viernes, 4 de abril de 2025

Crónica de Luna caliente

   Hasta que por fin llegó el domingo 16 de Marzo y nos vimos los siete locos, que, somos más de siete. Éramos Dani, Rosi, Nacho, Silvana, Anita, Virginia  (sos nuestra, Virgi) y yo, en la larga mesa de nuestra máxima anfitriona Pepa. Un hogar y una mamá en Villa Urquiza.  A la mesa también estaba la pequeña Valentina. La bella Aymé y Maxi haciendo quilombito infantil, lo que tornaba más hogareño nuestro encuentro de lectura.

   Hacía mucho que no nos veíamos. Desde el festivo diciembre. Nuestras últimas visiones fueron bailando de madrugada en el cálido salón de la biblioteca Mariano Moreno de Sáenz Peña. En aquella ocasión, al despedirnos, creo que fue Nacho quien dijo: “Bueno, nos vemos en marzo. Tenemos que renovar el deseo”. Y, efectivamente, luego de dos meses y medio, aquí estábamos muy renovados con las lecturas de los cuentos del volumen  La furia de la gran Silvina y con Luna caliente del querido Mempo Giardinelli. Aclaro, que, más  allá de mis halagos al autor, hubo quienes profesaron y manifestaron disgusto y embole por la novela.

   Mempo la escribió en el año ’83. Recordemos ese año. El ’83 fue el año en el que clausuramos las dictaduras que nos venían azotando desde 1930 con el violento derrocamiento a don Hipólito Yrigoyen. Luego vino la Década infame, saturada de hambre, represión y milicos por doquier hasta el ’45 que llegó Perón al balcón y que ganó en el ’46 con el 53,71% de los votos.    

   Democráticamente ganados sus votos, sin fraudes. Violentamente derrocado también por los milicos y el establishment, que ya se había ocupado de bombardear la Plaza de Mayo y otros espacios con gente del pueblo caminando. Otra cosa que no se sabe bien, es que el gran líder había sufrido  otros atentados como la bomba que la Marina puso en el año ‘53 en la sede de la CGT y que tuvo como participante a la hermana de Silvina Ocampo, la aristócrata Victoria.

   Finalmente, el 16 de Septiembre derrocan a Perón, lo proscriben, no consiguen matarlo, encarcelan y fusilan a peronistas y empieza otro período de proscripción y de dictadores militares. Hay un lapso que va del ’58 al ’62 en el que gobierna el doctor Frondizi, todos los días acosado por militares que se le metían armados en el despacho, detalle muy poco consignado por la historia. Don Arturo, que impulsó una política de desarrollo y levantó la proscripción al peronismo, sufrió un golpe de estado militar  y fue puesto preso en la isla Martín García. Otro gobierno tutelado por milicos fue el de Illia, ‘63 – ‘66, que, aun habiendo sido obediente al anular los contratos petroleros de su antecesor, fue también derrocado.  Después vinieron esas dictaduras catoliconas, que metían presos a los jóvenes. Si tenías entre dieciocho y treinta años, en esos años de fines de los sesenta y principios de los setenta, te comías una o dos noches para “averiguación de antecedentes”. Y otras cosas más, como la noche de los bastones largos y la censura al arte. También había contracultura y militancia. Toda la gloria y  felicitación a la juventud de aquella época que se la jugaba. Mi admiración y la de muchos a esa generación.

  Los generales dictadores fueron Onganía, Levingston, ocho meses y Lanusse hasta la vuelta de Perón. Primero, el gobierno de Héctor J, Cámpora, después Lastiri como seis meses, hasta que asume el General. Años de alegría, libertad y violencia. El 1 de Julio del ’74, el Pocho muere y asume Isabelita. De estos tiempos, mejor, no cuento. En marzo del ’76 hacen el golpe y estamos ante la dictadura más sangrienta e industricida de nuestra historia que dura hasta el ’83.

  En el ’83 escribe Mempo Giardinelli  Luna caliente, y es en el  año ’83 cuando los argentinos clausuramos, decidimos definitivamente y para siempre “no golpear jamás las puertas de los cuarteles”, defender las instituciones, hacer cumplir los mandatos presidenciales desde el principio hasta el final, que eran de seis años. En ese año la escribe y en el ’84 la edita, creo que por Bruguera. También en ese año estuvo primero No habrá más penas ni olvido, de Osvaldo Soriano, otro escritor querido y puntal de la democracia.

  Otro libro muy vendido en ese año, el primero de la democracia y bajo la presidencia del doctor Alfonsín, fue Diario de la Argentina, de Jorge Asís. Este novelón no recibió mención alguna de ningún crítico de medio alguno, pero vendió como el que más junto a El nombre de la rosa de Umberto Eco.

  Es que aquella fue una época, unos años en los que todos queríamos leer, ir al teatro, releer, escribir, bailar, hacer política, ver todo el cine que la dictadura cívico eclesiástica militar había prohibido. A Mempo lo tengo muy ubicado en esos años de esplendor y expresión cultural. “Hay que sacarlo todo afuera, como la primavera, nadie quiere que adentro algo se muera”, decía María Elena.

   Pero ahora, vayamos a centrarnos en la novela. La historia empieza directamente, sin introducciones ni presentaciones; se inicia con la atracción erótica entre Ramiro Bernárdez, un académico de treinta y dos años recién llegado de Francia, y Araceli, la chica púber, hija de Braulio Tennembaum amigo del protagonista. El amigo que se calienta con la hija del amigo, y la hija que se calienta con el amigo del padre bajo la luna caliente y el calorazo que debe hacer en el Chaco. Atracción perversa, si las hay.

   Claro que lo prohibido se consuma en una indudable violación. Después queda la duda acerca del estado de la muchacha, digo, si la chica había quedado muerta o viva. Más bien, los lectores nos inclinamos por la primera opción. Y a partir de acá empieza el protagonista a hacer el camino del antihéroe o del villano. Ramiro Bernárdez tiene que huir, encubrir, saber mentir. Comete su segundo crimen. Y lo tiene que encubrir. Violar a la hija de tu amigo y matar a tu amigo, es demasiado. El único  destino que le queda es seguir evadiendo la ley.  Y con respecto a esto, me gustaría citar textuales unas palabras de Silvana: “Yo hice una interpretación muy libre, comparando al personaje con el descenso a su infierno personal, donde se va viendo la transformación de su moralidad y las consecuencias de sus actos. Donde en un contexto de mucha violencia, y cuando se esperaba una condena tangible a sus delitos, su sentencia fue una tortura más bien psicológica encarnada en la culpa y el miedo.”- Silvana dixit. 

   Y, ya que abordamos la degradación moral del protagonista, agrego las palabras de Nacho: “Viví el paisaje chaqueño, me excité con su luna caliente hasta arder. Buena descripción del paisaje. Novela polémica sobre límites. Límites geográficos y también morales.

   ¿Nos puede pasar a cualquiera esto de perder en un segundo la razón y cometer una locura?

   Por un lado fue una violación por la diferencia de edad,  pero ella también lo deseaba, lo buscaba. Polémico. ¿Ella había muerto desde el inicio? ¿Luego aparecía su fantasma? ¿O era la culpa del doctor que lo acorralaba? ¿Shakespeare? ¿Hamlet? El contexto militar, el miedo, que ronda la escena. La locura de la selva misionera. Quiroga. ¿El interrogatorio del milico?

   Por último agrego la tensión que supo generar la novela de Mempo.”- Nacho dixit.

   Frente a la duda de Nacho sobre si hubo violación o no, transcribo una de las últimas líneas del segundo capítulo: “Y entonces él le tapó la boca con una mano, conteniendo el alarido. Forcejearon mientras él le rogaba que no gritara, y se acostaba sobre ella, apretándola con su cuerpo, sin dejar de manosearla, besándole el cuello y susurrándole que se callara. (…) Ella sacudió la cabeza, desesperada por zafarse de la boca de Ramiro, por volver a respirar, y entonces fue él, enloquecido, frenético, le pegó un puñetazo, (…)  Pero como Araceli gimoteaba ahora ruidosamente volvió a pegarle, más fuerte y le tapó la cara con la almohada mientras se corría largamente, espasmódico, dentro de la muchacha que se resistía como un animalito, como una gaviota herida.”

   Queda en el lector la duda sobre el estado en que había quedado la muchacha, digo, si había quedado muerta o viva. La duda aqueja al protagonista, y es la duda lo que lo convierte en asesino y lo que lo hace emprender su derrotero de villano criminal por las rutas chaqueñas.

   Y asocio a esto las palabras de Cristian: “Cuando empecé a leerla lo primero que pensé fue, otra vez una violación, es un tema terrible, ya no tengo ganas de leer esto. Pensé que se venía algo a lo Amores urgentes de Juan Solá o La virgen cabeza, que estuvieron buenísimos, pero un poco me agotó este tipo de lectura. Y enseguida me di cuenta de que no iba por ahí la cosa y me encantó el libro, me pareció muy amena y sencilla la manera en la que está narrado y vi esa sencillez como una virtud de Mempo, en vez de una falta de recursos.” 

   Pero algo insólito, quizá no muy bien verosimilizado sucede, y es la sorpresiva reaparición de Araceli sana, salva y enamorada… Una sensación de absurdo acomete a los lectores. Como si de pronto estuviéramos leyendo una comedia dislocada. Pero es una sensación fugaz. Araceli estaba un poco loca y la cultura de la violación combina muy bien con este clima de época. 

   Es interesante también ver que  el narrador no reflexiona sobre los actos inmorales del protagonista. El narrador muestra las acciones, las reacciones y el terrible paisaje que parece influir en los actos de Ramiro. ¿Podía el protagonista diseminar su culpa en la luna caliente y en el calor tórrido del ambiente? Pero a medida que va avanzando la acción vemos que lo que realmente influye es esto que hoy se denomina “clima de época”. O también llamarlo “moral de época”. Recordemos que esta ficción ocurre en el año ’77, en plena dictadura, en uno de los peores años de represión y falta de libertades Esto nos hace pensar que el protagonista no pudo elegir. Acá hay algo muy contradictorio. Por un lado la “libertad” que implica haberse dejado llevar por un impulso bestial, y por el otro, la falta de libertad al no poder negarse a un impulso violento y tanático como el que tuvo con la púber. La opresión de la luna caliente y también  del año 77 le quitó la libertad de decir no que te da el raciocinio. Se puede leer que Ramiro Bernárdez no eligió, sino que actuó compelido por un impulso al que no se pudo negar. Su voluntad estuvo tiranizada por la luna y el clima de época. La situación tanto política como climatológica funcionó como eso, lo convirtió en un animal carente de la libertad de negarse a hacer lo que está mal, la libertad de negarse que te da el raciocinio.

   La relación entre Ramiro y Araceli se asocia a la que pinta Nabokov en su novela Lolita. Para mí hay una gran diferencia. En la historia del escritor ruso, el protagonista, llamado Humbert Humbert , (sí, es así, su nombre por duplicado), planea en detalle la posesión de la púber Lolita. Al asesinato lo provoca después de haber pervertido a la menor. Lo provoca, no lo comete con sus manos. Todo en esa novela en un roce. El incesto ahí en un roce. Habla de Lolita como rozándola. Humbert Humbert no pierde su conducta civilizada. “Tiene roce”. Por el contrario, el arquitecto recién llegado de Europa a tierras sudacas se bestializa sin querer, casi no piensa en lo que hace. No se gobierna a sí mismo. La luna caliente lo barbariza, lo impulsa. Recién después de su primer crimen debe planear, pensar cada uno de sus próximos pasos, debe fingir, como lo hace con el paraguayo que lo levanta, debe meditar bien lo que va a declarar a la policía después. A pesar de  la luna caliente y el bochorno se convierte en un hábil declarante.

   Y como el crimen dominaba y gobernaba en aquel año, las autoridades podían perdonarlo. Perdonarlo para convertirlo en cómplice del proceso de reorganización. (Ay, hubiera preferido eludir este nombre, perdón.). Por algo (lo dice el texto) al crimen lo investiga personalmente un teniente coronel, Gamboa  Boscheti, que le dice: “- voy a ser claro nuevamente, doctor: usted no está siendo admitido en la universidad sólo por sus estudios, ni por sus títulos. En el proceso en el que estamos empeñadas las Fuerzas Armadas, ello no es posible, sin nuestro conocimiento. Usted viene a ser lo que yo llamaría un hombre de reserva, una persona en estudio. Que nos interesa mucho. Y hasta ahora sus antecedentes son impecables. ¿Se da cuenta?  (…)”

   Avalar lo injusto y lo criminal y reclutar cómplices era propio de la dictadura. A propósito de esto, reproduzco ahora la opinión de Rosalía, Rosi, sobre la novela: “Me pareció ingenioso y creativo en los giros que tomó la historia.

   Su forma de escribir te deja seguir leyendo, olvidándote del tiempo. Lo que dije: escribir sobre lo que pocos pueden decir, o sobre lo que la moral no tensiona. Digo, se anima a polemizar sobre una problemática compleja de abordar.

   Visibiliza la impunidad de las fuerzas y expone a los “ensobrados” ”. Rosi dixit. 

   Pero a la salvación total la encuentra en las palabras de su propia víctima, que es Araceli cuando declara mintiendo: “-Les dije toda la verdad, mi amor, que estuviste toda la noche conmigo y que estamos enamorados.”

   Araceli y la luna lo bestializa. Araceli es una bestia que no quiere hablar ni aclarar lo que pasó, o, más bien, lo que hizo el civilizado abogado llegado de Europa.

   Araceli lo salva.

   La dictadura lo condena y lo salva. La dictadura es bestia porque es bestial ser el que manda y ser la ley al mismo tiempo.

   Faltaría al protagonista hablar, aclarar, sacarlo todo afuera con su víctima- amante Araceli:

   “Entonces, para detenerla, le dijo lo que tanto ansiaba y temía decir:

   _ Araceli -en voz baja, hablándole al oído-, vos creés que yo maté a tu papá, ¿no?

   _No quiero hablar -murmuró ella, despacito, con su voz aniñada-”.

   Otra vez ocultar. No hablar.

   El asesinato a Braulio Tennembaum queda definitivamente impune.

   Estamos, entonces, ante un adentro opresivo, el interior de la dictadura, el año 77 en el que todo se oculta y se miente. Es el interior del texto, es la ficción. El año ’83, cuando el autor cuenta, despliega los hechos, escribe una novela que hubiera estado prohibida en el año en el que se sitúa su ficción. El ’83 fue un año de liberación, el año de nuestro gran pacto democrático, y esperamos que este pacto sea eterno en la Argentina, que la democracia sea la esencia de nuestra patria, que la luna llena, caliente, chaqueña, nueva o menguante, sea para el amor y el goce y nunca para el crimen.

 

Raquel Poblet.