Al hablar de Martín Fierro, quisiera, por capricho, porque nos lo preguntamos, contar la vida del autor y hacer un recorrido histórico.
José Hernández nació en 1834. Su papá se
llamaba Rafael y era federal. Su mamá, al revés. Se llamaba Isabel de Pueyrredón,
y, claro, con semejante apellido, era unitaria. José nació en lo que es hoy el
Partido de San Martín, que en esa época se llamaba “Caserío de Pedriel”.
Los padres fueron a trabajar al campo. Eran
de sociedad, pero igual tenían que trabajar. Se fueron a una de las estancias
de Rosas y él se quedó al cuidado de una tía y un tío. Pero en 1840 el
Restaurador de las leyes se puso bravo, (ojo, que los unitarios no eran
ningunos buenitos), y los tíos tuvieron
que emigrar, así que José, que era chico, se quedó con su abuelo, un federal
con convicción, que también se llamaba José Hernández. Nuestro autor vivió en
Buenos Aires y fue al Liceo Argentino de San Telmo. Pero tuvo que mudarse al
campo por problemas pulmonares, y allí vivió con su padre, que, como dije
antes, era federal. Ahí se hizo campero e hizo amistad con los peones y con los
gauchos. Conoció las técnicas agrícolas de la época. ¿La época? Corría el año
’43, (siempre 1800, siempre siglo XIX), o sea el segundo gobierno de Rosas, en
el que el candidato pidió y obtuvo la “Suma del poder público”, que le fue otorgada
por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires y que consistía en concentrar
los tres poderes en manos del Restaurador. Es que habían asesinado a Facundo
Quiroga y había un clima de violencia y anarquía en toda la Confederación. Por
un lado, Lavalle y el General Paz, por otro, desde el norte estaban preparando,
o, no, más bien, ya tenían un ejército
unitario que venía bajando. Los unitarios no eran buenitos.
Estamos muy entrados en los años ’50. Los
rosistas quieren volver. José Hernández está en esa lucha, por supuesto, y
sigue el ideario de Alberdi. Las luchas eran armadas, los debates públicos eran
para pocos. Se fue a trabajar a Paraná, que era la capital de la Confederación,
(recordemos, gobernaba Urquiza). Fue taquígrafo del senado y se dedicó a
escribir. También se unió al Partido Reformista, que combatía contra la figura
creciente de Mitre. Colaboró en varios diarios como El Nacional Argentino
(seguimos bajo el gobierno de Urquiza), en el Diario de Uruguay de Concepción
del Uruguay. También compuso cielitos. ¿Qué eran los cielitos? Se los conoce
como las primeras composiciones de literatura gaucha. Los cielitos se cantaban
y se bailaban, tenían un estribillo pegadizo y temas referidos a la revolución,
a nuestra independencia. En la película “Camila” de María Luisa Bemberg, se
baila un cielito y juegan al gallito ciego cuando Camila (Susú Pecoraro) se
encuentra con el padre Ladislao, (Imanol Arias).
José Hernández escribió, además de notas
políticas favorables a los federales, versos en este género llamado “cielitos”
y los publicó. Pero los cielitos más conocidos son los de Bartolomé Hidalgo. Y se los considera como
la primer composición o poesía gaucha. Ya lo dije.
Después de la batalla de Pavón, que significó
la caída de Urquiza y, luego el horrendo asesinato a manos de un sargento del
federal Ricardo López Jordán, Mitre
asume la presidencia, se integra Buenos Aires a la Confederación y nuestro
autor publica Vida del Chacho, una biografía del Chacho Peñaloza muy
linda de leer. Recordemos que al Chacho lo matan sanguinariamente unos killers
al mando de Sarmiento en 1863. Hernández
culpa a Sarmiento por ese
asesinato. También López Jordán se puso en contra de Sarmiento, que durante el
gobierno de Mitre, además de ser gobernador de San Juan y ministro de
relaciones exteriores, era Director de Guerra. Hernández se sumó a esta
rebelión contra el multitask sanjuanino y, perdió. La guerrilla fue sofocada y
tuvo que exiliarse en Brasil. Sarmiento había pedido precio por su cabeza.
Estuvo un año en ese país. Recordemos que también durante el Gobierno de Mitre
se llevó a cabo la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay. (1864 -
1870) Hoy casi todos los historiadores consideran que aquello no fue una guerra,
sino un genocidio contra nuestra hermana república.
Nuestro autor volvió a Buenos Aires, vivió
medio de incógnito, o no tanto en un hotel, mandó, por seguridad a su mujer e
hijes, que eran seis, a vivir lejos. Ya
era el año 1872 y Sarmiento ya era presidente. Hernández, en ese hotel que
estaba frente a la Casa Rosada, es decir, frente a su poderoso perseguidor.
Así, recluido en su habitación, escribió El Gaucho Martín Fierro.
En el ’74 Sarmiento termina su presidencia,
qué alivio, y Hernández hace periodismo y llega a ser diputado de la
legislatura de Buenos Aires. Sigue luchando, pero sin armas, por el ideario
federal, quiere federalizar más nuestra ciudad, y se hace amigo de Dardo Rocha
a quien ayudó a diseñar y fundar La Plata.
En el año 1879 escribió La vuelta de
Martín Fierro a pedido del público. Después,
en 1881 escribió Instrucción del estanciero, una obra en prosa en la que
pone todo el saber de campo que adquirió cuando estuvo con su abuelo y su papá
haciendo vida campera.
Murió siendo senador en 1886.
Martín Fierro es la historia de un gaucho. O,
no, más bien, es la historia de todos los gauchos encarnados en la voz del
héroe que nos propone José Hernández. Es una novela de denuncia política. Una
novela muy poética. Un poema que narra la desgracia de ser perseguido por el
poder de turno y la triste, no deseada decisión de tener que marginarse, salir
de la ley y hacerse gaucho matrero.
“Yo he sido manso,
primero,
y seré gaucho matrero
en mi triste circunstancia,
aunque es mi mal tan projundo;
nací y me he criao en estancia,
pero ya conozco el mundo.”
Lo mismo le pasa a Cruz, que debe cruzar la ley e irse con su amigo al otro lado, al lado de la miseria y la barbarie porque en el espacio de la civilización no hay lugar para ellos.
Pero nuestro gaucho sobrevive y continúa el recorrido de su vida.
A la segunda parte, llamada “La vuelta de
Martín fierro” se la interpreta como “la asimilación" del personaje, o, más
bien, se interpreta al autor como alguien que se asimiló a la nueva realidad,
al país que Sarmiento nos dejó, (gobernó del ‘68 al ’74) y a la presidencia de Avellaneda, (’68-’74).
Igual, Hernández no paró de denunciar. En “La
vuelta…”, los dos hijos de Fierro y el hijo de Cruz cuentan las injusticias del
poder sobre ellos, que eran huérfanos, huérfanos sin amparo como lo era su
padre y como fueron los gauchos en su propia tierra.
El hijo mayor sufrió, entre muchas cosas, un
presidio injusto del que expresa su sentimiento de soledad.
“La justicia muy severa
suele rayar en crueldá;
sufre el pobre que allí
está
calenturas y delirios
pues no existe pior
martirio
que esa eterna soledá.”
El segundo hijo, que fue despojado por el
juez de paz, de la herencia que le hubo dejado una tía, fue criado malamente
por el Viejo Vizcacha, que es a todas luces el verdadero contrario de Martín
Fierro. Es salvaje, cruel violento y predica la deshonestidad y la trampa como
valor.
Picardía también fue muy maltratado,
reclutado y enviado a la frontera, que es el infierno.
En toda la novela los indios carecen de
nombre y sus muertes no son registradas. Los indios eran seres anónimos sin individualidad ni
identidad. Ni siquiera contaban con la culpa de quien los asesinara.
De todas las muertes por asesinato, la que
se toma en cuenta es la del Moreno, a quién Martín Fierro, luego de haberlo
asesinado, quiere enterrar. Esa muerte en lugar de engendrar otra venganza de
muerte, nos trajo la gran payada del final. Payando se corta la cadena de
muertes. Se corta, por fin, la cadena trágica y se nos brinda un final que es pura
imaginación, pensamiento y poesía. Fierro y el hermano del Moreno, en lugar de
batirse a duelo compiten con el canto. También están los hijos, que dejaron de
ser huérfanos. Y, seguramente, los otros parroquianos de la pulpería habrán
encontrado la victoria en la reunión poética.
Raquel Poblet.