Después de varias semanas de calor agobiante, inéditas en marzo, las nubes negras aparecieron en el cielo y comenzaron a agruparse. Se venía la tormenta, justo el día del encuentro en el que hablaríamos de las sensaciones que nos dejó "Nuestra parte de noche" de Mariana Enríquez.
Explotó el cielo y devino el aguacero. Los que ya estábamos en el cuarto de la terraza -Ana María, Pepa, Nacho y sus críos Valentina y Maxi, Raquel, Paula y quien escribe: Dani- festejamos el alivio climatológico y abrimos las ventanas. Los últimos en llegar -Jason, Cris y Rosi- tuvieron que correr bajo la lluvia a través del pasillo de la casa chorizo, subir rápidamente la escalera con el riesgo de resbalarse y meterse de un sopetón en el cuartito.
Ya estábamos listos para iniciar nuestro rito, que nada tiene que ver con la Oscuridad, todo lo contrario, otorga Luz a nuestras vidas de alienación capitalista.
"Nuestra parte de noche" estaba sobre el tapete, tercer libro que compartíamos de Mariana Enríquez, primera novela, y hubo que transitar más de 600 páginas de horror...
La mujer de las letras, nuestra Pepa, abrió el juego con una pregunta disparadora que ella misma contestó, citando un párrafo de la novela ¿Por qué "Nuestra parte de noche" y no "Nuestra parte de la noche"? Es en un instante de muchísima intimidad entre Juan y su hijo Gaspar, en el que el padre le dice que lo único que puede dejarle es un momento compartido, que tiene que ver con la noche y la oscuridad, pero que es de ellos dos, "nuestra parte de noche". Y que todas las personas somos un poco luz, y otro poco oscuridad.
La protagonista de la novela es esa relación padre e hijo, y el objetivo último es "salvar a Gaspar". Rescatarlo de la Oscuridad -así con mayúscula- que está representada por esa familia, o mejor dicho, por esas familias: los Bradford, los Mathers y los Reyes.
Se trata de familias poderosas, que se unieron en una Orden en el siglo XVIII, y vienen de Europa. Son la oligarquía, están más allá de la Ley y el Estado. Y el deseo de quienes lideran estas familias, Florence y Mercedes, es vivir para siempre, obtener el secreto de la inmortalidad a través de la Oscuridad. Importa el fin, no los medios.
Con respecto a esto último Raquel, que apenas llegó al encuentro, lo primero que hizo fue meter una botella de champagne en el freezer, exclamó con voz enérgica: "la amoralidad es una marca de clase". Y varios de nosotros asociamos a la familia Bradford con la Blaquier, y por qué no a Carlos Pedro Blaquier con Mercedes Bradford y Florence Mathers.
Blaquier, empresario argentino dueño del ingenio Ledesma en Jujuy, recientemente fallecido y elogiado por diarios tan derechosos como La Nación, estuvo denunciado por participar en la desaparición de empleados de su empresa por los militares genocidas en el año 76. Nuevamente la relación entre oligarquía, militares, poder político, iglesia y medios de comunicación, tan evidente y que tanto daño hizo.
Los militares de esa época, muy poco inteligentes, con escasísima capacidad de reflexión, pero que portaban las armas, fueron el instrumento de esa oligarquía local, y del poder invisible que habita el gran país del norte.
Volviendo al eje central de la novela, múltiples sentimientos produce la relación padre e hijo, entre Juan y Gaspar, que dispara varios interrogantes: ¿salvar al hijo de lo que él padecía, ser el medium entre esas familias perversas que formaban la Orden y la Oscuridad, es un acto de amor? Llegar a lastimarlo cruelmente, cortandole el antebrazo con un vidrio hasta llegar al hueso, para que tenga el sello que lo proteja y evite que la Orden lo encuentre, ¿tanta violencia es justificable? ¿Hasta qué punto los padres pueden dañar a un hijo con el argumento de protegerlo?
Juan, de extracción muy humilde, es doblemente vulnerable: por su cardiopatía y por la falta de recursos de su familia. Es vendido por su padre al cardiólogo que lo opera, Jorge Bradford, quien descubre y se deslumbra con sus condiciones de medium.
Juan, tan alto y hermoso, irresistible por su personalidad y rasgos físicos, se siente un esclavo.
"(...) no me preguntes si me gusta mi vida ni si soy feliz. Soy pobre y estoy enfermo. No tengo educación, no tengo familia, no tengo dinero. No creo ser capaz de trabajar. Necesito la asistencia que ustedes me ofrecen. Soy un sirviente".
Yendo al otro polo, el opuesto a Juan, la Orden y la Oscuridad; la luz en la historia está dada por el grupo de 4 amigos, Adela, Vicky, Pablo y Gaspar, que se conocen desde niños y se acompañan y contienen. Nadie pudo comprender mejor que Gaspar, la tristeza, vergüenza y dolor que le produce a Adela no tener uno de sus brazos. A ninguno de ellos les sorprende que Vicky duerma siempre con medias desde que escucharon la terrible historia de Omayra, la niña colombiana que agonizó frente a las cámaras, atrapada en la lava de un volcán. Pablo siente atracción por Gaspar y Adela confía mucho en él, sin saber que son primos y que la ausencia de su brazo fue consecuencia de un ritual con la Oscuridad.
Se nombró el cuento "La casa de Adela" del libro "Las cosas que perdimos en el fuego" de la misma escritora, como semilla que germinó esta novela.
Varios de los lectores reunidos en el cuartito de la terraza elogiaron el relato periodístico como recurso: el Pozo de Zañartú por Olga Gallardo, 1993. La devastadora historia de Beatriz, que ya había perdido a Adela en una extraña casa abandonada, y buscaba los restos de su marido Eduardo, militante de izquierda desaparecido por la dictadura militar.
Beatriz había podido cortar los lazos familiares con los Bradford, pero la desaparición de su compañero y la persecución de los militares, la obligaron a volver con su hija Adela pequeña a Puerto Reyes. Escapando de la oscuridad de los militares terminó en la oscuridad de su familia.
A todos los miembros de esta secta de lectura nos generó miedo y pesadillas leer "Nuestra parte de noche", pero a la mayoría nos atrapó. A algunos les costó mucho encontrarse con el horror cada vez que abrían el libro. "El horror", lo que no se puede nombrar, dirían Rosi y Jason, los psicoanalistas de la grupa.
La lluvia había parado y salimos a la terraza a brindar con el champagne que había traído Raquel. Juntarse a compartir literatura nos ayuda a escapar un poco de la Oscuridad que implica vivir en un país con un 50% de pobreza, dependiente del fondo monetario internacional y con el fascismo de un Milei o de una inescrupulosa Patricia Bullrich como opción de cambio. Caigo en la cuenta que el apellido "Bullrich" de alta alcurnia, empieza con la misma letra que "Bradford".
Pero siempre está la Luz -voy a escribirla con mayúscula también-, todo el tiempo aparecen los opuestos de Heráclito. La Luz de la ciencia, de la educación y salud pública, de los trabajadores, de la música, el teatro y el arte en general, de la gente humilde, honesta y luchadora, de las mujeres luchadoras, de los amigos y amores.
La luz de este grupo de lectura.
Quelonius