“(…) y seguimos perdidos en el tiempo, ese otro laberinto”.
J L Borges
“La ficción aparece asociada al ocio, la gratuidad, el
derroche de sentido, el azar, lo que no se puede enseñar, en última instancia,
se asocia con la política seductora y pasional de la barbarie”
Ricardo Piglia.
En la
casa de Pepi, centro cultural villurquí, nos dispusimos a hablar del libro de
Borges. Lo primero que se oyó fueron las quejas (¿Quejas de un bandoneón de
Pichuco?, no, nada que ver.) Quejas, sobre todo de Nacho, bien sincero, quejas,
cuestiones bien fundadas todas, expresiones quejumbrosas, vamos a decir, ante
la dificultad que nos da leer este volumen de cuentos.
Ficciones, es en realidad, un libro
que nos habla acerca de la ficción. Quizá un tratado teórico
presentado en forma
de cuentos. ¿Un tratado? No, qué digo, son piezas literarias de una gran
poética. Son cuentos de ficción que nos hablan acerca de la ficción como mera
construcción y no como representación.
Pensemos en la novela del siglo XIX. Vamos a
José Mármol. Su novela Amalia, ambientada en el año 1840, es decir, en el
segundo gobierno de Rosas, era bien representativa desde la mirada unitaria,
del estado de cosas del momento. Era la visión del unitario victimizado por los
federales. Es, además, una novela bien panfletaria. Pienso también en Eugenio
Cambaceres; en Esteban Echeverría; en Lucio Vicente López; autor de La gran
aldea; en Lucio Victorio Mansilla;
en los escritores gauchescos como Bartolomé Hidalgo (uruguayo) o en Azcazubi.
Ellos representaban, contaban lo real. No olvidemos al mejor, a José Hernández.
Hablaban acerca de lo que pasaba en la vida cotidiana y en la política, representaban
el suelo y la sociedad, al punto tal que era más prestigioso para José Mármol
ser reconocido como “El periodista José Mármol”, que como novelista o poeta,- y
eso que era muy buen novelista, por cierto. Es que el periodismo en el siglo
XIX era un hecho literario. Pienso en Facundo y ahí encontramos un personaje de
ficción que fue creado para representar un tipo social de aquel tiempo.
Es decir, la literatura representaba, decía
cosas acerca de lo real, proponía, denunciaba, y, en esto se asentaba su valor.
Acá la realidad nutría a la ficción. Lo real era aquello que el escritor quería
o debía representar.
¿Y si inauguramos el siglo XX con la idea contraria? Con la ficción como un universo autónomo, como una realidad en sí misma.
O vayamos más allá. Vayamos a Tlon Uqbar Orbis Tertius, el
relato más “reclamado”, con más
dificultades. “A ese cuento no lo entiendo”, decían y dicen muchos lectores. Es
un trabajo leerlo, pero es buenísimo. Vamos más allá. Voy a contar el
argumento.
Bioy es un personaje sacado de la realidad,
lo conocemos. Bioy habla de una enciclopedia que habla de un lugar que se llama
“Uqbar” que está en Asia. Borges cree que es un invento de Bioy a quien ve y
admira como a un genio de la invención, - y si no me creen, vayan a leer el
prólogo que le dedica a La invención de Morel”.- Encuentra en la enciclopedia
ese lugar que se llama Uqbar, cuya literatura es fantástica, tan fantástica que
cuenta la historia de Tlon, del planeta Tlon.
Tlon existe, es una realidad creada por una
idea. En ese lugar todo lo que existe es creado por nuestra conciencia. El
mundo es una creación de nuestra mente. La casa en la que estoy ahora existe
porque yo la percibo. El universo es lo que percibimos. Al percibir creamos. Cuando
dejamos de pensar en las cosas, éstas dejan de existir. El mundo es creación de
nuestra mente. Si dejo de pensarlo, el mundo desaparece. Si lo olvido también.
Tlon crea un grupo ideológico que ocupa nuestro mundo. Manda a unos hombres con
una mitología secreta que se va
transmitiendo por generaciones y que invade nuestra vida real (que también es creada, concebida por la
mente). Es una logia que inventa la percepción de nuestro mundo y nosotros no
nos damos cuenta.
Cualquier semejanza con la realidad actual es
pura coincidencia del maestro. ¿Es pura
casualidad o coincidencia?
Otro cuento
que reafirma esta tesis es Pier Menard autor de don Quijote.
Pier Menard es un escritor que quiere
escribir “El ingeniosos hidalgo Don Quijote de la mancha” y quiere hacerlo
igual al que hizo don Miguel de Cervantes Saavedra. No quiere copiarlo, quiere
escribirlo él, y para eso trata de leer lo mismo que habrá leído el escritor
manchego en el siglo XVII. Y lo logra.
Examen de la obra de Herbert
Quain nos anuncia que un comienzo puede dar infinitos
posibles desenlaces, así como un argumento puede dar infinitas
interpretaciones, y, a la vez, infinitas interpretaciones pueden dar un
determinado argumento.
Un desenlace impensable pero posible es el
de El jardín de los senderos que se bifurcan. El asesino es
impensado, los lectores nos
sorprendemos. La intriga es muy honda y su resolución estaba a nuestra vista.
Pero lo que más nos sorprende es la idea de un laberinto de laberintos, y, más
aún, de un laberinto de tiempo, de un tiempo que se bifurca hacia innumerables
futuros.
El laberinto estaba en el escritorio
laqueado. Era un laberinto de tiempo. Nadie pensó que libro y laberinto eran un
solo objeto.
¿Cómo un libro puede ser
un laberinto de laberintos?
Ficciones de Borges nos dice que el tiempo puede bifurcarse infinitamente y crear innumerables porvenires que se entrecrucen y formen tramas infinitas también. Todos los desenlaces son posibles… Yo le agregaría que, bueno, sí, estoy de acuerdo, pero en ficción a cada uno de esos desenlaces hay que saber verosimilizarlos.
El tiempo no es uno solo absoluto, uniforme
como el que creemos vivir. Hay infinitas series de tiempos Hay una red
creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes, otros que se
cruzan y otros que marchan paralelos. Un tejido. Una o muchas tramas.
Y, a propósito de esto, voy a transcribir un
poema de Borges, del libro La Cifra, hermosísimo poemario del año 1981.
Ahí va:
La Trama
“En el segundo patio
la canilla periódica
gotea,
fatal como la muerte de
César.
Las dos son piezas de la
trama que abarca
el círculo sin principio
ni fin,
el ancla del fenicio,
el primer lobo y el
primer cordero,
la fecha de mi muerte
y el teorema perdido de
Fermat.
A esa trama de hierro
los estoicos la pensaron
de un fuego
que muere y que renace
como el Fénix.
Es el gran árbol de las
causas
y de los ramificados
efectos;
en sus hojas están Roma y
Caldea
y lo que ven las caras de
Jano.
El universo es uno de sus
nombres.
Nadie lo ha visto nunca
y ningún hombre puede ver
otra cosa.”
En Las ruinas circulares,
un hombre se va a una isla a dormir para soñar (Como la película de Leonardo
Favio “Soñar soñar”. No, nada que ver, esto es otro tema) Decía, un hombre va a
soñar. Y sueña primero un corazón, después el esqueleto, hasta que sueña un
hombre completo. Esto es una obra de ficción. Esta es la ficción, un hombre
construido por un sueño. El dios del fuego le da vida al hombre construido por
el sueño del protagonista. Más adelante, el protagonista soñador camina sobre
un incendio sin quemarse y ahí se da cuenta de que él también ha sido
construido por un sueño. Quizá el soñador que lo construyó haya sido también un
hombre soñado. No hay origen. El pasado y el fin son infinitos. Todas estas
existencias son construcciones de la mente de un soñador.
Y, a propósito de esto, voy a transcribir
otro poema de nuestro autor que también está en el poemario La cifra:
Un sueño
“En un desierto lugar del
Irán hay una no muy alta torre de piedra, sin
puerta ni ventana. En la
única habitación (cuyo piso es de tierra y que
tiene la forma del
círculo) hay una mesa de madera y un banco. En
esa celda circular, un
hombre que se parece a mí escribe en caracteres
que no comprendo un largo
poema sobre un hombre que en otra
celda circular escribe un
poema sobre un hombre que en otra celda
circular… El proceso no
tiene fin y nadie podrá leer lo que los prisio-
neros escriben.”
La
ficción es un universo autónomo, construido, creado con su propia lógica. ¿Y la
realidad, qué es? ¿Una construcción de nuestra percepción?
Cuenta Borges en la
biografía surgida de la entrevista con su colaborador y traductor Norman Thomas
di Giovanni de 1970 que él tuvo su primer empleo estable en la sucursal Miguel
Cané (el autor de Juvenilia, sí) de la Biblioteca Municipal. Que resistió nueve
años ese trabajo que consistía en clasificar algunos ejemplares de libros
desclasificados. La tarea le llevaba una hora diaria y en las otras cinco bajaba
al sótano a leer y escribir. Así compuso algunos de los célebres cuentos del
volumen Ficciones.
Pero, mejor, voy a
transcribir lo que el mismo autor dice en esta autobiografía:
“La lotería de Babilonia”, “La muerte y la brújula” y “Las
ruinas circulares” también fueron escritos (del todo o en parte) durante
ese tiempo robado a la biblioteca. Acompañados por algunos más, se convirtieron
en El jardín de senderos que se bifurcan, libro que amplié y cuyo
título modifiqué por el de Ficciones en 1944. Ficciones y El Aleph
(1949 y 1952 son, según creo, mis libros más importantes.”
Nuestra conversación en el
living de Pepa fue una gran trama de hilos de voces que convergían o
chocaban o se entrecruzaban, pero hay
que reconocer que todos somos lectores muy entusiastas que tramamos, tejemos
lecturas en grupo. Porque no es bueno leer solo. Ese 28 de Septiembre de 2025
estábamos Nacho, Andrea, Eustaquio, Eugenia, Daniel, Pepi, Ana María, Lili,
Virgi, quien escribe, Rosi y una pequeñita preciosa nadando en el mejor de los
mundos, bien calentita, quizá oyendo nuestra conversación. Ahora está con
nosotros y no es ningún sueño ni idea. Es bien real y hermosa. Pronto la vamos a conocer.
Claro que estas líneas
son un homenaje a la mamá. ¡Gracia, Rosi!
Raquel Poblet.




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