Domingo de primavera al mediodía, soleado y templado. Viaje en 2 ruedas al encuentro de
los 7 locos, al compás del mejor solo de bajo con púa que se haya grabado: "Maxwell Murder" de Rancid. Preludio de auto en llamas sobre la autopista 25 de mayo, ante la mirada pasiva de quienes parecieran ser sus dueños; sería por la impotencia que se siente ante la voracidad de las llamas, o porque en un domingo con lunes feriado nada puede ser tan grave. Esa actitud me indigna en estos tiempos. Maldita pasividad.
Es vísperas del día de la Soberanía Nacional, que otrora supimos defender a cara de perro,
y que hoy se remata día a día al primer postor. Así y todo, hoy sigue siendo domingo de 7
locos, con lunes feriado.
La bitácora de este grupo itinerante nos dirige al encuentro en el barrio entre los barrios, el
de Fabián, allí donde anidan los cuervos, las historias de arrabal, el 2x4 y el fileteado:
Boedo, el gusto es nuestro.
Es en el Café Margot, sobre la avenida homónima y esquina San Ignacio, en donde
confluyen nuestros viajes y nos encontramos Ani, Pepi, Tati, Guille, Pol, Dani y yo (Fran).
Alguno más estará por llegar y algún otro continuará su retorno a cientos de kilómetros de
distancia. Entramos al bodegón y parece un túnel del tiempo: menú del día escrito en tiza en la entrada, mostrador de madera sobre el cual reposa una hilera de frascos enormes de pepinos, ajíes, aceitunas en conserva, etc; afiches y carteles en las paredes de personalidades de antaño y publicidades de productos que hace mucho tiempo dejaron de existir. Todo esto en el marco de un ambiente de penumbra que parece ser una constante y que nadie se atrevería a objetar.
Somos 7, como los orificios del cuerpo humano, en una mesa para 8 porque estamos
esperando a alguien. A esto Pepi refiere sentirse orgullosa de la relación que forjó con sus
hijos, y que no le va a preguntar a Nacho por dónde anda, para que no se sienta presionado. Parece haber encontrado la distancia justa entre la necesidad de calor y el filo de las púas, como los puercoespines de Schopenhauer. Un par de minutos después llega el susodicho y logramos completar el octeto.
Es entre puestas al día, mientras miramos la carta del restaurante que confirma el viaje en el tiempo (tortilla a la española, sandwich de pavita al escabeche, todo a precios populares), que Pepi nos comparte su angustia por la coyuntura actual: el manoseo a Santiago, la naturaleza represiva del Gobierno, la impunidad mediática, la pasividad de la gente. Todos nos sentimos igual, y esa es una de las principales razones por las cuales estamos reunidos.
Comenzamos con un breve repaso de la historia de los Lemmings, unos roedores del ártico
y el suceso nunca documentado de sus suicidios en masa como acción instintiva de control
poblacional (el único registro que existe es de una película de Disney y parece que fue un
engaño). Nos preguntamos el porqué de la elección del título y surge el suicidio como un
tema recurrente.
Ante la sed de Talasa que nos generó el primer capítulo, Ani nos dice que probablemente
ese jarabe tendría codeína, un derivado de la morfina. Y del primero saltamos a uno de los
últimos capítulos, con Kundari convirtiéndose en canario (o cardenal, o loro). Y surge la
anacronía en el desarrollo del libro, y su correlación con la forma en la que viven los
recuerdos en nuestra mente: no los tenemos guardados cronológicamente, y van surgiendo
en forma desordenada. Es así que la historia de Máximo Disfrute comienza en los primeros
capítulos, y encuentra un cierre recién en las últimas páginas del libro.
Tati hace un aporte revelador, en cuanto al capítulo que comienza con la demolición de un
edificio, y un viejo que continúa viviendo en él. La casa , el apellido Casas , el tiempo y los
recuerdos que no se pueden demoler. Su padre. Surge la pasión por San Lorenzo, por el
fútbol, y su rol en los lazos familiares. La filosofía del Samurai de todos los días nacer
muerto, la ternura del viejo queriendo tatuarse CASLA y pidiendo un coche de bomberos.
Aquella misma actitud con la que Kundari empuñaba su pistola, Máximo vivía sus días y
Asterix llevaba al protagonista a conseguir su satori.
Y así transcurrió nuestro encuentro, entre platos tradicionales, intercambios acerca de las
costumbres, la familia, lo que fue y lo que será, la salud, la educación...
¿Será que la sociedad argentina sigue a la filosofía Samurai? No, pobres Samurais (se me vino a la mente Ricardo Fort disfrazado del Che Guevara). ¿De qué forma se podría explicar la legitimación de un Gobierno de derecha que llegó para asegurarle los negocios al Poder a costillas del sudor, el hambre y la sangre de su pueblo? ¿Será que tenemos el mismo instinto que los Lemmings? Pero no todos somos lo mismo, nosotros no somos Lemmings. Entonces nosotros seríamos los Otros.
Promediando la ronda de café, elegimos el próximo libro (La Uruguaya de Pedro Mairal) y fecha y sede de la reunión de Los 7 locos el 17 de Diciembre, en la cual extrañaremos a Tati porque partirá hacia tierras teutonas, pero a su vez estaremos felices de reencontrarnos con quienes hoy no pudieron estar presentes.
Es así que nos despedimos hasta el próximo encuentro, y después cada cual retomó el
rumbo de su domingo - sábado, soñando con una Sociedad con menos Lemmings y mas
Otros.
Pancho