imaginar la conversación con el viejo de la paloma, uno de esos seudodiálogos en que al interlocutor lo tiene sin cuidado que el otro hable o no hable siempre que esté ahí delante, siempre que haya algo ahí delante, cualquier cosa, una cara, unos pies saliendo del hielo”.

       Finalmente nos preguntamos el por qué del título, su significado. La Rayuela representa la vida, aunque la primera sea un juego y la segunda parezca cosa seria. Hay en el libro una reivindicación de lo lúdico, como por ejemplo en el capítulo 41, en el que Oliveira y Traveler tienden un puente de tablones entre una ventana y la otra, para pasarse la yerba y unos clavos. ¿Por qué atribuirle realidad a lo serio y no al juego?





La relevancia, lo vital del juego, se expone de manera contundente en el último párrafo del capítulo 105: “Sólo en sueños, en la poesía, en el juego –encender una vela, andar con ella por el corredor- nos asomamos a veces a lo que fuimos antes de ser esto que vaya a saber si somos”.

El desenlace de la novela gira alrededor de la rayuela, pintada en el patio del manicomio: “Era así, la armonía duraba increíblemente, no había palabras para contestar a la bondad de esos dos ahí abajo, mirándolo y hablándole desde la rayuela, porque Talita estaba parada sin darse cuenta en la casilla tres, y Traveler tenía un pie metido en la seis, de manera que lo único que él podía hacer era mover un poco la mano derecha en un saludo tímido y quedarse mirando a la Maga, a Manú, diciéndose que al fin y al cabo algún encuentro había, aunque no pudiera durar más que ese instante terriblemente dulce en el que lo mejor sin lugar a dudas hubiera sido inclinarse hacia afuera y dejarse ir, paf se acabó”.

                                                                                                                                                                                            Kelazo


2 comentarios:

  1. De golpe llegué acá, necesito respuesta, necesito consuelo. Cualquier cosa que no sea quedarme para siempre con la duda. Se ahogó, no se ahogó, Horacio nunca sabrá, como yo.

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  2. Yo leí Rayuela (1-56) y me quedé con la duda "qué le pasó a la La Maga?" Entonces comencé mí 2da lectura (en el orden q propone el autor) yo esperaba saber más de Lucía, voy por el capítulo 41

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