domingo, 22 de marzo de 2015

Cae la noche tropical




La reunión tuvo lugar en el bar “Río”, ubicado en la esquina de Sarmiento y Aníbal Troilo, a pocas cuadras del Parque Centenario. Luego de mencionar algunos datos biográficos acerca de Manuel Puig, nos detuvimos en la forma en que aparecen los hechos en el libro: a partir de diálogos entre dos viejitas, Luci y Nidia, cartas y actas de la policía. Se trata de un modo que nos coloca no tanto frente a los distintos eventos sino frente a las interpretaciones que cada uno de los personajes tiene de esos eventos, lo que nos hace poner en guardia. Por lo demás, a través de esta manera de contar las cosas accedemos a múltiples historias: la de Silvia y Ferreira, la de Luci y Nidia, la de Ronaldo, su mujer y la chica con la que se escapa.

Uno de los temas que cruza a todas ellas es el de la soledad. En relación a dicho tópico, las viejitas llegan a decir que lo que les preocupa no es la muerte sino la pérdida de los seres queridos. Asimismo, Silvia escribe a Luci en una nota: “¿En qué erré? Luci, yo creo que usted va a estar de acuerdo conmigo. Sí, yo lo veo tan claro, en este preciso momento. Les dejé ver mi desesperación. Les dejé ver que a mis cuarenta y seis años no había logrado más que aumentar mi vulnerabilidad de siempre. He trabajado tanto, he estudiado tanto, me he esforzado tanto para que las cosas marchen (?). He viajado, he tratado de adaptarme a diferentes países, los he estudiado, los he aprendido a querer tanto como a mi propia Argentina. Y no he conseguido más que esto, depender de un llamado telefónico, para poder seguir respirando”.

De todas formas, en un pasaje del libro la soledad adquiere visos positivos, por cuanto se presenta como condición de posibilidad de la independencia. Es el caso en que Nidia decide permanecer en Río de Janeiro y no volver a vivir a la Argentina con sus familiares, y comienza a pensar distintos proyectos: alquilar o comprar la casa de Luci e invitar a Ronaldo y su mujer a vivir con ella. Al respecto, afirma: “Ya me llamaron dos veces por teléfono, no podían creer que yo estuviese tan decidida a quedarme. Les cuesta convencerse, a toda costa quieren que vuelva. Por suerte, Luci, yo tengo mi independencia, económica quiero decir, y soy dueña de hacer lo que se me antoja. No me gusta tenerlos con el ay en la boca, pero se tendrán que aguantar. Si allá estuviera empezando el invierno no podrían decirme nada, pero para colmo ahora allá se acabó el frío, mi principal enemigo. Así que no te preocupes por tus plantas, que yo te las voy a cuidar hasta que vuelvas”. Quizás exista por debajo de esta decisión la pretensión de recuperar el tiempo perdido, la misma que invadía a Ferreira cuando salía a pescar por las noches en la isla.


Además de las cuestiones de la soledad y la independencia, intentamos elucidar qué es lo que atraía a Silvia de Ferreira. En un momento, las viejitas comentan: “Ella ahí me confesó una cosa, y es que sufre de lo que se dice deformación profesional. Resulta que a los pacientes les sabe todo, hasta el último secreto, y con él quería que sucediese lo mismo. Estaba sedienta de saber todo, hasta el último recuerdo que él cargaba en la memoria. Todo del pasado y todo del presente. Para así ella poderle regalar un futuro perfecto, con todas sus posibles necesidades bien atendidas. Pero no sabía qué necesidades eran ésas, o peor todavía, lo que él necesitaba era subirse a una lancha pesquera y no volver más”.
                                                                                                             



                                                                                                                                                                                  Sr. Pol

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