El Martín Fierro era para mí un tópico de la tradición, una reunión de refranes moralistas que me resultaba muy poco atractivo. Mientras iba leyendo aparecieron los esperados comentarios de cada quien en su encuentro y desencuentro con el texto y las recomendaciones de Pepi de las conferencias y cuentos de Borges y de Kohan referidos a esta obra de José Hernández.
Entonces, apareció el placer de dejarme llevar por la música de este poema, el irme por las ramas leyendo los cuentos El sur (en Ficciones de Borges, año 1944), Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (en El Aleph de Borges, año 1949), El amor (de Martín Kohan, publicado en página12, año 2011), o mirando en YouTube las conferencias.
La magia ya estaba hecha, los prejuicios se transformaron en entusiasmo.
¡Ché qué groso este tipo! ¡Un rapero!
En la reunión me enteré que lo leían en las pulperías.
¡Un influencer!
A mí me llegó mucho su penar y su consuelo, cantar.
Fierro dice que no es cantor letrao, pero puede hacer gemir a la prima y llorar a la bordona.
Se define como un gaucho perseguido al que tanta alversidá -"tenía hijos, hacienda y mujer pero empecé a padecer, me echaron a la frontera"- sólo lo arrojó al maltrato ya que para Fierro aquello no era servicio ni defender la frontera.
No le fue muy bien con la palabra, recibió un: "¡te he de enseñar andar reclamando sueldos!". La lección la aprendió estaqueado.
Así que nuestro héroe se hizo humo y enfiló para el campo orégano donde se vio libre, donde lo llevó el deseo.
En libertad sintió que sufría al ñudo, y cuando al cabo de tres años volvió, sin hallar rastro de su rancho, largó el llanto como una mujer y juró ser más malo que una fiera.
"De carta de más me vía, me dijeron que era malo y entraron a perseguirme."
Es el mismo Fierro, quien no se ahorra cargar con algunas muertes, el que contempla las estrellas que Dios ha creado para consolarse en ellas, las que le parecen más bellas cuando más desdichado está.
Vir