viernes, 30 de marzo de 2018

Un año sin amor


                Llegamos al kilómetro 413 de este viaje literario. Del museo de la Reconquista en Tigre al bar Británico en San Telmo sin escalas. El contingente marroquí fue el primero en arribar: Ana y sus hijos, el tercero Pol y el del medio Dani, quien escribe. Al toque cayeron Pepa con sus críos también, los Vázquez, Nacho y Rosi. Y por último Fran en moto y Guille traída por el viento.

                Del bar Británico sólo decir que no fue tan notable, el café con leche y el sándwich de crudo y queso medio pelo y la atención mala, pero la charla y las risas fluyeron igual pese al ventarrón que ingresaba cada vez que se entreabría la puerta de entrada. Lo significativo es que estábamos en el sitio donde Elisabeth y Pablo habían compartido un café y en el barrio de los hospitales Argerich, muy cerquita Ferrer y un poco más allá Muñiz.


                “Tengo que escribir”. Este comienzo impactó a Pol. El nexo con la vida es escribir ese diario. Por esa razón, por momentos se obliga, aunque esté falto de ideas, de creatividad. En ese mundo de agobio, de ahogo, de cócteles con antirretrovirales mezclados con seven up, la literatura y la poesía lo devuelven a la vida.

                La sexualidad también. ¿Pero es libre con su sexualidad? Se permite –o más bien se le impone- ser homosexual y sadomasoquista en la sociedad argentina “pacata” de los 90. ¡Esa es toda una revolución! Pero da la sensación que en ocasiones esa sexualidad frondosa lo tiene preso, lo traslada a cines y baños sin mediar el pensamiento o las ganas, como una compulsión. Pepa acota: “¡es un cinéfalo!” Aplausos.

                “Concluimos (Pablo y su psicóloga) que el orgasmo me remite a una sensación de vida. No recuerdo exactamente sus palabras, pero desde ese día tuve una clave para entender mejor mi sexualidad. Siempre me sentí medio muerto, y cada orgasmo es para mí como un golpe eléctrico que me revive un poco, aunque sea por unos minutos; como un rayo que me trae de la muerte a la vida”.

Nacho analiza: “el diario de Pablo es muy valiente”. Lo escribe sin tabúes, volcando en él toda su intimidad. El autor piensa que se va a morir y quiere asegurarse que sus palabras salgan a la luz.

Pol agrega: “es el diario de un condenado a muerte, pero esto de repente cambia”. Está contando la evolución del tratamiento del HIV-SIDA, la aparición del triple esquema, y con él el cambio de enfermedad terminal a enfermedad crónica.



En cuanto a su relación con ese diario, escribe: “(…)  me apuro porque sospecho que en caso de enamorarme no podría seguir escribiendo esto que intenta ante todo ser un diario de la búsqueda del amor, de la pérdida del amor, del deseo y del miedo ante la muerte”.

Surge el gran tema de la muerte, quizás por estar tan vivos. Ana saca de la cartera a Heidegger. Lo lleva en una estampilla y le reza todas las noches. Lo cita argentinizando un poco al alemanote: “Cuando aceptás que te vas a morir, sos feliz. Pero aceptar en términos de ´vivenciar´, no es algo racional, no está en el orden del pensamiento”.

Guille religiosamente vuelve a Darwin: “El ser humano se diferencia de los animales que lo anteceden, porque tiene conciencia de la finitud, del tiempo acotado, de la muerte”.

Pepa se pregunta y nos interpela: ¿Por qué se aferra uno a la vida? ¿Por qué empecinarnos con seguir viviendo cuando el sufrimiento es intolerable? Guille nombra le ley 26.742 de muerte digna del año 2012. Fran nos aclara la diferencia entre eutanasia y muerte digna. La eutanasia es hacer que la persona muera por acción u omisión, la muerte digna consiste en no encarnizarse con una persona que se encuentra en estado terminal. Un ejemplo de esto último sería: retirarle el soporte que lo mantiene con vida.

En el libro hay varias referencias al sufrimiento y la muerte:
“La muerte de Marcelo es otra herida, como lo fueron las muertes de Paula, de RV, de Vladimir, de Bela. Estas muertes me imprimen un carácter de sobreviviente que detesto”.

“Vivo en un mundo en el que cada vez más, los padres entierran a los hijos”.



El personaje principal del diario hecho novela, Pablo Pérez, autor de la misma, pide a gritos un otro que lo registre. Pero su familia parece no darse cuenta de esa necesidad.

“La indignación que siento por mi familia, que parece no darse cuenta de nada de lo que me pasa, no la puedo expresar; hacerlo me demandaría un verdadero ejercicio literario: describir ese árbol calloso, enfermo desde la raíz de un mal siniestro que mata primero a los retoños mientras el tronco y las ramas grandes duermen. Ahora que lo pienso no es tan descabellado: los árboles viven mucho más que cualquiera de sus hojas o sus flores, ¡qué estupidez la mía!”

“¿Quedará algún secreto familiar que Dieguito deba saber? ¿Le contaré algún día que cuando era chico mamá me empeñó el Winco que me regalaron los Reyes Magos y que nunca más lo vi? ¿Que me pedía mis ahorros prestados y nunca me los devolvía? ¿Podré enterrar para olvidar definitivamente todos estos malos recuerdos que me estropearon la infancia? Ni siquiera puedo evitarle a él los suyos. Vivimos todos en la inercia de una familia en extinción”.

Surge con mucha fuerza sobre la mesa del bar Británico la frase de Sartre que nos recuerda Nachito y asociamos a la familia: “Uno es lo que hace con lo que hicieron de uno”.

¿Será que el título del libro “Un año sin amor” se deba al duelo por el suicidio de Paula, su hermana? – piensa Ana en voz alta.

“Siento que tenía resuelta mi feminidad mientras Paula vivía. Su nombre, el femenino del mío, lo elegí yo y además me gustaba aconsejarla sobre cómo vestirse o con qué chico ponerse de novia. Todo esto, en realidad, era lo que yo habría deseado hacer si hubiese sido una chica”.

Cuando logra despedirse de Paula  dedicándole una canción en el Goethe –por más que haya sentido que nadie lo escuchó-, comienza a correrse de su rol de pasivo en las relaciones sexuales. Asume su parte femenina, pero cobra importancia también la masculina y surge el deseo de ser activo con los hombres e incluso estar con mujeres.


La soledad sobrevuela el relato. ¿Por qué no podemos convivir con la soledad? –se pregunta Pol. Y continúa con su razonamiento: “muchas parejas se mantienen juntas por el miedo a la soledad”. El filósofo de Balvanera ve también en la concepción posmoderna de la  soledad, un factor importante en la génesis de la violencia de género: “mejor mal acompañada que sola”.

                Pepa sostiene que las mujeres se han bancado, a lo largo de la historia de la humanidad, mejor la soledad que los hombres. Y piensa en las viudas de las guerras y en “Lisístrata” de Aristófanes. Guille la apoya afirmando que el sexo femenino no es el sexo débil como pretende esta sociedad machista patriarcal.

                A Rosi le parece que la soledad es la transgresión más grande. Porque todos esperan de una mujer  ´el matrimonio´, ´la familia´, ´la casa´ y ´los hijos´. Esto le sabe aburrido a la nueva integrante de “Los 7 locos” y por eso cierra con una frase de Lacan: “el aburrimiento es la antesala de la angustia”. Pareciera ser que Lacan es a Rosi lo que Heidegger a Ani.

                Nachito no se quiere quedar atrás y cita a Pessoa: “Ser poeta no es una ambición ni un deseo, es una forma de estar solo”. La combativa Guille afirma en el final del encuentro para que nos quede resonando: “Con el comienzo del capitalismo se inicia la soledad, antes se vivía en comunidad y había lazos de solidaridad”.

                El tema de la soledad se diluyó en el aire. Habíamos pasado una tarde hermosa, interesantísima y en grupo. El valor de lo colectivo, de los distintos puntos de vista, de la compañía. Si la soledad es capitalista, éste fue un verdadero domingo anticapitalista.   


                                                                                               Marzo de 2018, Kelo.