miércoles, 28 de diciembre de 2022

Crónica del encuentro por "Río de las congojas"

  Fue el seis de Noviembre del 2022 que nos, los lectores de la gran Libertad Demitrópulos, nos juntamos en la terraza de Dani, rodeada siempre por el unánime cielo villurquí.

  Como todavía estaba un poco fresquito, nos guarecimos en el salón musical que está muy bien ventanado. Alrededor de una mesa ratona llena de manjares olímpicos, estábamos Pepa, Ana, Nacho, Yo, Jason, Pau y Dani. Sabemos que hubo otros lectores que la leyeron y que no pudieron venir, pero ya charlaremos y la comentaremos en algún otro encuentro.

  Estábamos todos con los ojos muy abiertos porque “esta novela me encantó”; “es rara, pero me encantó”; “al principio no podía enganchar, pero me encantó”; “Sí- dijo Jason y creo que Dani también,- esta fue la mejor novela del año”.

  Y bajo estos estados incantatorios (así denomina Cortázar a los efectos de lo poético), empezamos a referir partes, fragmentos y a releer párrafos.

 ¿Rara la novela? Bueno, sí. Empieza narrando Blas de Acuña, de quien Jason dijera que era un “gran personaje”, y, sí, lo es porque quizá fuera éste el protagonista y no la adorada María Muratore. Blas de Acuña es el que más narra. También narra la heroína supermujer, batichica del siglo XVI, porque la ficción se ubica en el año mil quinientos y tanto; Juan de Garay vivió desde el 1528 al 1583, dicen los manuales de historia (never google). Hay también un narrador omnisciente que aparece por momentos. O sea que tres son los narradores de esta acuática novela, sí, porque tuve la sensación de nadar mientras la leía, quiero decir, todo era acuático, navegable, navegante; la historia avanzaba por el río Paraná, o bajaba, según dice el narrador del primer capítulo: “ Bajé de La Asunción con Juan de Garay y una runfla de mozos como yo: mestizos". “ El río a la vera estaba, el río ahí sigue estando”. Blas de Acuña, de los tres narradores, es a la vez, el más presente. Y de todos los mestizos, es el que se destaca, digamos, el individuo más singularizado, aunque en un momento nombra a unos cuantos mestizos, y, sobre todo, a uno en especial, a Lázaro de Venialvo, que fue el que encaró la rebelión, “el más dolorido”, el traicionado por “Cristóbal de Arébalo, el peor de los traidores”. “El Lázaro no tuvo tiempo de sospechar la falsedad de este aliado, solamente en su agonía, en el pasaje de una puñalada a otra que el traidor propinaba, habrá tenido el relámpago de la verdad.”

  A toda la primer parte de esta obra la recorre una rebelión contra la bestia ibérica que los había llevado desde La Asunción a Santa Fe, y que después no les dio tierra ni mando  ni nada de lo prometido.

  En el momento de la traición y represión es cuando se rebela la identidad de la heroína batichica supermujer.

  Esta novela es una historia de bastardos, “¿Onde quedaba la lujuria de esos viejos cochinos que nos semillaron en mujer guaraní?” se pregunta Blas de Acuña. Y afirma más adelante que todos los mestizos son bastardos, y que todos los mestizos, tan racializados, eran los que peleaban, los que ponían el cuerpo en la guerra permanente de las épocas coloniales, la guerra entre españoles y pueblos originarios; entre godos y timbúes o quiloazas. Entre medio de estos dos bandos estaban los bastardos sin identidad clara. Porque no eran claros, pero tenían que pelear, sangrar, morir  o sobrevivir bajo la férula del español.

  En estas épocas el destino no se elegía. Nada se elegía. Las mujeres debían casarse o prostituirse o ser monjas. Los hombres debían ir a la guerra aunque no quisieran ir. Terrible destino el de los varones también.

  Las mujeres son nudos o cruces de sentido. Ana Rodríguez, venida de España en barco para casarse en las Indias con marido español. Ana Rodríguez, mujer que da el mal paso en una escala en Portugal, o, más bien, que transgrede su destino de casadera y que también es amante de Juan de Garay y de la que no se sabe por qué sufre bulling de parte del pueblo. Ni siquiera puede ir a la Iglesia.

  Ana Rodríguez transgrede su destino de mujer, ella abandona a su hija en vida, pero asume su maternidad en el último minuto, o en el minuto anterior a su muerte y así revela su misterio.

  Es que, como dije más arriba, es una novela de bastardos, y en ellos el enigma era la filiación, saber de quién eras hijo, quién fue el padre que te engendró para dejar de habitar esos inciertos lugares intermedios.

  María Muratore. La chica tutelada por un gran padrino que la crió con el mayor esmero para desposarla después, cosa que no pudo ser; María Muratore “la muertecita” es la gran heroína, la que rechaza el rígido destino de las mujeres, María Muratore se rehúsa. Rehúsa a casarse con quién la cuidó y sanó de la herida mortal. ¿Quién dijo que no hay hombres capacitados para las tareas de cuidado? Blas de Acuña, su eterno enamorado, veló por ella con el mayor de los afectos y la casó contra su voluntad, él amó a su muertecita rebelde. Mucho la cuidó y mimó para poseerla después. Pero la quería.

  La gran heroína también se atreve a rehusar al deseo del más poderoso, mata a sus esbirros y huye con su amigo, el negro Cabrera, músico, un personaje entrañable, muy pobre. Ella le cambia el anillo por la canoa con la que escapa. El anillo es un objeto-recurso condensador de largos pasados en mucha literatura.     María cuando lo entrega, se despega de mucha tradición. Con ese anillo condensador de un aura primordial, el negro esclavo podrá comprar su libertad y ella, bajo identidad cambiada, Fernán Gómez, y ropa de hombre, huye por el río. 

  Y hay una tercer mujer, heroína también, transgresora, que tenía un proyecto propio, era laboriosa, era industriosa, era costurera. Decidió fundar un linaje, dar principio y futuro, crear una tradición y un punto de origen. Isabel Descalzo creó la leyenda de “la muertecita”, el objeto de adoración, el mito de origen. Ella se queda, se instala en una chacra, acepta el pacto que propusiera su padrino Don Alonzo Martínez y acepta casarse con su ¿hermano? Tal como  Adán y Eva, dos hermanos son fundadores de una estirpe que pondrá fin a una vida nómade, llena de guerras.

  Y pensando en esto de los tres destinos posibles, hay algo notable en la novela y es el tratamiento que se le da a la vida en la “calle del pecado”. Ahí se vivía una atmósfera de libertad y placer que era como un paréntesis en medio de la opresión eclesiástico- colonial. Hay un párrafo que Nacho leyó especialmente y que no casualmente muchos habíamos subrayado. Lo cito. Es Blas de Acuña, (gran personaje) el que habla: … “Siempre he tenido a las meretrices como madres huérfanas, medioángeles sueltos por el mundo para alegrar el corazón de los hombres machos, conjuradoras de soledades, dispuestas a brindar a cualquier hora y a quien fuera, el perfume de su misericordia. Son gráciles cuando jóvenes, finas cuando envejecen. Más corre la vida en ellas, más delicadezas acopian, porque todas son señoras del sufrir y del mercar, y de ambos negocios mantienen libre el corazón. No soy hombre de repudiar a las putas.”

  Isabel Descalzo se ocupa de enterrar a María para tener un pozo de recuerdo, una melancolía necesaria, un objeto de adoración cargado de pasado, de historia, un objeto de culto, un mito.

  En la novela hay retrato de época, sí. Disiento con la idea de que es como una crónica de indias. Las voces que crea la autora narran y describen desde la intimidad de los narradores. Si vamos a las crónicas de Colón o a las de Hernán Cortés, vemos que en ellas hay un afán por ser objetivos, distantes y una necesidad de mostrar la geografía en detalle. En Río de las congojas, no. Ya desde el título estamos sumergidos en el puro líquido emocional de los personajes. Emociones mezcladas con la geografía. ¡Y qué patriarcal que era la sociedad! Todas las mujeres eran calificadas en su honra por los accesos carnales sufridos o gozados.

  También disiento con eso de que María Muratore era mestiza. No, no lo era. Se descubre su filiación. Pero no espoileo.

  Los grandes enigmas de esta historia son las identidades de los mestizos que siempre son bastardos, sobrevivientes de sus padres españoles opresores. Estos protagonistas están poniendo el cuerpo entre medio de los verdaderos rivales. Indios versus invasores españoles. Mucho queda por decir. La novela es política y poética.

  Libertad Demitrópulos nació en Jujuy, en Ledesma, nada menos, en 1922, y murió en 1998. En este año, 2022 se han cumplido cien años de su nacimiento.

  En los primeros noventa, muchas feministas empezaron a colocarla en un lugar merecido. En 1997 ganó el premio Boris Vian. Había publicado esta novela en 1981.

  Le sigue “sabotaje en el álbum familiar”, de 1984; “Un piano en bahía desolación”; un ensayo sobre poesía argentina, una biografía sobre Eva Perón y otras novelas más.

  Dicen los que la han leído que sus novelas suelen tratar sobre mujeres humildes como la querida María Muratore y como la misma Evita.

  Estuvo casada con Joaquín Giannuzzi, el amor de su vida.

  Y nosotros amamos esta novela, dijimos que fue la que más nos gustó. Aunque Nacho afirmó que  El entenado lo fascinó más. Y, sí, por supuesto, Saer es una masa y se mete en el 1500 en tierras americanas muy desconocidas siendo un protagonista sin nombre, un puro humano sin pasado. Los personajes del Río de las congojas tenían todos un nombre y  un apellido, aunque estuvieran flojos de papeles en cuanto a paternidades y filiaciones en una sociedad mucho más clasista y racista que la actual.

  Y a propósito de esto, nosotros, reunidos alrededor de la mesa empezamos a contar quiénes eran nuestros abuelos y ascendientes. Pepa empezó a contar anécdotas muy graciosas de su padre y sus abuelos gallegos, Pau contó que fue nacida en Bélgica. Todos venimos de migraciones y, por suerte, vivimos en una época libre de discriminaciones del tipo “bastardo” o  de la creencia en razas superiores, aunque algún ignorante suelto lo niegue. Somos ajenos a esas consideraciones, aunque neuróticos por otras, pero no importa, siempre brindamos por nuestros encuentros, por nuestras lecturas y ahora brindo por este encuentro del que estoy hablando y por el de diciembre en el que escuchamos humorísticas canciones y tonadas de los artistas clown que engalanan a este grupo bajo el cielo azul villurquí.



 

                  Raquel Poblet.

 

martes, 27 de septiembre de 2022

El instante que nos parió. Reflexiones que nos dejó El entenado de Saer.

     Ana María me parió en la década de los 80. Pepa parió primero a Nacho y luego a Rosi en la misma época. Nefasto Viola gobernaba, después vino nefasto Massera y finalmente Alfonsín y la democracia. A Ana María y Pepa las parieron cuando Hebe Uhart correteaba por las calles de Moreno y se ponía el guardapolvo blanco para ir a la escuela.

    A Jason lo parieron en Bogotá y a Paula en Perú, ni hablar de los festejos que hubo cuando parieron a Wagner en Río de Janeiro, le dedicaron un carnaval. Toda Latinoamérica pare alrededor de 5 millones de bebés por año.

    A Cristian lo parieron en Olivos, porque no siempre fue de San Martín y a Raquel la parieron mientras sonaba un tango, su madre pujó siguiendo un compás de 2 x 4.

    Nacho y yo (el negro Dani) contribuimos a que nuestras compañeras parieran a Valentina, Maxi y Vicente, en ese orden. Maxi y Vicente emergieron a la vida extrauterina con meses de diferencia, y por esa razón, ya rondando los 5 años de edad, jugaron tanto la noche del 20 de septiembre, el último día del invierno, fecha en la cual los 9 locos que nombré parieron este encuentro literario que se propuso entender "El entenado" de Juan José Saer, quien fue parido en Santa Fe, pero eligió vivir en París.

    A todos nosotros nos parieron en una fecha y lugar determinado y fuimos fruto de una mujer madre que nos alojó y luego nos dio un empujoncito para vivir la "primer gran angustia": el nacimiento -psicoanalistas abstenerse-. ¿Pero cuándo se nace realmente? ¿En el momento que atravesamos el canal de parto y asomamos la cabecita ensangrentada? ¿O cada uno de nosotros tenemos un momento fundamental esperandonos, que nos hace nacer? Esta es una de las tantas preguntas filosóficas que nos trajo aparejada la lectura de El entenado de Juan José.

    "Toda vida es un pozo de soledad que va ahondándose con los años. Y yo, que vengo más que otros de la nada, a causa de mi orfandad, ya estaba advertido desde el principio contra esa apariencia de compañía que es la familia. Pero esa noche, mi soledad, ya grande, se volvió de golpe desmesurada, como si en ese pozo que se ahonda poco a poco, el fondo, brusco, hubiese cedido, dejándome caer en la negrura. Me acosté, desconsolado, en el suelo, y me puse a llorar. Ahora que estoy escribiendo, que el rasguido de mi pluma y los crujidos de mi silla son los únicos ruidos que suenan, nítidos, en la noche, que mi respiración inaudible y tranquila sostiene mi vida, que puedo ver mi mano, la mano ajada de un viejo, deslizándose de izquierda a derecha y dejando un reguero negro a la luz de la lámpara, me doy cuenta de que, recuerdo de un acontecimiento verdadero o imagen instantánea, sin pasado ni porvenir, forjada frescamente por un delirio apacible, esa criatura que llora en un mundo desconocido asiste, sin saberlo, a su propio nacimiento. No se sabe nunca cuándo se nace: el parto es una simple convención. Muchos mueren sin haber nacido; otros nacen apenas, otros mal, como abortados. Algunos, por nacimientos sucesivos, van pasando de vida en vida, y si la muerte no viniese a interrumpirlos, serían capaces de agotar el ramillete de mundos posibles a fuerza de nacer una y otra vez, como si poseyesen una reserva inagotable de inocencia y de abandono. Entenado y todo, yo nacía sin saberlo y como el niño que sale, ensangrentado y atónito, de esa noche oscura que es el vientre de su madre, no podía hacer otra cosa que echarme a llorar. Del otro lado de los árboles me fue llegando, constante, el rumor de las voces rápidas y chillonas y el olor matricial de ese río desmesurado, hasta que por fin me quedé dormido".

    Orgías, antropofagia y borracheras hasta perder la conciencia nos interpelan. ¿A dónde está la ley? ¿Dónde la cultura? ¿Hay cultura en la tribu que captura al entenado y se devora al resto de la tripulación en un asado populoso, como el nuestro de los domingos en familia? La respuesta es afirmativa creo yo, pero se trata de una cultura diferente a la occidental, más bien cíclica, que se deja llevar por las estaciones.

    En dicha cultura está permitido solo una vez al año sumergirse en un banquete de carne humana, beber brebajes psicoactivos y tener sexo descontroladamente, sin saber con quien, por el solo hecho de sentir placer, o goce, o como descarga. El resto del año los indios son serios, parcos, aplicados, no se permiten la alegría, hacen lo que tienen que hacer. 

    Es como "el permitido" en nuestro mundo occidental. Como ejemplo basta nombrar a las personas unidas en matrimonio hace muchos años y que se permiten "una cañita al aire" de vez en cuando; o las que están en tratamiento por sobrepeso y se dan permiso para comer un alfajor por semana.

    Pero al entenado no se lo comieron, lo dejaron vivir con ellos. ¿Por qué fue elegido? ¿Qué vieron en él? El entenado es un huérfano absoluto, que ni siquiera tiene nombre. Según nuestra compañera Raquel, la tradición te hace no ser huérfano. Y el entenado no sabía de dónde venía, quiénes habían sido sus padres, no conocía su historia, tampoco tenía familia. Convivía con los habitantes del puerto y allí se ganaba la vida como podía.

    Lo capturaron y lo dejaron vivir, como a tantos otros, para luego ser devuelto a su lugar y de esa manera trascender, ese era el deseo de la tribu, perdurar a través de las narraciones e historias de ese ser distinto, de otro lugar y cultura, que había compartido con ellos la vida por un rato. Def - ghi significaba varias cosas, pero sobretodo quería decir "no te olvides de mi". 

El trágico final de Juan Díaz de Solís en le Mar Dulce: ¿lo comieron los charrúas?

    Y para el entenado, esa experiencia de diez años con los indios, fue fundacional. Lo constituyó como persona, a él que venía de la nada, fue como un nacimiento. Ser expulsado de ese mundo, su mundo, lo dejó desamparado y lo hundió en una profunda depresión, de la cual fue rescatado por el padre Quesada y el aprendizaje de la lectura y la escritura, adonde encontró refugio. 

    "Diez años están hecho de mucho días, horas y minutos. De muchas muertes y nacimientos también. Lo que cuando toqué la playa en el primer anochecer me era extraño, con el tiempo continuo que nos modela y nos cambia fue haciéndose familiar. Si para cualquier hombre el propio pasado es incierto y difícil de situar en un punto preciso del tiempo y del espacio, para mí, que vengo de la nada, su realidad es mucho más problemática. Ninguna vida humana es más larga que los últimos segundos de lucidez que preceden a la muerte. Veinte, treinta, sesenta, diez mil años de pasado tienen la misma extensión y la misma realidad. Del incendio más colosal no queda más verdad que la ceniza. Pero hay también, en toda vida, un período decisivo, que sin duda también es pura ilusión, pero que sin embargo nos moldea, definitivo. Es una ilusión un poco más espesa que el resto, que se nos prodiga para que, cuando la proferimos, podamos de un modo u otro representarnos la palabra vida. Yo era arcilla blanda cuando toqué esas costas de delirio, y piedra inmutable cuando las dejé, aun cuando mi permanencia en ellas haya sido, teniendo en cuenta la edad a la que estoy llegando, relativamente corta, y aun cuando, en los años que siguieron, haya vivido, en apariencia, tantas cosas que otros llamarían importantes y variadas".

    Es en este párrafo precisamente en el que el narrador, el entenado, nos habla de aquel momento trascendental que todos los humanos, o la mayoría de nosotros, vivimos o viviremos y es como un nacimiento o un renacer, y que sin ninguna duda recordaremos antes de morir.

    Así le pasó a Tadeo Isidoro Cruz, de acuerdo a lo que nos relata Borges:

    "Lo esperaba, secreta en el porvenir, una lúcida noche fundamental: la noche en que por fin vio su propia cara, la noche en que por fin oyó su nombre. Bien entendida, esa noche agota su historia; mejor dicho un instante de esa noche, un acto de esa noche, porque los actos son nuestro símbolo. Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siembre quién es". 

    Al entenado lo devolvieron a una civilización a la cual no quería regresar, y a nosotros, los 9 locos, el reloj, Cronos que nos carcome, nos expulsó de esa hermosa noche estrellada de martes, la última del invierno, para devolvernos a la cotidianeidad del "irse a dormir para despertarse temprano con la obligación de trabajar". 

El negro Dani

    

domingo, 15 de mayo de 2022

Las primas

     Tarde soleada de otoño en la Florida bonaerense. Después de elucubrar acerca de las distintas líneas de colectivo que podían llevarla a destino: que la 152, no mejor el 161, ¿y el tren que sale de Carranza no me dejará cerca? Finalmente Raquel optó por el taxi y lo sintió como un fracaso, pero quería estar temprano.

    Los hermanos marroquíes Pol y Dani y su madre yugoslava Ana María acudieron en un renault clio color azul oscuro, que al final de la juntada Guille elogió porque tenía 5 puertas.

    Los demás tardaron mucho, como haciendose desear. Los anfitriones Guille y sus gatos fueron muy hospitalarios, pero había una gata blanca con manchas marroncitas de 20 años echada en la puerta de entrada, que no se oponía al ingreso de los visitantes, pero lo dificultaba.

    Ya había chipás, coquitos, papas fritas y 2 mates funcionando, cuando arribó la quinta, portando un look muy intelectual, la Pepa Carbón; siguió el arquitecto racinguista y bragadense Fer y por último la sonriente Lucía, la más nueva del grupo. Cristian que alegó haberse quedado varado en una reunión familiar nunca llegó. Éramos 8 los que evocaríamos a Aurora Venturini.

    Podríamos haber sido más, pero Nachito se pescó la peste covideana y debió permanecer aislado en su depto de Villa Raffo. Quiso estar presente de todas formas y envió audios con su parecer de "Las primas".

    "¡No puedo creer que esté contando semejantes cosas con tanta liviandad! Rompe con los modelos tradicionales de escritura. La religión, la hipocresía de la iglesia católica: la descripción del canelón. La novela es desopilante, cargada de ironía. Se puede laburar ESI (Educación Sexual Integral) con esta obra". Éstas fueron algunas de las ideas que esbozó el generalista punk en sus audios, sponsoreados por movistar.

    En la casa de Guille, fue Raquel la que arrancó hablando de Aurora y su vida, en vez de empezar por Yuna y la novela. ¿O será que la novela es tan autobiográfica que Aurora y Yuna se confunden? Aurora conoció a Eva Perón a través de la esposa de Mercante, quien fue gobernador de la provincia de Buenos Aires durante la primera presidencia de Perón. La escritora había nacido en la ciudad de La Plata, se fue a vivir sola a los 19 años, época en la que tuvo un amorío con un médico casado. Después estuvo casada 2 veces con hombres poderosos y de derecha, uno de ellos un juez. Estudió filosofía, psicología y fue docente, además de escritora. Aunque Aurora decía de sí misma, que era inútil para todo, salvo para escribir, algo parecido a lo que le pasaba a Yuna con la pintura.

    La novela trata de una familia disfuncional. Pero también se mete con otros temas ríspidos y de mucha actualidad como son el abuso sexual, el aborto y la discapacidad. El clima que rodea la historia de Yuna y Petra, desde el inicio al final, es el de perversión, naturalizado por la narradora Yuna.

    Es novedosa la forma en que está contada y escrita la obra, sin puntuación. La narradora con la ayuda del diccionario va mejorando su vocabulario y la lectura se torna más fluida a medida que avanza. A Yuna poner "puntos y comas" le genera ansiedad. Ella escribe como piensa. 

    A Pepa, la más letrada de todos nosotros, esta escritura la remitió a el fluir de la conciencia de James Joyce en su "Ulises".

    Impactó a los lectores cómo Yuna se refiere a su hermana Betina, con odio y desprecio. Betina se moviliza en silla de ruedas, sólo alcanzó el tercer grado de una escuela especial, se tira pedos y eructos y hace sus necesidades a través de un agujero colocado en el espaldar de la silla. Yuna en su mente de niña, asocia el alma con una sábana blanca, que se va manchando a lo largo de la vida. Cuando ve que una colita de sábana se escurre desde la silla de ruedas de Betina, interpreta que su hermana la está perdiendo.

    A Fer, el arquitecto del grupo, que habla poco -como los sabios- pero cuando lo hace hay que escucharlo, la relación de Yuna y Betina le hizo rememorar el cuento "Después del almuerzo" de Cortázar, en el que el narrador es un niño que es obligado por sus padres a salir a pasear con un miembro de la familia, que podría tratarse de un ser fantástico, un monstruo, una mascota o un hermano menor.

    El bragadense también asoció la familia de Yuna a la de Aureliano Buendía de "Cien años de soledad" de Gabriel García Márquez.

    Es muy interesante la trayectoria que hacen dos de los personajes de la novela: la tía Nene y la mamá de Yuna y Betina. La tía Nene que "por falta de educación sexual" todavía era virgen, a pesar de haber tenido 800 novios y haber estado casada; es la que lleva a Carina a abortar clandestinamente, como si fuera un trámite y no siente culpa cuando muere su sobrina consecuencia del aborto; pero sí se le desgarra el alma y enloquece cuando fallece su madre, abuela de Yuna, Betina,Petra y Carina, a la cual adoraba y con quien vivía; tía Nene menosprecia las obras que Yuna pinta y compadece a su hermana por tener dos hijas idiotas; termina desnucándose al resbalar con una flor que no le gustaba: "alegría del hogar".

    La mamá de Yuna era maestra de puntero y guardapolvo blanco y pretendía controlar todo a punterazos. Termina muda y mirando al vacío después de permitir el ingreso a la casa del profesor de bellas artes de Yuna, quien es el que abusa y embaraza a Betina.

    Yuna y Petra, la prostituta liliputiense, son las primas que están unidas por la desgracia y el espanto. Son las que guardan el secreto de la venganza de Carina: el asesinato escatológico del vecino papero; las que "hacen justicia" instigando al profesor para que se case con Betina y las que escapan juntas de esa casa, esa familia y sus atrocidades. 

    Ninguno de los presentes supo interpretar el final, si Petra usa a Yuna, viceverza, o cada una decide seguir su camino por separado. Lo que sí queda como certeza es que fueron las primas, las únicas dos de esa familia, que pudieron resistir, emerger y seguir adelante. Y en ocasiones, para seguir adelante hay que olvidar.

    "Y pasó diciembre, enero, febrero, en marzo comencé las clases. Me sentía recién nacida, conseguí nivelarme, exponer, viajar.       

    Borré. Borré. Borré todo.          

    Una enorme melancolía invadió mis pinturas y las valorizó porque la gente al verse reflejada en la pena puede consolarse algo.                                               

    Supe que Betina había fallecido y que el profesor a causa de la existencia miserable exigida de cuidar a la enferma no salía de la casa y recordé que la casa era mía, por herencia, pero también lo olvidé".



Kelonius Monk, 15 de mayo de 2022