Buenos Aires: son casi las 3 de la tarde de un lluvioso sábado de enero. Río de Janeiro: nuestro generosísimo anfitrión, Wagner, comenta que allí están soportando ¡42 grados de calor! Partido a jugar: ¿Brasil vs. Argentina? ¿Locos vs. Locas?
A pesar de estas tan distintas
circunstancias, poco a poco los integrantes del grupo se van incorporando a la
reunión de Zoom, animándose a exponer en las pantallas de sus “compu-celu” no
sólo sus rostros sino también sus muy distintas opiniones y sentimientos,
producidos por Hebe Uhart con Un día
cualquiera, libro editado en
2013. ¡Y vaya si hubo polémica!
Nobleza obliga, cito a los
participantes por orden de aparición en el encuentro: para el equipo brasileño jugaron Wagner y Anita
Bartholo, con hinchada propia: Nataly, Irina y un perro. Por el conjunto
argentino intervinieron: Pol, Nacho (que en la mitad del partido habló de una
“oblicua”), Daniel, Ana María, Guille, Mercedes, Analía (ambas muy ovacionadas
por el resto del equipo, por su reincorporación) y Pepi: éramos 10 en total (parece que hubo un
jugador que no aceptó el desafío).
En los primeros minutos del encuentro se pasaban la pelota unos a otros –o unas a otras– (como verán, no sé manejar el inclusivo), hablando de bueyes no tan perdidos: después de los saludos se tocó el tema vacunas: ¿Sputnik V o Pfizer? Comentario ad hoc que recoge la advertencia que trajo a colación Dany: ¡es tarea urgente conseguir la vacunación para toda la población, pero con prioridad para el personal de la salud!
Vamos al juego.
Primer
tiempo: Dany (aclaración aparte: se muestra acompañado por una botella de
vino Nampe) tilda a Wagner de psico-bolche, mientras que a mí me hace recordar a
Silvio Rodríguez… de quien Dany se interroga por su diversidad sexual. Yo afirmo
que no me importa ese detalle… mientras Wagner esboza una sonrisa y Anita B. casi grita afirmando amar a Silvio. Se exhiben
otros trapitos al sol: Dany provoca con el asunto de que los sensibles terminan
en suicidio –Alfonsina Storni–.
Le cometen la primera
falta al siempre nombrado Patricio… (Sonrisa de oreja a oreja que le sale bien
al doctor Dany).
¡Y se empieza a calentar
el partido!
Dany: “Hoy no tenemos
mucho que discutir… ¡Un bodrio!”.
Los jugadores/as nos
miramos y nos defendemos: “A mí me gustó! ¡A mí me encantó!”. Otros comentarios
similares se escuchan desde el perímetro de la cancha.
Dany pide –a la manera de
un ejercicio de memoria– que repasemos bodrios: se agrupan en el centro del campo
de juego O. Bayer, M. Denevi, S. Schweblin, A. R. Burgos, H. Conti, J. J. Saer…
Dany finaliza la jugada afirmando: “No pude terminar de leerlo”.
Ya más serenos todos, Wagner
se mete en el partido y habla acerca de algunas de las lecturas sobre Hebe que
lo capturaron: Guiando la hiedra y Querida mamá. Volviendo a nuestro libro,
aporta que quedó cautivado por la narración que esta autora hace de su pueblo –Moreno–, la descripción del barrio, sus
personajes, situaciones cotidianas, comunes… Agrega que le gustan los temas
elegidos y el universo que los rodea (cita el cuento “Los Hermanos Schiavi”).
Se mete Guille en el
campo y dice cuáles fueron los cuatro cuentos que más le gustaron: “Los
hermanos Schiavi”, “El olor de Buenos Aires”, “Maestrita” y “Un día
cualquiera”. En su muy lúcida opinión, Hebe deja de ser su persona para ser otra. Su
escritura es teatral… escénica; la prioridad es ella y no los personajes de la
narración.
Mercedes, desde el medio
campo, confirma que es uno de los libros más autobiográficos de Hebe, con
personajes reales en su vida, como su novio alcohólico –Ignacio–, una familia
difícil, complicada, casi ominosa, con una tía loca… todos ellos reflejados en
el cuento “Historia de una venta”, donde sería difícil discernir ficción y realidad.
Nacho se mete de lleno con
la pelota y cuenta que le costó mucho engancharse con Hebe, pero reconoce que
es un desafío sacar provecho del costado bueno que contienen sus cuentos; una
mirada interesante, crítica de la realidad, irónica, y –como si esto fuera
poco– filosófica: la mirada de un niño
curioso. Visibiliza la normatividad, agita el statu quo de la sociedad sostenida en tres instituciones fundantes:
familia, educación y trabajo. Personajes raros, extravagantes, desanimados. Encuentra
en sus cuentos muchas digresiones, donde arranca para un lado y… (¿será ahí lo
de la oblicua?), a pesar de que no
tienen un hilo conductor ni un objetivo, son transgresores.
Me pasan una jugada y comparto mi opinión sobre el libro: interesantísimo, maneja un relato fresco, fluido y con muchos guiños de humor y ternura. Está presente la niña que observa con infinito detalle lo que pasa en cualquier día de su vida, a través de su propio monólogo interior. Y consigue transformar su dolor en vivencias a narrar.
Wagner suma su
experiencia literaria para contar que Hebe era muy curiosa: sus textos se
acercan más a la crónica y la compara con su compatriota Clarice Lispector,
quien también echa mano al flujo de conciencia, a la reflexión sobre sí misma,
a su pensamiento; habla mucho de ella, es autorreferente, autobiográfico, y
justamente es eso lo que tiene de bello.
Interviene el jugador Dany (claramente, su puesto es ofensivo), mostrando otra vez su copa de tinto (¿no merece tarjeta amarilla?), para declarar que ¡sólo leyó 50 páginas del libro! ¡Nada menos que el que preside el tan mentado Núcleo Duro del grupo, como lo recuerda Nacho! Y se pregunta: ¿Será que no pude leer todo el libro? (Otro sí digo: el partido dura 90 minutos.) ¡No había final! “Maestrita”, ¡un horror: habla de Dostoievski y ese nene comiéndose los mocos!; “Un viaje a La Paz”, ¡no hay nadie ni nada! ¡Me indignaron sus cuentos! ¡No hay relato! (Reitero: un primer tiempo siempre puede ser malísimo y un segundo no. Es más: este partido duró más de 2 horas.)
Toma la pelota Guille y arremete defendiendo el área: “¡Es todo en solfa. Gran uso del recurso de la ironía. Todo lo que cuenta es lo que hace mal!”. Lee un párrafo de la narración de la maestrita, en los que Hebe cuenta que cuando debía componer como tarea escolar una cuarteta recordaba los versos de Machado… y a ella sólo se le ocurre una cuarteta con “…se cura con un Geniol”. Agrega que ni siquiera tenía un delantal decente para ocupar el lugar que le correspondía en el aula, como tampoco contaba con láminas para desarrollar el tema del día.
A esta acotación sumamos
nuestras airadas voces para apoyar a Hebe quienes pasamos por otra etapa de la
educación (Ana María, Mercedes, Analía y yo nos “sororizamos” con Guille), con
el recuerdo de aquellas cosas que nos enseñaron y que en ese momento nos rompían
las pelotas (esto, sin compartirlo con nuestros padres, que siempre daban la
razón al maestro), pero hoy aceptamos que de algo nos sirvieron esos
aprendizajes.
Wagner irrumpe afirmando que es interesante la narración de escritores nacidos entre quienes nos precedieron y las generaciones actuales: mucha agua ha pasado bajo el puente y numerosas cosas han cambiado.
Mercedes cuenta que no se
enganchó demasiado y que Uhart no es una de sus autoras preferidas.
Analía sostiene lo
contrario. Habla sobre el cuento “Antonio Tormo” y la mirada de una niña que se
cuestiona: ¿qué quiere decir con que “en las dos alguien me espera”?,
interrogantes que muchos de nosotros ni siquiera nos atrevíamos a plantear.
Agrega que la escritura de Hebe es muy fluida y pone de relieve la realidad,
por dura que ésta sea.
Y continúa gambeteando la
pelota: el legado que nos dejó Hebe desde su escritura es atrevernos a pensar
sobre el amor, la sexualidad, lo que nos atraviesa a cada uno de nosotros, y
cita un comentario sobre la experiencia de los “viejos” actores y los “nuevos”.
¡Cuántos saberes acumulados que deberían ser parte de una rica herencia! Analía
no justifica que todo cuento debería tener un final. Aprecia de Hebe el hecho
de no abusar de la adjetivación y, además, la posibilidad de que sus lectores
se vayan identificando con esa chica que estudia en un barrio popular, y con una
madre que no por falta de afecto, sino porque tenía que encargarse de los
quehaceres domésticos, no tenía tiempo de preocuparse tanto por los hijos.
Nacho rescata que Hebe se ríe de ella misma por aquellas cosas que no sabe o no puede hacer (“La coordinación”, “Poca imaginación”). Nos preocupa aquello que no sabemos bien o no podemos hacer… ¿será por la mirada del otro?
Wagner aprueba las
reflexiones de Nacho.
Guille vuelve sobre
“Maestrita” para hablar acerca del exquisito uso del humor que hace Hebe.
Pol, a solicitud de Dany,
vierte su opinión, que no es otra que la de coincidir en un todo con su
hermano: “Si Hebe hizo algo milagroso fue que yo acordara en un 100% con Dany”,
al extremo de confesar que está usando una remera de su hermano. “No son
cuentos, son relatos…”. “No tienen introducción, nudo y desenlace”. Rescata la
mirada de la niña. Reconoce un gesto disruptivo en el acercamiento a la gente
(no como en la carrera de Filosofía de la UBA, llevada adelante por gente de
mierda, alejada del pueblo). Continúa su exposición preguntando y preguntándose
por qué en la literatura contemporánea los escritores publican obras
autorreferenciales; en síntesis, escriben sobre sí mismos: cita a Laura Alcoba
y Hebe Uhart –sus infancias–, Juan
Incardona –el lugar en que nació–,
Camila Sosa Villada –su sexualidad–… Trae a Cortázar como ejemplo de lo
contrario, ya que en una entrevista que le hicieron al ser interrogado en
referencia a su cuento “La autopista del sur”, afirmó no haber estado nunca en
un embotellamiento.
Pol concluye que para hablar de nosotros mismos, ¿no nos alcanza con las redes sociales?
Wagner afirma que muchos escritores basan sus relatos en situaciones autorreferenciales, autoficcionales, y utilizan metalenguaje, pero cuando todos estos recursos se ponen de moda se tornan problemáticos. No es el caso de Camila Sosa Villada, quien en Las malas hace una denuncia política y social a partir de sus vivencias, con una ficción exquisita.
Dany recuerda haber leído
que Pedro Mairal sostiene que no se puede escribir más que de uno mismo, con lo
que Wagner disiente poniendo como ejemplo a Borges, quien llevó una vida casi
de soledad y encierro, sin demasiadas experiencias, y escribió cosas
inimaginables.
No acuerdo con Wagner.
Creo que Borges vivió rodeado de disparadores desde la biblioteca de su padre, respaldado
por cinco generaciones pretéritas de intelectuales, cursó el secundario en
Ginebra, viajó por diferentes países a donde era invitado, primero con su madre
y luego con María Kodama… No necesitó más.
Wagner agrega la novela Budapest de Chico Buarque, excelente
escritor y músico, que es una extraordinaria descripción de una ciudad que
nunca conoció. Añade que la literatura es invención: no se escribe sólo de
aquello que uno vivió.
Para Guille, sin embargo,
es posible escribir siempre sobre uno mismo –pone como ejemplo Felicidad clandestina, de Clarice
Lispector–, y no por esa razón deja de ser excelente literatura. A esta
observación, Wagner agrega que Clarice es más “psicologizante”.
Segundo tiempo: Entra Ana María, con sus cabellos plateados al
viento, para sorpresa de Nacho. Como relato que sí tiene un fin, le gustó “¿Y
cómo pudo ser?”. En otro cuento, “Junto a la ventana”, se siente identificada
con Hebe porque también “yo soy un poco chusma de la realidad, sentada en un
bar viendo pasar a la gente desde una ventana e imaginando situaciones, escuchando
voces, observando caras…”. Otro de los relatos que la atrajo fue “Hola,
chicos”, donde Hebe habla sobre diversas clases de monos: los papiones sagrados
de la India, los chimpancés, el mono araña “marimoña”, el mono cola de chancho…
“animales que también a mí me gustan”. Por último, el cuento que cierra este
libro, “Un día cualquiera”, le permitió nuevamente sentirse identificada con nuestra
autora.
Guille asume el desafío y
aporta que hay un punto medio que se equilibra entre la historia personal del escritor (Proust,
Borges…) y su experiencia vivida (Borges, cuando describe una mayólica, una
cuadra, un paseo…).
Analía, para serenar el
partido y quitar presión a preguntas difíciles, concluye que en la
identificación cada uno pone lo suyo, sus rasgos, y deberá esperar para saber
qué efectos produce en el lector.
Anita Bartholo comenta
que no se enganchó; sin embargo, los cuentos de Hebe le recordaron muchos
relatos de su madre, y agregó que halló en ellos mucha inocencia y… recuerdos
de otras épocas.
P.D.: Para tener en cuenta: Dany levanta para brindar por este encuentro ¡otra copa de Nampe!
Y aquí finaliza mi crónica. Espero no haberla pifiado mucho, y si así
fuere, pido disculpas.
Autora: Pepa