domingo, 3 de septiembre de 2017

El viento que arrasa

Librería El Ateneo de calle Florida, CABA.
Sábado 2 de Septiembre de 2017.
Participantes: Ana, Tati, Nati, Pepa, Guille, Ali, Nacho, Pancho, Dani.

                 Es como una “road movie” arrojó Guille mientras masticaba el último pedazo de su tarta. No quería más ensalada, pero nadie se la aceptó. Alguien nombró “Historias mínimas” de Carlos Sorín. También “Paris, Texas” dirigida por Wim Wenders y guionada por Sam Shepard; la novela “En el camino” (On the road) de Jack Kerouac y “Una historia sencilla” de David Lynch.


                Tati expuso su parecer: “es una novela plana, sencilla pero muy profunda”. Algunos no estábamos conformes con que el final sea tan abierto y con que no se expliciten ciertos puntos nodales del relato: ¿por qué el reverendo deja a su mujer? A pesar de esto la novela fue muy bien recibida y gustó.

                Guille reaparece con la contundencia que la caracteriza: “Pearson es un reverendo hijo de puta”. Obliga a Leni a seguirlo, abandona a su mujer y destila la soberbia que caracteriza a los seres que creen tener la verdad absoluta. Ante la sociedad queda como un padre abnegado cuando inventa que es viudo y tuvo que hacerse cargo solo de su hija. Es una personalidad violenta que le quitó la hija a su mujer y no permitió que la vea más.

                Leni odia al padre pero admira al reverendo. A su vez Pearson no es un charlatán en cuanto a lo que predica, cree en lo que dice.

                Brauer en cambio, actúa diferente con su hijo Tapioca según Ana. Lo deja crecer, le da alas, por más que le cueste desprenderse de él y quedar solo en su rancho de chatarra. Es un tipo que vive el aquí y ahora y que tiene su espiritualidad que está ligada con la naturaleza, el monte, la lluvia y los perros, en el extremo opuesto a la religiosidad de Pearson.  Ali relaciona la espiritualidad del Gringo con “Así es Dios” de Spinoza.


                Son historias de abandono. El viento arrasó con estos seres. Pearson no conoció a su padre porque éste abandonó a su madre antes que diera a luz. A su vez, el reverendo pensó que su madre lo dejaba para siempre cuando lo entregó al predicador que emergía de las profundidades del río.

                Pearson abandonó a su mujer y Leni perdió a su madre. Tapioca fue entregado por su mamá al Gringo -que en ese mismo instante se enteraba de su paternidad- y no la volvió a ver.

                Tati encuentra rasgos del romanticismo en la novela, porque el paisaje se funde con los personajes. Y marca el momento de “la tormenta” como importante. La tormenta hace que se confunda todo. Estaban liberados:

“El Reverendo ni siquiera sugirió bendecir los alimentos. Comieron como si volvieran de una jornada dura de trabajo. Hasta Leni, inapetente por regla general (¡cuánto le había costado a su padre meterle algún bocado luego que dejaran a su madre!), comió a la par de los hombres, contagiada por la voracidad de la tormenta”.

Se abordó el tema de las religiones en general y de los evangelistas en particular. Pancho opina que las iglesias evangélicas cumplen un rol de contención social. Y se vuelven importantes en lugares y problemáticas donde el Estado y el sistema de salud no llegan, como son las cárceles y las adicciones.

También se habló de los abusos cometidos por curas de la iglesia católica a niños. Y hay un párrafo que podría interpretarse como que Leni fue abusada por el Reverendo Pearson:

“Leni se pregunta si alguna vez el Reverendo la tomará de la muñeca y la llevará al frente, si morderá su pecho y le arrancará de una vez por todas esa cosa negra que siente por las noches en la cama de hotel o durante el día, en el coche, mientras viaja con su padre”.

A varios nos pareció que los sermones del Reverendo Pearson son similares a los discursos de CAMBIEMOS, y quizás el misticismo psiquiátrico de Lilita Carrió se relacione con esta forma de decir las cosas, como si fuese couching para empresas.


Terminamos la velada con el tópico de “la soledad” del Gringo. La soledad de los que viven al costado de la ruta en el interior del país. Similar a la soledad del Boga de la novela Sudeste de Haroldo Conti, que habita las islas perdidas del Paraná. Y esta soledad se hace más pronunciada cuando en un acto de absoluta generosidad, Brauer permite que Tapioca elija su camino y se vaya con el Reverendo.

“Y no lo vio el Gringo que después de dejarse abrazar por su entenado, le pegó dos palmadas en la espalda y lo apartó con firmeza y le dio un empujoncito para que terminara de salir. Tampoco se asomó a ver cómo se iban. Quedaba solo para el trabajo, las borracheras, darles de comer a los perros y morirse. Bastante que hacer de ahora en más. Entonces, necesitaba dormir un poco antes de arrancar”.




Kelo