lunes, 23 de junio de 2025

Sobre Marín Fierro

    Al hablar de Martín Fierro, quisiera, por capricho, porque nos lo preguntamos, contar la vida del autor y hacer un recorrido histórico.

    José Hernández nació en 1834. Su papá se llamaba Rafael y era federal. Su mamá, al revés. Se llamaba Isabel de Pueyrredón, y, claro, con semejante apellido, era unitaria. José nació en lo que es hoy el Partido de San Martín, que en esa época se llamaba “Caserío de Pedriel”.

    Los padres fueron a trabajar al campo. Eran de sociedad, pero igual tenían que trabajar. Se fueron a una de las estancias de Rosas y él se quedó al cuidado de una tía y un tío. Pero en 1840 el Restaurador de las leyes se puso bravo, (ojo, que los unitarios no eran ningunos buenitos), y  los tíos tuvieron que emigrar, así que José, que era chico, se quedó con su abuelo, un federal con convicción, que también se llamaba José Hernández. Nuestro autor vivió en Buenos Aires y fue al Liceo Argentino de San Telmo. Pero tuvo que mudarse al campo por problemas pulmonares, y allí vivió con su padre, que, como dije antes, era federal. Ahí se hizo campero e hizo amistad con los peones y con los gauchos. Conoció las técnicas agrícolas de la época. ¿La época? Corría el año ’43, (siempre 1800, siempre siglo XIX), o sea el segundo gobierno de Rosas, en el que el candidato pidió y obtuvo la “Suma del poder público”, que le fue otorgada por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires y que consistía en concentrar los tres poderes en manos del Restaurador. Es que habían asesinado a Facundo Quiroga y había un clima de violencia y anarquía en toda la Confederación. Por un lado, Lavalle y el General Paz, por otro, desde el norte estaban preparando, o, no,  más bien, ya tenían un ejército unitario que venía bajando. Los unitarios no eran buenitos.


    Rosas termina su mandato en 1852 cuando enfrenta a Urquiza  en la batalla de Caseros, es vencido y se exilia para siempre en Southampton. Asume Justo José de Urquiza el gobierno de la Confederación Argentina. Lo asume en Entre Ríos. Hay guerras continuas entre las  provincias y la Reina del Plata. En la Reina del Plata asume Valentín Alsina, unitario total, muy modernizador. Y pasa lo peor. Buenos Aires se separa de la Confederación. Urquiza gobierna desde Entre Ríos para lo que era toda la Argentina en ese momento, -sin la Patagonia y con un poquito de lo que hoy sería La Pampa-, y Buenos Aires por el otro. Buenos Aires sola, pero con el puerto, con las relaciones exteriores, con el comercio exterior, siempre moderna y rica. Nuestro escritor se enroló en un ejército contrario a Valentín Alsina y se unió a todo lo que tuviera olor a federalismo. Ya andaba también Bartolomé Mitre en el bando unitario.

    Estamos muy entrados en los años ’50. Los rosistas quieren volver. José Hernández está en esa lucha, por supuesto, y sigue el ideario de Alberdi. Las luchas eran armadas, los debates públicos eran para pocos. Se fue a trabajar a Paraná, que era la capital de la Confederación, (recordemos, gobernaba Urquiza). Fue taquígrafo del senado y se dedicó a escribir. También se unió al Partido Reformista, que combatía contra la figura creciente de Mitre. Colaboró en varios diarios como El Nacional Argentino (seguimos bajo el gobierno de Urquiza), en el Diario de Uruguay de Concepción del Uruguay. También compuso cielitos. ¿Qué eran los cielitos? Se los conoce como las primeras composiciones de literatura gaucha. Los cielitos se cantaban y se bailaban, tenían un estribillo pegadizo y temas referidos a la revolución, a nuestra independencia. En la película “Camila” de María Luisa Bemberg, se baila un cielito y juegan al gallito ciego cuando Camila (Susú Pecoraro) se encuentra con el padre Ladislao, (Imanol Arias).

    José Hernández escribió, además de notas políticas favorables a los federales, versos en este género llamado “cielitos” y los publicó. Pero los cielitos más conocidos son los  de Bartolomé Hidalgo. Y se los considera como la primer composición o poesía gaucha. Ya lo dije.

    Después de la batalla de Pavón, que significó la caída de Urquiza y, luego el horrendo asesinato a manos de un sargento del federal Ricardo López Jordán,  Mitre asume la presidencia, se integra Buenos Aires a la Confederación y nuestro autor publica Vida del Chacho, una biografía del Chacho Peñaloza muy linda de leer. Recordemos que al Chacho lo matan sanguinariamente unos killers al mando de Sarmiento en 1863.  Hernández  culpa  a Sarmiento por ese asesinato. También López Jordán se puso en contra de Sarmiento, que durante el gobierno de Mitre, además de ser gobernador de San Juan y ministro de relaciones exteriores, era Director de Guerra. Hernández se sumó a esta rebelión contra el multitask sanjuanino y, perdió. La guerrilla fue sofocada y tuvo que exiliarse en Brasil. Sarmiento había pedido precio por su cabeza. Estuvo un año en ese país. Recordemos que también durante el Gobierno de Mitre se llevó a cabo la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay. (1864 - 1870) Hoy casi todos los historiadores consideran que aquello no fue una guerra, sino un genocidio contra nuestra hermana república.

    Nuestro autor volvió a Buenos Aires, vivió medio de incógnito, o no tanto en un hotel, mandó, por seguridad a su mujer e hijes, que eran seis, a vivir lejos.  Ya era el año 1872 y Sarmiento ya era presidente. Hernández, en ese hotel que estaba frente a la Casa Rosada, es decir, frente a su poderoso perseguidor. Así, recluido en su habitación, escribió El Gaucho Martín Fierro.

    En el ’74 Sarmiento termina su presidencia, qué alivio, y Hernández hace periodismo y llega a ser diputado de la legislatura de Buenos Aires. Sigue luchando, pero sin armas, por el ideario federal, quiere federalizar más nuestra ciudad, y se hace amigo de Dardo Rocha a quien ayudó a diseñar y fundar La Plata.

    En el año 1879 escribió La vuelta de Martín Fierro a pedido del público. Después, en 1881 escribió Instrucción del estanciero, una obra en prosa en la que pone todo el saber de campo que adquirió cuando estuvo con su abuelo y su papá haciendo vida campera.

    Murió siendo senador en 1886.

 

    Martín Fierro es la historia de un gaucho. O, no, más bien, es la historia de todos los gauchos encarnados en la voz del héroe que nos propone José Hernández. Es una novela de denuncia política. Una novela muy poética. Un poema que narra la desgracia de ser perseguido por el poder de turno y la triste, no deseada decisión de tener que marginarse, salir de la ley y hacerse gaucho matrero.

“Yo he sido manso, primero,

 y seré gaucho matrero

 en mi triste circunstancia,

 aunque es mi mal tan projundo;

 nací y me he criao en estancia,

 pero ya conozco el mundo.”

 


    Lo mismo le pasa a Cruz, que debe cruzar la ley e irse con su amigo al otro lado, al lado de la miseria y la barbarie porque en el espacio de la civilización no hay lugar para ellos.

    Pero nuestro gaucho sobrevive y continúa el recorrido de su vida.

    A la segunda parte, llamada “La vuelta de Martín fierro” se la interpreta como “la asimilación" del personaje, o, más bien, se interpreta al autor como alguien que se asimiló a la nueva realidad, al país que Sarmiento nos dejó, (gobernó del ‘68 al ’74)  y a la presidencia de Avellaneda, (’68-’74).

    Igual, Hernández no paró de denunciar. En “La vuelta…”, los dos hijos de Fierro y el hijo de Cruz cuentan las injusticias del poder sobre ellos, que eran huérfanos, huérfanos sin amparo como lo era su padre y como fueron los gauchos en su propia tierra.

    El hijo mayor sufrió, entre muchas cosas, un presidio injusto del que expresa su sentimiento de soledad.

“La justicia muy severa

suele rayar en crueldá;

sufre el pobre que allí está

calenturas y delirios

pues no existe pior martirio

que esa eterna soledá.”

 

    El segundo hijo, que fue despojado por el juez de paz, de la herencia que le hubo dejado una tía, fue criado malamente por el Viejo Vizcacha, que es a todas luces el verdadero contrario de Martín Fierro. Es salvaje, cruel violento y predica la deshonestidad y la trampa como valor.

    Picardía también fue muy maltratado, reclutado y enviado a la frontera, que es el infierno.

    En toda la novela los indios carecen de nombre y sus muertes no son registradas. Los indios eran  seres anónimos sin individualidad ni identidad. Ni siquiera contaban con la culpa de quien los asesinara.

    De todas las muertes por asesinato, la que se toma en cuenta es la del Moreno, a quién Martín Fierro, luego de haberlo asesinado, quiere enterrar. Esa muerte en lugar de engendrar otra venganza de muerte, nos trajo la gran payada del final. Payando se corta la cadena de muertes. Se corta, por fin, la cadena trágica y se nos brinda un final que es pura imaginación, pensamiento y poesía. Fierro y el hermano del Moreno, en lugar de batirse a duelo compiten con el canto. También están los hijos, que dejaron de ser huérfanos. Y, seguramente, los otros parroquianos de la pulpería habrán encontrado la victoria en la reunión poética.



 

  Raquel Poblet.

 

 

domingo, 18 de mayo de 2025

El Martín Fierro en la llanura de Sáenz Peña

    El Martín Fierro era para mí un tópico de la tradición, una reunión de refranes moralistas que me resultaba muy poco atractivo. Mientras iba leyendo aparecieron los esperados comentarios de cada quien en su encuentro y desencuentro con el texto y las recomendaciones de Pepi de las conferencias y cuentos de Borges y de Kohan referidos a esta obra de José Hernández. 

    Entonces, apareció el placer de dejarme llevar por la música de este poema, el irme por las ramas leyendo los cuentos El sur (en Ficciones de Borges, año 1944), Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (en El Aleph de Borges, año 1949), El amor (de Martín Kohan, publicado en página12, año 2011), o mirando en YouTube las conferencias. 

    La magia ya estaba hecha, los prejuicios se transformaron en entusiasmo.

    ¡Ché qué groso este tipo! ¡Un rapero!

    En la reunión me enteré que lo leían en las pulperías.

    ¡Un influencer!

    A mí me llegó mucho su penar y su consuelo, cantar.

    Fierro dice que no es cantor letrao, pero puede hacer gemir a la prima y llorar a la bordona.

    Se define como un gaucho perseguido al que tanta alversidá -"tenía hijos, hacienda y mujer pero empecé a padecer, me echaron a la frontera"- sólo lo arrojó al maltrato ya que para Fierro aquello no era servicio ni defender la frontera.

    No le fue muy bien con la palabra, recibió un: "¡te he de enseñar andar reclamando sueldos!". La lección la aprendió estaqueado.

    Así que nuestro héroe se hizo humo y enfiló para el campo orégano donde se vio libre, donde lo llevó el deseo.

    En libertad sintió que sufría al ñudo, y cuando al cabo de tres años volvió, sin hallar rastro de su rancho, largó el llanto como una mujer y juró ser más malo que una fiera.

    "De carta de más me vía, me dijeron que era malo y entraron a perseguirme."

    Es el mismo Fierro, quien no se ahorra cargar con algunas muertes, el que contempla las estrellas que Dios ha creado para consolarse en ellas, las que le parecen más bellas cuando más desdichado está.



Vir

viernes, 4 de abril de 2025

Crónica de Luna caliente

   Hasta que por fin llegó el domingo 16 de Marzo y nos vimos los siete locos, que, somos más de siete. Éramos Dani, Rosi, Nacho, Silvana, Anita, Virginia  (sos nuestra, Virgi) y yo, en la larga mesa de nuestra máxima anfitriona Pepa. Un hogar y una mamá en Villa Urquiza.  A la mesa también estaba la pequeña Valentina. La bella Aymé y Maxi haciendo quilombito infantil, lo que tornaba más hogareño nuestro encuentro de lectura.

   Hacía mucho que no nos veíamos. Desde el festivo diciembre. Nuestras últimas visiones fueron bailando de madrugada en el cálido salón de la biblioteca Mariano Moreno de Sáenz Peña. En aquella ocasión, al despedirnos, creo que fue Nacho quien dijo: “Bueno, nos vemos en marzo. Tenemos que renovar el deseo”. Y, efectivamente, luego de dos meses y medio, aquí estábamos muy renovados con las lecturas de los cuentos del volumen  La furia de la gran Silvina y con Luna caliente del querido Mempo Giardinelli. Aclaro, que, más  allá de mis halagos al autor, hubo quienes profesaron y manifestaron disgusto y embole por la novela.

   Mempo la escribió en el año ’83. Recordemos ese año. El ’83 fue el año en el que clausuramos las dictaduras que nos venían azotando desde 1930 con el violento derrocamiento a don Hipólito Yrigoyen. Luego vino la Década infame, saturada de hambre, represión y milicos por doquier hasta el ’45 que llegó Perón al balcón y que ganó en el ’46 con el 53,71% de los votos.    

   Democráticamente ganados sus votos, sin fraudes. Violentamente derrocado también por los milicos y el establishment, que ya se había ocupado de bombardear la Plaza de Mayo y otros espacios con gente del pueblo caminando. Otra cosa que no se sabe bien, es que el gran líder había sufrido  otros atentados como la bomba que la Marina puso en el año ‘53 en la sede de la CGT y que tuvo como participante a la hermana de Silvina Ocampo, la aristócrata Victoria.

   Finalmente, el 16 de Septiembre derrocan a Perón, lo proscriben, no consiguen matarlo, encarcelan y fusilan a peronistas y empieza otro período de proscripción y de dictadores militares. Hay un lapso que va del ’58 al ’62 en el que gobierna el doctor Frondizi, todos los días acosado por militares que se le metían armados en el despacho, detalle muy poco consignado por la historia. Don Arturo, que impulsó una política de desarrollo y levantó la proscripción al peronismo, sufrió un golpe de estado militar  y fue puesto preso en la isla Martín García. Otro gobierno tutelado por milicos fue el de Illia, ‘63 – ‘66, que, aun habiendo sido obediente al anular los contratos petroleros de su antecesor, fue también derrocado.  Después vinieron esas dictaduras catoliconas, que metían presos a los jóvenes. Si tenías entre dieciocho y treinta años, en esos años de fines de los sesenta y principios de los setenta, te comías una o dos noches para “averiguación de antecedentes”. Y otras cosas más, como la noche de los bastones largos y la censura al arte. También había contracultura y militancia. Toda la gloria y  felicitación a la juventud de aquella época que se la jugaba. Mi admiración y la de muchos a esa generación.

  Los generales dictadores fueron Onganía, Levingston, ocho meses y Lanusse hasta la vuelta de Perón. Primero, el gobierno de Héctor J, Cámpora, después Lastiri como seis meses, hasta que asume el General. Años de alegría, libertad y violencia. El 1 de Julio del ’74, el Pocho muere y asume Isabelita. De estos tiempos, mejor, no cuento. En marzo del ’76 hacen el golpe y estamos ante la dictadura más sangrienta e industricida de nuestra historia que dura hasta el ’83.

  En el ’83 escribe Mempo Giardinelli  Luna caliente, y es en el  año ’83 cuando los argentinos clausuramos, decidimos definitivamente y para siempre “no golpear jamás las puertas de los cuarteles”, defender las instituciones, hacer cumplir los mandatos presidenciales desde el principio hasta el final, que eran de seis años. En ese año la escribe y en el ’84 la edita, creo que por Bruguera. También en ese año estuvo primero No habrá más penas ni olvido, de Osvaldo Soriano, otro escritor querido y puntal de la democracia.

  Otro libro muy vendido en ese año, el primero de la democracia y bajo la presidencia del doctor Alfonsín, fue Diario de la Argentina, de Jorge Asís. Este novelón no recibió mención alguna de ningún crítico de medio alguno, pero vendió como el que más junto a El nombre de la rosa de Umberto Eco.

  Es que aquella fue una época, unos años en los que todos queríamos leer, ir al teatro, releer, escribir, bailar, hacer política, ver todo el cine que la dictadura cívico eclesiástica militar había prohibido. A Mempo lo tengo muy ubicado en esos años de esplendor y expresión cultural. “Hay que sacarlo todo afuera, como la primavera, nadie quiere que adentro algo se muera”, decía María Elena.

   Pero ahora, vayamos a centrarnos en la novela. La historia empieza directamente, sin introducciones ni presentaciones; se inicia con la atracción erótica entre Ramiro Bernárdez, un académico de treinta y dos años recién llegado de Francia, y Araceli, la chica púber, hija de Braulio Tennembaum amigo del protagonista. El amigo que se calienta con la hija del amigo, y la hija que se calienta con el amigo del padre bajo la luna caliente y el calorazo que debe hacer en el Chaco. Atracción perversa, si las hay.

   Claro que lo prohibido se consuma en una indudable violación. Después queda la duda acerca del estado de la muchacha, digo, si la chica había quedado muerta o viva. Más bien, los lectores nos inclinamos por la primera opción. Y a partir de acá empieza el protagonista a hacer el camino del antihéroe o del villano. Ramiro Bernárdez tiene que huir, encubrir, saber mentir. Comete su segundo crimen. Y lo tiene que encubrir. Violar a la hija de tu amigo y matar a tu amigo, es demasiado. El único  destino que le queda es seguir evadiendo la ley.  Y con respecto a esto, me gustaría citar textuales unas palabras de Silvana: “Yo hice una interpretación muy libre, comparando al personaje con el descenso a su infierno personal, donde se va viendo la transformación de su moralidad y las consecuencias de sus actos. Donde en un contexto de mucha violencia, y cuando se esperaba una condena tangible a sus delitos, su sentencia fue una tortura más bien psicológica encarnada en la culpa y el miedo.”- Silvana dixit. 

   Y, ya que abordamos la degradación moral del protagonista, agrego las palabras de Nacho: “Viví el paisaje chaqueño, me excité con su luna caliente hasta arder. Buena descripción del paisaje. Novela polémica sobre límites. Límites geográficos y también morales.

   ¿Nos puede pasar a cualquiera esto de perder en un segundo la razón y cometer una locura?

   Por un lado fue una violación por la diferencia de edad,  pero ella también lo deseaba, lo buscaba. Polémico. ¿Ella había muerto desde el inicio? ¿Luego aparecía su fantasma? ¿O era la culpa del doctor que lo acorralaba? ¿Shakespeare? ¿Hamlet? El contexto militar, el miedo, que ronda la escena. La locura de la selva misionera. Quiroga. ¿El interrogatorio del milico?

   Por último agrego la tensión que supo generar la novela de Mempo.”- Nacho dixit.

   Frente a la duda de Nacho sobre si hubo violación o no, transcribo una de las últimas líneas del segundo capítulo: “Y entonces él le tapó la boca con una mano, conteniendo el alarido. Forcejearon mientras él le rogaba que no gritara, y se acostaba sobre ella, apretándola con su cuerpo, sin dejar de manosearla, besándole el cuello y susurrándole que se callara. (…) Ella sacudió la cabeza, desesperada por zafarse de la boca de Ramiro, por volver a respirar, y entonces fue él, enloquecido, frenético, le pegó un puñetazo, (…)  Pero como Araceli gimoteaba ahora ruidosamente volvió a pegarle, más fuerte y le tapó la cara con la almohada mientras se corría largamente, espasmódico, dentro de la muchacha que se resistía como un animalito, como una gaviota herida.”

   Queda en el lector la duda sobre el estado en que había quedado la muchacha, digo, si había quedado muerta o viva. La duda aqueja al protagonista, y es la duda lo que lo convierte en asesino y lo que lo hace emprender su derrotero de villano criminal por las rutas chaqueñas.

   Y asocio a esto las palabras de Cristian: “Cuando empecé a leerla lo primero que pensé fue, otra vez una violación, es un tema terrible, ya no tengo ganas de leer esto. Pensé que se venía algo a lo Amores urgentes de Juan Solá o La virgen cabeza, que estuvieron buenísimos, pero un poco me agotó este tipo de lectura. Y enseguida me di cuenta de que no iba por ahí la cosa y me encantó el libro, me pareció muy amena y sencilla la manera en la que está narrado y vi esa sencillez como una virtud de Mempo, en vez de una falta de recursos.” 

   Pero algo insólito, quizá no muy bien verosimilizado sucede, y es la sorpresiva reaparición de Araceli sana, salva y enamorada… Una sensación de absurdo acomete a los lectores. Como si de pronto estuviéramos leyendo una comedia dislocada. Pero es una sensación fugaz. Araceli estaba un poco loca y la cultura de la violación combina muy bien con este clima de época. 

   Es interesante también ver que  el narrador no reflexiona sobre los actos inmorales del protagonista. El narrador muestra las acciones, las reacciones y el terrible paisaje que parece influir en los actos de Ramiro. ¿Podía el protagonista diseminar su culpa en la luna caliente y en el calor tórrido del ambiente? Pero a medida que va avanzando la acción vemos que lo que realmente influye es esto que hoy se denomina “clima de época”. O también llamarlo “moral de época”. Recordemos que esta ficción ocurre en el año ’77, en plena dictadura, en uno de los peores años de represión y falta de libertades Esto nos hace pensar que el protagonista no pudo elegir. Acá hay algo muy contradictorio. Por un lado la “libertad” que implica haberse dejado llevar por un impulso bestial, y por el otro, la falta de libertad al no poder negarse a un impulso violento y tanático como el que tuvo con la púber. La opresión de la luna caliente y también  del año 77 le quitó la libertad de decir no que te da el raciocinio. Se puede leer que Ramiro Bernárdez no eligió, sino que actuó compelido por un impulso al que no se pudo negar. Su voluntad estuvo tiranizada por la luna y el clima de época. La situación tanto política como climatológica funcionó como eso, lo convirtió en un animal carente de la libertad de negarse a hacer lo que está mal, la libertad de negarse que te da el raciocinio.

   La relación entre Ramiro y Araceli se asocia a la que pinta Nabokov en su novela Lolita. Para mí hay una gran diferencia. En la historia del escritor ruso, el protagonista, llamado Humbert Humbert , (sí, es así, su nombre por duplicado), planea en detalle la posesión de la púber Lolita. Al asesinato lo provoca después de haber pervertido a la menor. Lo provoca, no lo comete con sus manos. Todo en esa novela en un roce. El incesto ahí en un roce. Habla de Lolita como rozándola. Humbert Humbert no pierde su conducta civilizada. “Tiene roce”. Por el contrario, el arquitecto recién llegado de Europa a tierras sudacas se bestializa sin querer, casi no piensa en lo que hace. No se gobierna a sí mismo. La luna caliente lo barbariza, lo impulsa. Recién después de su primer crimen debe planear, pensar cada uno de sus próximos pasos, debe fingir, como lo hace con el paraguayo que lo levanta, debe meditar bien lo que va a declarar a la policía después. A pesar de  la luna caliente y el bochorno se convierte en un hábil declarante.

   Y como el crimen dominaba y gobernaba en aquel año, las autoridades podían perdonarlo. Perdonarlo para convertirlo en cómplice del proceso de reorganización. (Ay, hubiera preferido eludir este nombre, perdón.). Por algo (lo dice el texto) al crimen lo investiga personalmente un teniente coronel, Gamboa  Boscheti, que le dice: “- voy a ser claro nuevamente, doctor: usted no está siendo admitido en la universidad sólo por sus estudios, ni por sus títulos. En el proceso en el que estamos empeñadas las Fuerzas Armadas, ello no es posible, sin nuestro conocimiento. Usted viene a ser lo que yo llamaría un hombre de reserva, una persona en estudio. Que nos interesa mucho. Y hasta ahora sus antecedentes son impecables. ¿Se da cuenta?  (…)”

   Avalar lo injusto y lo criminal y reclutar cómplices era propio de la dictadura. A propósito de esto, reproduzco ahora la opinión de Rosalía, Rosi, sobre la novela: “Me pareció ingenioso y creativo en los giros que tomó la historia.

   Su forma de escribir te deja seguir leyendo, olvidándote del tiempo. Lo que dije: escribir sobre lo que pocos pueden decir, o sobre lo que la moral no tensiona. Digo, se anima a polemizar sobre una problemática compleja de abordar.

   Visibiliza la impunidad de las fuerzas y expone a los “ensobrados” ”. Rosi dixit. 

   Pero a la salvación total la encuentra en las palabras de su propia víctima, que es Araceli cuando declara mintiendo: “-Les dije toda la verdad, mi amor, que estuviste toda la noche conmigo y que estamos enamorados.”

   Araceli y la luna lo bestializa. Araceli es una bestia que no quiere hablar ni aclarar lo que pasó, o, más bien, lo que hizo el civilizado abogado llegado de Europa.

   Araceli lo salva.

   La dictadura lo condena y lo salva. La dictadura es bestia porque es bestial ser el que manda y ser la ley al mismo tiempo.

   Faltaría al protagonista hablar, aclarar, sacarlo todo afuera con su víctima- amante Araceli:

   “Entonces, para detenerla, le dijo lo que tanto ansiaba y temía decir:

   _ Araceli -en voz baja, hablándole al oído-, vos creés que yo maté a tu papá, ¿no?

   _No quiero hablar -murmuró ella, despacito, con su voz aniñada-”.

   Otra vez ocultar. No hablar.

   El asesinato a Braulio Tennembaum queda definitivamente impune.

   Estamos, entonces, ante un adentro opresivo, el interior de la dictadura, el año 77 en el que todo se oculta y se miente. Es el interior del texto, es la ficción. El año ’83, cuando el autor cuenta, despliega los hechos, escribe una novela que hubiera estado prohibida en el año en el que se sitúa su ficción. El ’83 fue un año de liberación, el año de nuestro gran pacto democrático, y esperamos que este pacto sea eterno en la Argentina, que la democracia sea la esencia de nuestra patria, que la luna llena, caliente, chaqueña, nueva o menguante, sea para el amor y el goce y nunca para el crimen.

 

Raquel Poblet.

 

 

 

domingo, 30 de marzo de 2025

La furia

     ¡Qué mejor para empezar el año de la Serpiente, que un libro de Silvina Ocampo! Decidimos leer "La furia" en vacaciones, que son 34 cuentos, la mayoría escritos entre 1937 y 1940, época en la que Silvina vivía en la estancia Rincón Viejo en el pueblo de Pardo, con el joven y atractivo Adolfito Bioy Casares, con quien noviaba y luego se casaría... En el país transcurría la Década Infame, que devino luego del derrocamiento de Hipólito Yrigoyen en 1930. Se sucedieron varios milicos en el poder y en el año 1938 fue elegido un radical, Roberto Marcelino Ortiz, en elecciones signadas por el fraude. Igualmente este contexto de país, a las familias Ocampo y Bioy Casares no le interesaba.

    Los 7 locos fuimos nueve esta vez y estábamos felices de reencontrarnos, pero a su vez nos envolvía una sensación particular inherente al mes de marzo, momento del año en el que terminan las vacaciones y uno empieza a preguntarse qué va a hacer de su vida, cómo va a llegar a fin de mes, si tendrá algún momentito de ocio, de disfrute, etc. 

    La pregunta existencial de marzo se puede resumir de la siguiente manera: ¿podrá uno parecerse más a La liebre dorada, que salta libre por el campo, y por más que la persigan y la quieran cazar, no guarda resentimiento por los desaforados perros que la corrieron sin éxito; o, por el contrario, uno en su cotidianeidad terminará pareciéndose más a esos pobres perros de caza, que mandados por el cazador (empleador, jefe) corren frenéticamente hacia el objetivo, sin medir consecuencias, y acaban moribundos tirados en el pasto?

    Los nueve que estuvimos presentes en los aposentos de Pepa, alrededor de la mesa que ostentaba empanadas, papas fritas, chipás, tartas y vinos, fuimos Nacho con nuevo corte de pelo; el caso Rosi de Freud; Rachel y sus revistas literarias de la década del 80; el pibe Cristian bronceado con sol de Barú; la cada vez más glamorosa Sil (pese a que no pertenezca a la familia Ocampo); Vir y su calidez; Ana María y su incorrección afectuosa; Pepa, la mejor anfitriona que uno pueda tener; y quien escribe, el azabache Dani. También participaron niñeces -Valen, Maxi y Aimé- alegres y entrañables, en contraposición a las que describe Silvina en "La furia".

    ¿Qué decir de los cuentos de la menor de las Ocampo? 

    En los cuentos de Silvina, vida y literatura se confunden, como ocurre en La continuación. En este relato hay una pareja y aparece una tercera que se llama Elena. 

    Elena Garro fue una novelista mexicana, esposa de Octavio Paz y amante de Bioy. La sexualidad y la infidelidad son temas que invaden la literatura de Silvina: 

    "Aborrecí la sangre celosa que corría por mis venas. (...) Te aborrecí porque me amabas normalmente, naturalmente, sin inquietudes, porque te fijabas en otras personas".

    En El asco también surge la infidelidad. Narra la empleada de la peluquería. Asco de Rosalía hacia su marido, barbudo con cara de demonio. Ella vence el asco con voluntad y logra amarlo. Con el amor la casa está linda, ella cocina y él trae regalos. Con el desamor la casa se viene abajo, él es infiel -con la peluquera-, y en ella surgen ganas de matarlo con un cuchillo. 

    "Ser amada no da felicidad, lo que da felicidad es amar".

    En El goce y la penitencia, la que narra es una mujer que se enamora del pintor al que le había encargado, junto a su marido, el retrato de su hijo Santiago. Armindo, el pintor, termina retratando un niño que no se parecía a Santiago, sino al hijo por nacer, producto de la infidelidad.

    En El castigo narra el varón de la pareja, que era extremadamente celoso. Ella, una joven de 20 años, relata su historia desde el presente hacia atrás, hasta el día de su nacimiento, demostrando su fidelidad. Él al final del cuento, envejece 20 años después de escucharla.

    En La paciente y el médico, una joven virgen se obsesiona con su médico. Él le entrega un retrato suyo para que cuelgue en la cabecera de la cama, y recurra a él cuando se sienta mal. Ella salía con hombres a los cuales les cobraba para comprarle regalos al doctor, pero no tenía relaciones con ellos. ¡Es una descripción de la histeria! -gritó la psico Rosi.

    En Carta perdida en un cajón, la historia es entre dos mujeres que se conocieron en la infancia, en el colegio. Empieza la carta con un inobjetable "Imbécil". Continúa diciendo "No me parece posible que el revestimiento de mi esqueleto sea igual al tuyo". La destinataria de todo este resentimiento se llama Alba. Y una tercera, también mujer, se termina enamorando de Alba, al escuchar a la narradora hablar pestes de ella. 

    La superstición sobrevuela los cuentos de Silvina. En La casa de azúcar las supersticiones no dejaban vivir a Cristina. Pero lo que finalmente ocurre, termina dándole la razón. Empieza a vivir la vida de otro por habitar su casa. Cristina se transforma paulatinamente en Violeta, la antigua dueña de la casa, una mujer que usaba vestido de terciopelo, cantaba, era hermosa y tenía amantes. 

    Silvina Ocampo era supersticiosa y medio adivina. Tenía un sexto sentido. Magush leía el destino en el edificio deshabitado que estaba frente a la carbonería en donde vivía. Usaba los ventanales del mismo como barajas. En La sibila, la niña Aurora se había hecho amiga de Clotilde Insfrán, que era corsetera de su mamá y también adivina. Cuando muere Clotilde, le promete a Aurora que "el Señor", en un futuro la iba a ir a buscar a ella también para que estén juntas. Por eso cuando entra el ladrón a la mansión de Aníbal Celino, papá de Aurora, la niña lo esperaba en la escalera, pensando que era "el Señor". El nombre del cuento refiere a las sibilas de la mitología griega, que eran profetizas que conocían el futuro. 

    Por su parte, La casa de los relojes es una tragedia, pero no hay héroe como en las tragedias griegas, sino todo lo contrario. El protagonista es Estanislao Romagán, un relojero jorobado, muy querible, que asiste a la fiesta de bautismo del Rusito, con el traje arrugado. Y como era tan querido, muchos de los asistentes a la fiesta, terminan acompañandolo a la tintorería "La mancha" para plancharle el traje. Pero lo hacen sin sacárselo, sobre la joroba, y terminan quemándolo vivo. 

    Hay tragedia en El vástago donde se va gestando la venganza hacia el abuelo violento. Dos hermanos viven las atrocidades ejercidas por Labuelo durante su infancia y adolescencia. Uno de ellos, el que narra, logra tener una aventura con Leticia, que queda embarazada. Labuelo piensa que el hijo es del hermano Ángel Arturo y lo obliga a casarse con Leticia, que no dice nada. El nieto que nace, es el retrato de Labuelo, y a él no le negaba nada. Ese nieto encarnará la venganza, que luego tendrá un giro trágico.

    La crueldad es una constante en la literatura de Silvina. Mimoso es el perro que muere y es embalsamado con sustancias tóxicas, para ser recordado. Pero termina siendo cocinado y servido en la cena para hacer uso de esas sustancias con el tenedor de libros de la Casa Merluchi, quien insinuaba que la dueña del perro tenía una relación zoofílica con Mimoso. En El sótano, una mujer que habitaba allí, y había aprendido a convivir con los ratones, es encerrada cuando se decide la demolición de la casa. 

    En La furia, el cuento que da el nombre al libro, la crueldad está encarnada por Winifred, la filipina, que parecía una furia o erinia. Según la mitología griega las erinias eran personificaciones femeninas de la venganza, que perseguían a los culpables de ciertos crímenes. Winifred había prendido fuego a su amiga de la infancia Lavinia con un cirio en un acto escolar, estaban ambas vestidas de ángeles. Esto le cuenta a su amante, que es el que narra, a quien conoce en una plaza a donde había ido porque estaba cuidando un niño. A él le molestaba el ruido que hacía el niño cuando tocaba el tambor. Winifred le advierte de su maldad, y finalmente se escapa, abandonando al niño con él.

    La enfermedad y la muerte a las que Silvina tanto temía, a tal punto que evitaba ir a visitar a amigos internados y a los velorios, son temas centrales. En Las fotografías, Adriana que había quedado paralítica luego de un accidente, el día de su cumpleaños tiene la primera salida del hospital, y muere no sin antes sacarse las fotos protocolares con cada uno de sus familiares. En La última tarde, Porfirio Lasta que vivía tranquilo en su campo con las ovejas, muere asesinado por su hermano que le llevaba la contabilidad. En El vestido de terciopelo, la señora Cornelia Catalpina de Barrio Norte, muere asfixiada mientras se probaba su nuevo vestido de terciopelo asistida por la modista. En La boda, la novia Arminda muere picada por una araña que había sido colocada en su rodete de novia, por una niña de 7 años -que es la que narra-. "La araña por la noche es esperanza". 

    En La oración, una mujer le habla a Dios. Ella le había sido infiel al marido, a quien nunca había querido, con un albañil. Caminando por la calle España en Avellaneda, se topa con una escena horrorosa. Claudio Herrera de 8 años ahoga en una zanja a otro niño Amancio y ella no interviene. A continuación rescata a Claudio y lo esconde en su casa, para evitar el linchamiento. La gente del barrio estaba enardecida, "Durante el entierro la gente no lloraba a Amancio, maldecía a Claudio". Pero a su vez, la mujer que narra, se da cuenta de la maldad de Claudio, y deja abierto el botiquín con los barbitúricos que utilizaba para dormir, para que los use con el marido, a quien Claudio también odiaba.

    La perversidad de los niños también aparece en Voz en el teléfono, en el que el narrador le comunica a su pareja por teléfono, que no había podido encenderle un cigarrillo porque tenía un trauma con los fósforos y las fiestas infantiles. Y relata que de niño había incendiado su casa el día de su cumpleaños con la mamá de él y de sus amiguitos adentro. En Los amigos, Cornelio, a quien todos tenían por bueno, era místico y perverso. Se adjudicaba una inundación y la epidemia de tifus. Generó una convulsión en otro niño Andrés y quiso matar a su amigo (el narrador), pero a último momento ofreció su vida por la de él. 

    Sin pretender agotar el análisis, por último quería nombrar la originalidad de los narradores, tema que también se charló en lo de Pepa. En Los sueños de Leopoldina, narra el perro Changuito, fiel a Leopoldina que tenía 120 años. Lo que ella soñaba se hacía realidad, pero siempre había sido muy humilde y predecía eventos que tenían que ver con la naturaleza. "Como un barómetro anunciaba las tormentas o el buen tiempo; antes que yo, olía al león que bajaba del cerro, a comer los chivitos o a torcerle el pescuezo a los potrillos". Sus nietas Leonor y Ludovica querían que sueñe con "piedras preciosas, con anillos, con collares, con esclavas. Con algo que sirva para algo. Con automóviles". Y no le prestaron atención cuando predijo la llegada del viento zonda, que arrasó con todo.

    En El asco narra la empleada de la peluquería; en La boda narra la niña Gabriela de 7 años, que es la que pone la araña; en El vestido de terciopelo narra otra niña de 8 años, que ayuda a la modista de Burzaco con sus clientas.

    Nos empapamos de literatura ese mediodía de domingo en Villa Urquiza y salimos un tanto perturbados, porque eso generan los cuentos de Silvina, pero enriquecidos. Gran manera de empezar este 2025 de lectura y amistad. Auguro, a la manera de Silvina, Magush o la niña Aurora, un año de bellos encuentros loquísticos.





El Azabache Dani

    


    

    




    

viernes, 13 de diciembre de 2024

Los 10 años locos

Sáenz Peña, Sábado 30 de Noviembre de 2024


Estamos acá reunidos porque Los 7 Locos cumplimos 10 años de existencia.

En julio de 2014 -pleno invierno porteño- arrancamos con la muy modesta y simple idea de leer y discutir sobre literatura, siendo nuestra única condición que los autores a tratar hubieran nacido por estas latitudes, las del Sur. Para agregar un condimento diferente, pensamos en reunirnos en lugares que se relacionaran tanto con la obra como con el autor elegido. 

A partir de esa iniciativa, hemos tenido ya 84 encuentros, leímos 76 libros -uno por mes-, de 60 escritores diferentes.

El grupete está formado por gente común pero apasionada. ¡Quedan todos invitados a formar parte! No es sombrío y gris como Los 7 locos del Astrólogo y Erdosain. Es alegre y combativo. 

Una de sus principales características es su heterogeneidad: hay jóvenes de setenta y pico, madres de niños y de gatos, abuelas modernas, fanáticos de Freud y Lacan, escritores, licenciados recibidos en la academia y otros en la calle, médicos, brasileros cariocas, monógamos, poliamorosos, bailarines de tango, etc.

Somos heterogéneos, diversos, pero tenemos 3 puntos en común:  soñamos con que otro mundo es posible, más equitativo y con oportunidades para todes; defendemos la educación y salud pública de calidad y también los espacios públicos y populares como esta biblioteca -muchas gracias Daniel por recibirnos- y creemos fervientemente en lo colectivo como salida.

Empezamos siendo 3 y ahora somos alrededor de 15. Este grupo se fue constituyendo por oleadas. Fue muy importante la del 2016 con la incorporación de Pepa, Ana María, Guille, Alicia y Tati. Después vino la del 2022 en la que se sumaron la pícara Raquel, el Cristian de San Martín y la blonda Sil, y actualmente estamos viviendo la tercera oleada, que es local, de Sáenz Peña y nos trajo a Vir, Cami, y Andre, pero también a Lucas, Luis y Euge de otras regiones.

Recorrimos con el grupo 23 de los 48 barrios porteños: estuvimos en Agronomía, donde vivió Cortázar antes de radicarse en París; nos juntamos en Palermo donde Borges tenía su biblioteca y charlamos acerca de los Lemmings de Fabián Casas en su Boedo natal.

En provincia de Buenos Aires arribamos a Temperley, donde el Astrólogo de “Los 7 locos” tenía su quinta; nos congregamos en Munro, en la Casa de la Memoria y Resistencia Jorge “Nono” Lizaso, que en los años 70 funcionó como una unidad básica de la Juventud Peronista, para compartir “Operación Masacre” de Rodolfo Walsh y navegamos por el Paraná en el Tigre de Haroldo Conti.

Calculando las distancias   -como viajeros que somos- éstas representan 675 kilómetros de camino en estos 10 años, lo que equivale a viajar de Capital Federal a Córdoba capital. 

Durante el impasse pandémico compartimos 12 encuentros virtuales, y la pelota no se manchó: en esa época transitamos la poesía de Alfonsina Storni, la trans literatura fantástica de Camila Sosa Villada y nos pusimos en contacto por primera vez con Ricardo Piglia y su novela epistolar “Respiración artificial”.

En el 2022, devenimos vacunados, y volvimos a abrazar el placer incomparable de la presencialidad. Ese primer encuentro post pandemia fue en el Jardín Botánico con el libro “Pulpo” de la escritora y miembro del grupo Raquel Poblet -que dicho sea de paso hoy se rifa-. Porque este grupo también tiene eso, compartimos lo que nosotros mismos escribimos.

Como ejemplo podemos nombrar también el libro de poemas “A barlovento”, de nuestra compañera Guillermina Nicolini, que “por esas cosas de la vida” hoy no puede estar acá con nosotros en presencia, pero sí en espíritu.

De los 60 escritores leídos, 22 son mujeres, es decir el 37%, este porcentaje debería ir en aumento. La primera escritora mujer que elegimos fue Samanta Schweblin y su libro de cuentos “Pájaros en la boca”, en septiembre de 2016, ya llevábamos 2 años de historia con el grupo. Tardamos un poco en empezar a leer mujeres. Después vinieron muchísimas más: Aurora Venturini, Selva Almada, Gabriela Cabezón Cámara, Hebe Uhart, Silvina Ocampo, Camila Sosa Villada y Dolores Reyes, entre otras.

Es más, Dolores Reyes participó en el encuentro que hicimos cuando compartimos “Cometierra” en septiembre de 2019. Porque ese fue también un plus de este grupete de lectura que hoy cumple 10 años, convocar a los autores. Y algunos se coparon: Juan Diego Incardona cuando leímos “El Campito” y Haidu Kowski cuando compartimos “Instrucciones para robar supermercados”, son dos ejemplos de ello.

Además de los encuentros de lectura, tuvimos 4 tertulias memorables: la primera fue la Tertulia Los Siete Locos en el Centro Cultural El Colectivo de Villa Urquiza en Diciembre de 2016; luego la Tertulia Latinoamericana para agasajar a nuestro compañero Wagner brasilero que estaba de visita, en lo de Pepa en diciembre de 2019; la tercera fue 3 años después, la Tertulia pospandémica en diciembre de 2022 en mi terraza y la última la Tertulia Iniciática para dar comienzo al año del Conejo en febrero de 2023. Ésta la de “Los 10 años de Los Siete Locos” sería la quinta.

Por último, no quiero dejar de nombrar nuestro blog: literaturamaga@blogspot.com, el nombre en honor a la Maga de Rayuela, de la que todos nos enamoramos, no sólo Horacio Oliveira. En él se deja testimonio a través de crónicas cortas y algunas fotos, de todo lo que vamos sintiendo y pensando en los sucesivos encuentros. Ya tenemos 46 escritos, algunos de ellos memorables, los otros indispensables…

 En este 2024, año del dragón y de un gobierno que admira millonarios y busca congraciarse con el FMI, Trump y Elon Musk, hambreando y reprimiendo al pueblo, nosotros volvimos a apelar a los libros, al encuentro, el compañerismo, el afecto, y el sentido del humor; a la lectura que conmueve y a la poesía como refugio. Es nuestra pequeña revolución y seguiremos batallando de esta forma por 10 años más.    

¡Bienvenidos a la fiesta de Los Siete Locos!









Quelonius Monk

martes, 19 de noviembre de 2024

El tormento más puro

 

  En la crónica pasada hablé de “día histórico” para Los siete locos. Los días históricos suelen ser hitos en la historia o en la vida de uno; “hito” significa fuera de lo cotidiano o repetible; bueno, significa eso y mucho más. Quiero decir que voy a contradecir estos intentos de definir tal palabra, puesto que otra vez; es decir, a la vez siguiente, Los siete locos hemos vivido otro día histórico. Sí, hicimos nuestra reunión mensual en la biblioteca Mariano Moreno de Sáenz  Peña por primera vez. Y hay otro detalle. Diez años cumple este grupo y bien festejado será dentro de unas semanas.

  Nos reunimos adentro de paredes llenas de libros. A une se le iba la vista leyendo los lomos o, simplemente, viendo los colores y recordando cosas leídas o por leer. La buena biblioteca vence al tiempo, se pueden encontrar todos los siglos en los anaqueles.

  Acomodamos unas mesas, distribuimos los manjares y las bebidas,- era la hora de almuerzo,- sacamos un poco las miradas de los estantes y nos concentramos en nuestras caras dispuestas en círculo. Estaban Virginia, yo, Camila, Andrea, Nacho, Anita, Pepa y Dani. Estaba también la pareja de Camila que se fue antes, qué lástima. Y faltaban Rosi, Cristian, Silvana, qué lástima.


   El libro que nos convocó esta vez, este 10 de noviembre de 2024, fue nada menos que “El tormento más puro” de Fernanda García Lao.

  Sí, nos concentramos en nuestras caras. Todos estábamos con los ojos abiertos… ¡Qué buenos cuentos! “¡Qué ocurrencias”,- dijo algune de nosotres. Caras de extrañeza en la ronda. Es que estos cuentos son extraños. Extraños porque son realistas, no son fantásticos. Bien realistas son. Todo lo que ocurre aquí puede pasar. Todo lo que ocurre en estos cuentos es posible. Lo que hace Margarita, la virgen añosa, con su cuerpo en el cuento “Tan de cerca”, puede pasar. De hecho pasó. Nuestra autora lo cuenta en una entrevista refiriéndose a una actriz norteamericana. Recuerdo muy bien el hecho y comparto el espanto. Y todos hemos conocido o visto por tele monstruitos así… Perdón, no quiero espoilear.

 

  En Dos veces Gregorio, la hermana de la narradora quiere encontrarse con su marido, aunque con un detalle afectivo especial.

  O la protagonista de El día que murió papá que tiene que hacer varias tareas con un problema líquido.

 

  En Alfonso y su corcel todo es extraño, pero todo es posible, como fue posible que fuera el futuro mismo el que conspirara contra la monarquía gracias al advenimiento de la mecánica. Máquinas y obreros, decadencia de los reyes.

  El plagio del padre en el cuento que da nombre al volumen, asombra, pero es posible.

“La humanidad de un lado, las bestias de otro.” El cuento: Jardín desnudo” nos habla de civilización y barbarie. El protagonista no ve en la naturaleza a un bello paraíso. No. Siente la obligación de poner orden: “La naturaleza es un escándalo. Y yo intento sostener mi rol de hombre educado. Lanzo una amonestación general para censurar la barbarie, pero el jardín no me pierde de vista.” Asevera cerca del final del relato. Yo, por capricho, siento la obligación de contestarle a este protagonista citando los versos finales del largo poema inédito del Marqués de Sade intitulado “La verdad/ La vérité”. Es un poema que se dedica a insultar al dios católico y a las leyes de los hombres, y, cuando habla de “ella” se refiere a la naturaleza. Acá van los versos:

  “Después de los mejores años, si su voz nos llama,

    Regresemos junto a ella burlándonos de los dioses;

    Su crisol nos aguarda para recompensarnos;

    Lo que adquiere su poder, nos lo devuelve su necesidad.

   Allá todo se reproduce, todo se regenera;

   La puta es la madre de los grandes y de los pequeños,

   Y todos nosotros siempre somos muy queridos para ella,

   Monstruos y malvados como buenos y virtuosos”

 

  No es que yo esté muy de acuerdo con el Marqués, pero recomiendo leerlo. Fue un escritor genial.

 

   Y ahora, déjenme dedicarle unas palabras a Hortensio, el protagonista del cuento “Prohibido entender este momento

  Hortensio es hijo de una madre soltera que queda segregado del grupo familiar. Es un bastardo que tiene razón. Quiero decir que el narrador y los lectores estamos a favor de él. Heredó una biblioteca. Las bibliotecas heredadas siempre tienen sorpresas, quiero decir que en ellas podemos encontrar libros que uno no sabía que existían y que aparecen de golpe. No son las bibliotecas sin secretos que uno va acopiando a lo largo de los años. No. Las bibliotecas heredadas son aquellas de las que desconocemos el origen y cuyos libros se van mezclando con los que nosotros vamos comprando. Son esas bibliotecas desorganizadas las que vencen al tiempo. Ese era el hogar de Hortensio. Él era un lector y su experiencia de vida estaba en la lectura misma. Y se consideraba así mismo un lector verdadero, genuino. “He anestesiado mi vida para estirar el tiempo”, le dice al juez. Y luego califica a cada uno de los miembros de su familia, la legítima, la que no es bastarda y que quiere despojarlo de sus entrañas, su tradición y su hogar:

-        “Señor juez, soy un lector irremediable, He anestesiado mi vida para estirar el tiempo. Los muertos me escriben. Conozco mejor sus cabezas que las de nadie, incluida la mía. Para el resto, la biblioteca es un modo de llenar espacios de vida ociosa. Elena maneja el esnobismo como método de sublimación estética mientras vende ibuprofenos. La abuela Nuria utiliza el siglo XIX como sedante. Y el tío Uriel es un cobarde, emplea la literatura para evadir apuros genitales y seducir jovencitas en el corralón de materiales. Encontré más de quince bombachas en el departamento…”

 

  Hortensio lee todo el tiempo y lo reprenden por eso. Lee un cuento de Silvina Ocampo, “El vestido verde aceituna”, que recomiendo y que está en el volumen Viaje olvidado de la misma autora.

Lee La Eneida. ¿Alguna identificación con Eneas?

  Lee a Marosa Di Giorgio, y, si me permiten, transcribiré un pequeño poema en prosa del libro Clavel y tenebrario de ella. Lo cito por capricho y porque quiero congraciarme con Hortensio:

   “En las noches de enero, las diablas daban a luz cerca y allá lejos, bajo sus negras melenas, sus largas pestañas.

  Los diablos, apenas nacidos, empezaban a hacer cosas atroces, malignidades, corrían por todo el campo, iban hasta la casa, pasaban el dormitorio, la cocina, volvían, de nuevo, volando hacia las diablas, que contemplaban con ojos impasibles, los juegos y los nacimientos.”

 

   En los poemas de Marosa hay muchas hortensias, además.

 

    Hortensio se enamora de una mujer, Felisa y dice de ella: “esa mujer era un texto”. Y es esa mujer, una persona que no lee y que le dice. “Yo soy humana y no leo.”. Ella le devela el enigma del cuerpo de su madre muerta y él tiene su gran experiencia erótica. La tiene con esa mujer que era un texto. Y al final… Hortensio era un ave fénix.

 

  Hay frases magistrales en todos y en cada uno de los cuentos. (“magistrales”, ¿será ese el adjetivo que debo usar?) Digo, frases como la que habla de la ceguera de la madre de Claudina “Las dioptrías de ella se hicieron pantano”; o “misas, casamiento o cualquier otro trastorno del pensamiento”

 

   Recomiendo a todos y  cada uno de los cuentos de este volumen. Siempre hay otros autores detrás del autor que estamos leyendo. Yo oigo la voz de Silvina Ocampo, claro, la de Felisberto Hernández, la de Horacio Quiroga,-la misma autora lo señala en una entrevista; oigo la voz de Leopoldo Lugones en “Las fuerzas extrañas”, que si bien es un  fantástico, tiene la extraña oscuridad de los cuentos de nuestra autora. Pero repito, en “El tormento más puro” todo es real extraño. Porque es extremado. Porque, como dice la autora “en estos cuentos lo cotidiano ya está roto”.

  Yo digo, y repito, perdón, digo otra vez, que es extraño porque es posible, porque lo que estas ficciones narran son hechos extrañísimos que tienen posibilidad en nuestro mundo real. Están al límite de lo que creemos real y esto nos lleva a la pregunta: ¿Cuál es el límite de lo real? ¿Dónde empieza lo irreal? ¿Dónde se quiebra el código de posibilidad?

  Ahora, en la actualidad, muchos nos hacemos esa pregunta. Digo en la actualidad en la que estamos viviendo, no en la que viven Estelita, Hortensio, Margarita y los otros personajes. Ahora, en la Argentina, ¿No estaremos viviendo una realidad al borde de lo horrendo fantástico? No, desgraciadamente, el esperpento dominante es bien real.

  Pero, mejor, no asociemos esta realidad chabacana que hoy nos toca con la literatura de la autora que hoy nos convoca, que es buena y vale la pena.

  Termino esta crónica con un poema de Juan Rodolfo Wilcock, poeta argentino, que se fue a vivir a Italia, amigo de Bioy, de Silvina y del grupo Sur. Quizá, el soneto que pongo ahora fuera  lo que estuviera leyendo Hortensio en el velatorio de su madre.

  Bueno, va soneto neorromántico de Wilcock:

 

   Los destinos

 

Nuestra vida está llena de otras vidas,

como esas piedras junto al mar, cubiertas

de formas que vivieron y están muertas,

en un resto de nácar convertidas;

 

las algas usurparon sus medidas,

su color un disfraz, y en las desiertas

ondas se mueven para siempre inciertas

de su roca natal y confundidas.

 

Cómo serán la desnudez primera,

los ojos que tuvimos en la infancia;

nuestra forma en el cielo cómo era

 

predestinada a esta terrena estancia,

no lo sabremos. Y otro es quien se presta

al labio nuestro, y quien por fin contesta.

 

                                       J.R. Wilcock

 

Adiós a todos. Nos vemos en la fiesta de los diez años.



 

Raquel Poblet.