miércoles, 3 de noviembre de 2021

Fervor de Buenos Aires pandémico

   La palabra "meet" en anglosajón significa "encontrarse". Es una de las formas que hallamos los seres humanos para relacionarnos en pandemia. Supongo que Borges estaría escondido en su enorme biblioteca en esta época de virus covid-19.

   Abrí la reunión virtual cuando faltaban 3 minutos para las 3 de la tarde. La primera que apareció en la pantalla de la compu fue Ana María, siempre sonriente; luego siguió Pepa, pero no era la misma... estaba rubia; el tercero fue un participante desconocido, que al instante reveló su identidad: era el generalista de Lugano, Nacho; desde Río de Janeiro surgió el más porteño de todos nosotros, Wagner y su nostalgia rioplatense; Raquel también se conectó y esta vez pudo hablar, no tuvo inconvenientes con el micrófono cibernético; y por último Guille, luego de varios intentos fallidos, y sin olvidar esa frase que la acompañó durante la juventud -"la única batalla que se pierde es la que se abandona"- logró vencer a Bill Gates y conectarse. 

   Finalmente éramos 7 locos y estábamos listos para compartir la primera poesía de Jorge Luis, la del año 1923, la que escribió al volver de su primer viaje por Europa y vivir de cerca la Primera Guerra Mundial. 


   Comenzó el debate la alucinógena Pepa destacando la "adjetivación" de Borges:

   "El temporal fue unánime" en su poema Barrio recuperado.

   "El pastito precario" en Arrabal.

   Nos explicó que a esta forma de adjetivar se la denomina hipalge: figura retórica de construcción que consiste en aplicar a un sustantivo un adjetivo que corresponde a otro sustantivo.

   Luego se discutió en buena hora, y atravesados por los nuevos vientos de cambio, acerca de las masculinidades hegemónicas y cuánto daño han producido en mujeres y niñes, pero también en los hombres. Y se ejemplificó con Jorge Luis adolescente, quien padeció su debut sexual. A sus 14 años fue sacado de la biblioteca y llevado por su padre -"un tipo culto"- a un burdel. Primero pasó el padre y luego él con la misma mujer...

   A continuación, el pibe Nacho de Tres de Febrero tomó la voz cantante y dijo que sus poemas preferidos son Barrio recuperado -ya nombrado- y Ausencia. Con respecto al primero interpretó el "atravesar el temporal" como condición sine qua non para arribar a las cosas lindas de la vida. Una concepción un tanto "cristiana" la del compañero anarquista, dado que esta religión propone que "es necesario padecer en la tierra para obtener el pasaje al cielo".

   Con respecto a Ausencia, este poema está dedicado sin dudas a una mujer. La novia de Borges, cuando fue escrito, era Concepción Guerrero, una adolescente de 16 años, que destacaba por su bella cabellera de largas trenzas. Borges en ese entonces contaba con 24 años y la familia de Concepción no aprobaba la relación, por lo cual se encontraban "clandestinamente" en la casa de Norah Lange, en Tronador al 1700, donde se hacían reuniones literarias.


Habré de levantar la vasta vida

que aún ahora es tu espejo:

cada mañana habré de reconstruirla.

Desde que te alejaste,

cuántos lugares se han tornado vanos

y sin sentido, iguales

a luces en el día.

   La Guille, pese al gorilismo recalcitrante del escritor, estaba contenta y agradecida de leer este libro de poemas. Recitó La Rosa:


La rosa,

la inmarcesible rosa que no canto,

la que es peso y fragancia,

la del negro jardín en la alta noche.


   También hay uno dedicado al otro Rosas, al que no es flor sino tirano, según Jorge Luis:


Famosamente infame,

su nombre fue desolación en las casas,

idolátrico amor en el gauchaje

y horror del tajo en la garganta.


   Arrabal fue elogiado por muchos de nosotros. El mismo Borges, cuando en el año 69 revisa estos versos escritos en su juventud, escribe en el prólogo de esa edición:

   En aquel tiempo buscaba los atardeceres, los arrabales y la desdicha; ahora las mañanas, el centro y la tranquilidad.

   En Arrabal Borges declara su amor inquebrantable hacia la ciudad de Buenos Aires. El mismo amor que siente nuestro compañero Wagner, que añora desde Minas Gerais lo tiempos en el barrio de Palermo, muy cerca de donde vivió su infancia Jorge Luis.


El arrabal es el reflejo de nuestro tedio.

(...)

Esta ciudad que yo creí mi pasado

es mi porvenir, mi presente;

los años que he vivido en Europa son ilusorios,

yo estaba siempre (y estaré) en Buenos Aires.


   El carioca Wagner, como estudioso de las letras, analizó el libro de poemas de una manera curiosa. Buscó la palabra que más se repetía en ellos y el resultado fue: "tarde" 29 veces. E imaginó que aludía al "paso del tiempo", tema tan tratado en la obra del escritor y a su elogio de los atardeceres, como ocurre en Afterglow, Atardeceres y Campos atardecidos. Recuerden que "la penumbra del alba tiene el nombre de penumbra de la paloma; la del atardecer, del cuervo".

   Raquel y Ana María se pusieron de acuerdo en resaltar un poema cortito titulado Carnicería, que podría ser utilizado por los veganos, para graficar lo cruel de la matanza animal:


Sobre el dintel

una ciega cabeza de vaca

preside el aquelarre

de carne charra y mármoles finales

con la crueldad de un ídolo.


   Por otro lado, un tema que se repite mucho en Fervor de Buenos Aires es el de la muerte, nuevamente como expresión del paso del tiempo y punto final de este laberinto que es la vida.

   La Recoleta, Inscripción sepulcral, Remordimiento por cualquier muerte, Inscripción en cualquier sepulcro son los poemas donde aparece explícitamente este tema que tanto lo atraía a Borges desde su juventud. 

   Personalmente me gustó Inscripción en cualquier sepulcro, porque habla de cuáles son las cosas importantes de la vida y de la insignificancia de mármoles y lápidas.


No arriesgue el mármol temerario

gárrulas transgresiones al todopoder del olvido, 

enumerando con prolijidad

el nombre, la opinión, los acontecimientos, la patria.

(...)

Lo esencial de la vida fenecida

-la trémula esperanza,

el milagro implacable del dolor y el asombro del goce-

siempre perdurará.


   El tiempo transcurría como la arena en el reloj y se hicieron las 5 de la tarde. La charla fluía en el laberinto de las relaciones humanas, pero hubo que decir "paremos aquí". Terminar algo le da trascendencia a lo ocurrido previamente, sino se esfumaría en el infinito.

   Ideas, sensaciones, aprendizaje, "lo compartido" quedó en los engramas de la memoria de cada uno de nosotros. Eso hace a estos encuentros inmortales.   

Mi polvo será lo que soy.




Daniel "Kelo" Roffé, noviembre de 2021.