Sábado 2 de Septiembre de 2017.
Participantes: Ana, Tati, Nati, Pepa, Guille, Ali, Nacho, Pancho, Dani.
Es como
una “road movie” arrojó Guille mientras masticaba el último pedazo de su tarta.
No quería más ensalada, pero nadie se la aceptó. Alguien nombró “Historias
mínimas” de Carlos Sorín. También “Paris, Texas” dirigida por Wim Wenders y
guionada por Sam Shepard; la novela “En el camino” (On the road) de Jack
Kerouac y “Una historia sencilla” de David Lynch.
Tati expuso su parecer: “es una
novela plana, sencilla pero muy profunda”. Algunos no estábamos conformes con que
el final sea tan abierto y con que no se expliciten ciertos puntos nodales del
relato: ¿por qué el reverendo deja a su mujer? A pesar de esto la novela fue
muy bien recibida y gustó.
Guille reaparece con la
contundencia que la caracteriza: “Pearson es un reverendo hijo de puta”. Obliga
a Leni a seguirlo, abandona a su mujer y destila la soberbia que caracteriza a
los seres que creen tener la verdad absoluta. Ante la sociedad queda como un
padre abnegado cuando inventa que es viudo y tuvo que hacerse cargo solo de su
hija. Es una personalidad violenta que le quitó la hija a su mujer y no
permitió que la vea más.
Leni odia al padre pero admira
al reverendo. A su vez Pearson no es un charlatán en cuanto a lo que predica,
cree en lo que dice.
Brauer en cambio, actúa
diferente con su hijo Tapioca según Ana. Lo deja crecer, le da alas, por más
que le cueste desprenderse de él y quedar solo en su rancho de chatarra. Es un
tipo que vive el aquí y ahora y que tiene su espiritualidad que está ligada con
la naturaleza, el monte, la lluvia y los perros, en el extremo opuesto a la religiosidad
de Pearson. Ali relaciona la
espiritualidad del Gringo con “Así es Dios” de Spinoza.
Son historias de abandono. El
viento arrasó con estos seres. Pearson no conoció a su padre porque éste
abandonó a su madre antes que diera a luz. A su vez, el reverendo pensó que su
madre lo dejaba para siempre cuando lo entregó al predicador que emergía de las
profundidades del río.
Pearson abandonó a su mujer y
Leni perdió a su madre. Tapioca fue entregado por su mamá al Gringo -que en ese
mismo instante se enteraba de su paternidad- y no la volvió a ver.
Tati encuentra rasgos del
romanticismo en la novela, porque el paisaje se funde con los personajes. Y marca
el momento de “la tormenta” como importante. La tormenta hace que se confunda
todo. Estaban liberados:
“El Reverendo ni
siquiera sugirió bendecir los alimentos. Comieron como si volvieran de una
jornada dura de trabajo. Hasta Leni, inapetente por regla general (¡cuánto le
había costado a su padre meterle algún bocado luego que dejaran a su madre!),
comió a la par de los hombres, contagiada por la voracidad de la tormenta”.
Se abordó el tema de las religiones en
general y de los evangelistas en particular. Pancho opina que las iglesias
evangélicas cumplen un rol de contención social. Y se vuelven importantes en
lugares y problemáticas donde el Estado y el sistema de salud no llegan, como
son las cárceles y las adicciones.
También se habló de los abusos cometidos por
curas de la iglesia católica a niños. Y hay un párrafo que podría interpretarse
como que Leni fue abusada por el Reverendo Pearson:
“Leni se pregunta
si alguna vez el Reverendo la tomará de la muñeca y la llevará al frente, si
morderá su pecho y le arrancará de una vez por todas esa cosa negra que siente
por las noches en la cama de hotel o durante el día, en el coche, mientras
viaja con su padre”.
A varios nos pareció que los sermones del
Reverendo Pearson son similares a los discursos de CAMBIEMOS, y quizás el
misticismo psiquiátrico de Lilita Carrió se relacione con esta forma de decir
las cosas, como si fuese couching para empresas.
Terminamos la velada con el tópico de “la
soledad” del Gringo. La soledad de los que viven al costado de la ruta en el
interior del país. Similar a la soledad del Boga de la novela Sudeste de
Haroldo Conti, que habita las islas perdidas del Paraná. Y esta soledad se hace
más pronunciada cuando en un acto de absoluta generosidad, Brauer permite que
Tapioca elija su camino y se vaya con el Reverendo.
“Y no lo vio el
Gringo que después de dejarse abrazar por su entenado, le pegó dos palmadas en
la espalda y lo apartó con firmeza y le dio un empujoncito para que terminara
de salir. Tampoco se asomó a ver cómo se iban. Quedaba solo para el trabajo,
las borracheras, darles de comer a los perros y morirse. Bastante que hacer de
ahora en más. Entonces, necesitaba dormir un poco antes de arrancar”.
Kelo