La
reunión tuvo lugar en el bar “Río”, ubicado en la esquina de Sarmiento y Aníbal
Troilo, a pocas cuadras del Parque Centenario. Luego de mencionar algunos datos
biográficos acerca de Manuel Puig, nos detuvimos en la forma en que aparecen
los hechos en el libro: a partir de diálogos entre dos viejitas, Luci y Nidia,
cartas y actas de la policía. Se trata de un modo que nos coloca no tanto
frente a los distintos eventos sino frente a las interpretaciones que cada uno
de los personajes tiene de esos eventos, lo que nos hace poner en guardia. Por
lo demás, a través de esta manera de contar las cosas accedemos a múltiples
historias: la de Silvia y Ferreira, la de Luci y Nidia, la de Ronaldo, su mujer
y la chica con la que se escapa.
Uno
de los temas que cruza a todas ellas es el de la soledad. En relación a dicho
tópico, las viejitas llegan a decir que lo que les preocupa no es la muerte
sino la pérdida de los seres queridos. Asimismo, Silvia escribe a Luci en una
nota: “¿En qué erré? Luci, yo creo que usted va a estar de acuerdo conmigo. Sí,
yo lo veo tan claro, en este preciso momento. Les dejé ver mi desesperación.
Les dejé ver que a mis cuarenta y seis años no había logrado más que aumentar
mi vulnerabilidad de siempre. He trabajado tanto, he estudiado tanto, me he
esforzado tanto para que las cosas marchen (?). He viajado, he tratado de
adaptarme a diferentes países, los he estudiado, los he aprendido a querer
tanto como a mi propia Argentina. Y no he conseguido más que esto, depender de
un llamado telefónico, para poder seguir respirando”.
De
todas formas, en un pasaje del libro la soledad adquiere visos positivos, por
cuanto se presenta como condición de posibilidad de la independencia. Es el
caso en que Nidia decide permanecer en Río de Janeiro y no volver a vivir a la
Argentina con sus familiares, y comienza a pensar distintos proyectos: alquilar
o comprar la casa de Luci e invitar a Ronaldo y su mujer a vivir con ella. Al
respecto, afirma: “Ya me llamaron dos veces por teléfono, no podían creer que
yo estuviese tan decidida a quedarme. Les cuesta convencerse, a toda costa
quieren que vuelva. Por suerte, Luci, yo tengo mi independencia, económica
quiero decir, y soy dueña de hacer lo que se me antoja. No me gusta tenerlos
con el ay en la boca, pero se tendrán que aguantar. Si allá estuviera empezando
el invierno no podrían decirme nada, pero para colmo ahora allá se acabó el
frío, mi principal enemigo. Así que no te preocupes por tus plantas, que yo te
las voy a cuidar hasta que vuelvas”. Quizás exista por debajo de esta decisión
la pretensión de recuperar el tiempo perdido, la misma que invadía a Ferreira
cuando salía a pescar por las noches en la isla.
Además
de las cuestiones de la soledad y la independencia, intentamos elucidar qué es
lo que atraía a Silvia de Ferreira. En un momento, las viejitas comentan: “Ella
ahí me confesó una cosa, y es que sufre de lo que se dice deformación
profesional. Resulta que a los pacientes les sabe todo, hasta el último
secreto, y con él quería que sucediese lo mismo. Estaba sedienta de saber todo,
hasta el último recuerdo que él cargaba en la memoria. Todo del pasado y todo
del presente. Para así ella poderle regalar un futuro perfecto, con todas sus
posibles necesidades bien atendidas. Pero no sabía qué necesidades eran ésas, o
peor todavía, lo que él necesitaba era subirse a una lancha pesquera y no
volver más”.
Sr. Pol
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