domingo, 23 de junio de 2024

Los premios

    Volvimos a Cortázar después de Rayuela y Bestiario. Esta vez dedicamos 2 encuentros a "Los premios", su primera novela publicada -la tercera escrita-, que data de 1960. En esa época gobernaba Frondizi de la Unión Cívica Radical Intransigente en Argentina, con el peronismo proscripto, pero Julio ya vivía en París desde hacía 9 años, disconforme con el gobierno de Perón, luego de haber escrito "Casa tomada". 

    Nos juntamos para la primera parte -Prólogo y Primer día- en la casa de Paula en Flores a mediados de mayo. Y contamos con la invaluable presencia de don Ramiro, el papá de la anfitriona, de paso por la llanura pampeana, habitante de la sierra peruana, que nos deleitó con unas papas a la huancaína y un guisito de arroz con vegetales que fueron devorados con todo éxito. 

    La lisérgica Pepa con su hijo médico Nacho y sus dos nietitos Valen y Maxi, ya somnolientos del trajín de la semana -no olvidar que el encuentro fue un día viernes- llegaron en el cascoteado renault clio de quien escribe, el narrador magrebí. 

    Luego fueron cayendo al viejo y pintoresco caserón la elegante blonda Sil, la desopilante Rachel, la sanguínea Rosalía y el pacífico pibe Cristian de San Martín. Quedaba conformado el grupete de 9 Locos y 2 loquitos, que a esa altura ya estaban dormidos, tendidos en un colchón dispuesto en un rincón de la habitación. 

    Todos los presentes, gente vulgar, común, sin demasiadas aspiraciones. Pepa eligió el epígrafe de la novela para dar inicio a la conversa. 

    "¿Qué hace un autor con la gente vulgar, absolutamente vulgar, cómo ponerla ante sus lectores y cómo volverla interesante? Es imposible dejarla siempre fuera de la ficción, pues la gente vulgar es en todos los momentos la llave y el punto esencial en la cadena de asuntos humanos; si la suprimimos se pierde toda probabilidad de verdad". DOSTOIEVSKI, El idiota, IV, 1.   

    Y se trataba de personas comunes las que habían ganado esa extraña lotería oficial y se veían por primera vez las caras en el bar London, situado en el microcentro porteño, avenida de Mayo y Perú.

    Entre ellos había dos profesores, Carlos López de literatura y el Dr. Retegui de historia, que se conocían del colegio Nacional donde trabajaban, uno más viejo que el otro y menos querido por los estudiantes; un odontólogo de Lomas de Zamora, Gabriel Medrano, soltero, pero que tenía sus amores: a la última pareja, Bettina, le había dejado una carta de despedida antes de subirse al barco; Lucio y Nora eran una pareja joven despareja: él bastante maltratador, en la teoría tenía ideas socialistas, pero en la práctica era un machista un tanto cobarde, y ella añoraba casarse y tener una vida tranquila, por momentos sumisa; Paula en cambio, desprejuiciada y seductora, decía esconder una personalidad dañina; Raúl compartía cabina con Paula pero no eran pareja, fino fumador de pipa y arquitecto; Claudia no era feliz ni desdichada, había logrado separarse de su marido -un reconocido médico neurólogo-, y estaba muy pendiente de su hijo Jorge; Persio había sido invitado al viaje por Claudia, se llevaba muy bien con Jorge, sabía acerca de los astros, vivía en una habitación llena de libros y era corrector de textos.

    Toda esta flora y fauna iba a abordar el barco, y no se terminaba ahí. Para Raquel esta novela vendría a ser "El Gran Hermano" de Cortázar. Y a su vez, los viajeros del Malcolm, pertenecían a diferentes clases sociales, algunos eran profesionales, otros trabajadores, había empresarios e intelectuales. Una diversidad de "gente común".

    Como ejemplo se puede nombrar a Don Galo, que era un viejo empresario español, que se movilizaba en silla de ruedas, y tenía un chofer que lo asistía, medio esclavo; en cambio, la familia Trejo era humilde y nunca hubiese podido hacer esa travesía, si no fuera por la suerte de Felipe, un adolescente problemático del colegio Nacional, que había comprado el boleto de lotería.

    Los opuestos se encuentran a bordo: están los viejos tradicionales -doña Rosa, doña Pepa, el sr. y la sra. Trejo e incluso el Dr. Restelli- que hacen del chusmerío su leitmotiv; y los jóvenes que pretenden llevarse al mundo por delante como el Pelusa, Atilio Presutti. 

    La historia dura tres días, y según Nacho lo que la hace atrapante es el misterio y el deseo de lo prohibido. ¿Qué estará pasando en la popa de ese barco habitado por lípidos y glúcidos -forma en que Jorge y Persio nombran a los marineros nórdicos-? ¿Será cierto lo del tifus y la cuarentena? 

    Y en medio de la incertidumbre se desarrolla lo más esencial y primitivo de la condición humana: el instinto de supervivencia, la sexualidad, el enamoramiento y el deseo de una vida plena. 

    El lector no se puede mantener al margen, adquiere un rol activo, se pone de un lado o de otro; juzga a Paula o cae en su encantamiento; decide agarrar un revólver y exigir una explicación a las autoridades del Malcolm junto a López, Raúl, Medrano y Atilio o creer en lo del tifus e intentar disfrutar del viaje, la pileta y el bar como Don Galo y el Dr. Restelli. 

    La novela tiene múltiples potencialidades porque continúa en los lectores, y su discusión seguirá este domingo 30 de junio, iniciando el invierno, en lo de Pepa -anfitriona adorable- con la ayuda del vino y seguramente las masitas de confitería... 


CONTINUARÁ...

El narrador magrebí.