domingo, 13 de agosto de 2017

La Alegoría de la Pichicera

Asistentes: Nati, Pato, Fran, Ali, Fer, Dani, Nacho, Tati, Guille, Pepi, Ani, Pol

La tarde estuvo increíble. Se ve que quiso ponerse a la altura de un día tan especial para nuestro querido grupo: el cumple de Tati. Se lo agradecimos. Por la consideración y porque verdaderamente necesitábamos que así fuera: el profundo dolor suscitado por el acontecimiento sobre el cual íbamos a discutir no podía ser mitigado más que por la clara y cálida luz de este inusitado sol invernal. Y si decidimos reunirnos en el Bar La Orquídea, en modo alguno ello se debió a la falsa creencia de que su cercanía con la Iglesia Universal del Reino de Dios iba a posibilitar que nos salpicara al menos un poco de toda la esperanza allí contenida. Obedeció, en cambio, al hecho de que allí acudía asiduamente Rodolfo Enrique Fogwill. No pasaría mucho tiempo antes de que nos enteráramos, gracias a Pato, que la presencia de una Quilmes entre jarritos de café, papas fritas, una milanesa napolitana y una pizza individual, a su vez, homenajeaba al hombre que, además de Los Pichiciegos, también era autor del slogan “El sabor del encuentro”. Feliz coincidencia que el sabor del encuentro de este encuentro sobre Fogwill fuera de Fogwill.


El comienzo de la charla dejó ver lo ardua que resultó la lectura de la novela para algunos de los comensales. En el caso de Ani y Pepi, que vivieron aquella época, la dificultad radicaba en la inevitable evocación de aquel momento triste; en el caso de Nacho, en el lenguaje oscuro. Ahora que escribo estas líneas, pienso que quizás un momento triste no podría ser narrado más que por medio de un lenguaje oscuro. Entre quienes asistieron a ese episodio turbulento, tan inevitable como aquella evocación resultó el recuerdo de la propia reacción frente a la noticia del inicio de la guerra: Ani sintió cómo se le nublaba la vista, ante la escena de una multitud festiva que marchaba sobre la avenida Corrientes, a causa de lágrimas que mezclaban pena y bronca; a Guille se le hizo patente el horror mismo, ese espanto que, a pesar de su intensidad extrema, que lo volvía indescriptible, ya no le parecía nada extraño, habida cuenta de los años de dictadura sufridos hasta entonces; Pepi y Ali, por su parte, permitieron aflorar una esperanza que muy pronto se desvanecería.

Al respecto, Pato comentó que haber nacido luego de la guerra lo ubicaba en una posición en la que ya no quedaban dudas acerca de la pestilencia que destilaron los hechos antes, durante y después del conflicto bélico. En tal sentido, resaltó la sagacidad de Fogwill, quien, al mismo tiempo que se producían estos acontecimientos tan celosamente distorsionados por los medios de comunicación, los narró de una manera que ha sido calificada de atinada incluso por muchos ex combatientes. Se me ocurre que, mientras en la Alegoría de la Caverna, el liberado no habría podido nunca contarle al resto de los esclavos que quedaron dentro cómo era el fuera, si no hubiese salido, en la Alegoría de la Pichicera, quien nos habla de Malvinas de una forma alabada por quienes padecieron aquella experiencia nunca estuvo allí. Por lo demás, quizás aquí radique la diferencia entre un filósofo y un escritor.

Nacho dijo que el olor de la Pichiera, que nacía de la combinación de muchos elementos, entre los que se destacaban la humedad y la caca, le hizo acordar al olor de una casa de Tigre a la que acudió una vez en calidad de médico. Según le habían informado en aquella oportunidad, se había tapado el pozo ciego y, por eso, los residentes juntaban la caca en baldes que dejaban en el baño mismo. En base a esta anécdota, Pol comentó que, si bien se suele concebir a la guerra y la paz como dos estados radicalmente opuestos entre sí, hay continuidades: hoy mucha gente vive (o, más bien, sobrevive) en la misma situación en la que estaban los pichis.


A continuación, Dani aludió al título del libro. Subrayó la connotación sexual que el mismo asumía en la escena en que un pichi le contaba a los demás que, para cazar un pichiciego aferrado a una cuevita, había que meterle el dedo pulgar en el culo, lo que provocaba que el animalito aflojara y pudiera ser sacado con facilidad. Pepi sostuvo que, en ese sentido, se trataba de una metáfora: a los argentinos nos metieron el dedo en el culo. Fer recordó que Incardona, en la reunión correspondiente a El campito, nos había hablado del tópico de la violación en la literatura argentina. Añadió el arquitecto que los pichis temían ser capturados y violados por los ingleses.

 Guille agregó que el título, en la medida en que mentaba un ser no vidente, podía ser interpretado como una referencia alegórica a la ceguera de mucha gente ante la dictadura, en general, y la guerra, en particular. Al respecto, Pepi percibía una continuidad entre ambos eventos, manifestada en quienes tuvieron que esconderse para sobrevivir a la dictadura y los pichis, que tuvieron que esconderse para sobrevivir a la guerra.

Pol introdujo un tercer sentido al título. De “Pichiciegos” se deriva la expresión “pichis”, que alude a quienes habitan en la Pichicera. Sin embargo, “pichi” también significa “jovencito”, “inexperto”. Precisamente, quienes fueron a pelear a la guerra eran jovencitos inexpertos. Pepi comentó que, en el lunfardo, “pichi” refiere al colimba recientemente ingresado en el ejército.

Ante la cantidad de sentidos que condensa una sola palabra, “pichiciegos”, Pol se maravilló del talento de quien, en definitiva, la eligió para su libro: Fogwill. Ali comentó que el escritor había dicho en una entrevista que, para experimentar nuevas formas de ver el mundo, había que jugar con el lenguaje, transformarlo.

Quizás envalentonada por la adquisición de un año más de vida, Tati arriesgó una interpretación audaz del libro: de acuerdo con ella, la Pichicera era el útero de una madre patria que terminó asfixiando a los hijos que en él se encontraban. A Pol dicha hipótesis le hizo recordar un pasaje que afirmaba que “no hubo pichi al que no se oyera alguna vez decir ‘mamá’ o ‘mamita’”. Ali comentó que había un texto de Umberto Eco, Los tres astronautas, en el que las personas, acuciadas por la necesidad, decían en su propio idioma “mamá”. Y, si de madres se trata, cabe decir que en otro momento de la reunión mencionamos que Fogwill, según él mismo cuenta, empezó a escribir la novela a partir de un comentario que había hecho su madre: “hundimos un barco”.

                   La mentira.

Ani rescató el hecho de que, ante una situación extrema, en la que la supervivencia misma estaba puesta en juego, los pichis se organizaron y velaron por su bien común. Agregó que la segunda parte del libro contenía muchísimas referencias implícitas: a “Los buques suicidantes” de Horacio Quiroga y “Sinfonía en gris mayor” de Rubén Darío.

Tati sostuvo que Fogwill, en su libro, apela deliberadamente a la exageración porque es sólo a través de ella que se puede expresar una realidad tremenda. En esta línea, Pol refirió a la cantidad de veces en que aparecía la expresión “parece mentira”. No lo dijo entonces, pero ahora que escribe recuerda que también aparecía, en muchas ocasiones, la pregunta atónita “¿será posible?”.

Quizás parte del asombro se deba a que, tal como muestra el libro, en la guerra se enfrentaron un rejunte improvisado de colimbas inexpertos y poco abastecidos, por un lado, y un ejército profesional, dotado de la más sofisticada e impensada tecnología, por el otro. La sola vista de dicho ejército quitó instantáneamente todo optimismo. Al respecto, Pol comentaba que a uno de los pichis lo llamaban “Galtieri” porque, al igual que el siniestro personaje de quien provino su apodo, decía que los argentinos iban a ganar la guerra, convicción que compartían los demás pichis hasta que vieron desembarcar a los ingleses y eso los llevó a construir la Pichicera. Tan desigual era la relación de fuerzas que, como mencionó Fran, el libro no mostró a los soldados argentinos combatiendo sino pereciendo a causa de sus propias debilidades. El único combate que describió Fogwill consistió en aquel librado sorpresivamente por un grupo de soldados argentinos que marchaba a rendirse, combate que produjo la eliminación de casi todos los integrantes de ese grupo en un lapso muy breve.

Quizás esta pronunciada desproporción hizo que el sentimiento que acompañara todo el tiempo a los pichis fuera el miedo. Hablamos de los dos miedos que menciona uno de los personajes: el miedo a algo concreto, determinado, por un lado; y, por otro lado, un miedo más profundo, característico a todo ser humano, que no tiene un objeto definido sino que es indeterminado. “Miedo al miedo” lo denomina en un momento.


Tati comentó que el libro, sobre el final, asume un tinte foucaultiano, cuando afirma que, terminada la guerra, comienza la guerra por otros medios. En efecto, quienes regresaron de Malvinas se encontraron con un Estado que los escondió y les dio la espalda. En relación con semejante trato, hablamos de la cantidad de suicidios que hubo. Ani y Dani agregaron que también hubo muchísimos suicidios de soldados ingleses. Al respecto, Fer puso sobre la mesa el siguiente aforismo: “en la guerra no hay ilesos”.

Por supuesto, no nos olvidamos de una propuesta que había hecho Pato antes de la reunión, consistente en pensar canciones alusivas a la Guerra de Malvinas, y en un momento de la charla las mencionamos: “Reina madre” de Raúl Porchetto, “2 de abril” de Attaque 77, “Johnny” de La Polla Records (que, si bien no habla estrictamente de Malvinas, sí habla de la frialdad de los ejércitos, en especial, en la frase “Johnny no mata a la gente, elimina el objetivo”), “Para la vida” de León Gieco, canción de la película “Iluminados por el fuego”. Fran, a su vez, contó que hay una película inglesa, “This is England”, que habla del empeoramiento de las condiciones de vida de las clases trabajadoras británicas en la época de Tatcher y del surgimiento de un fuerte nacionalismo. En dicha película, el padre de uno de los personajes muere en la Guerra de Malvinas.

Por último, pero no por eso menos importante, cabe rescatar que, en medio de la discusión sobre temas tan tristes, acontecieron dos gestos inconmensurables: el regalo de dos tazas a Tati por parte de Ali y el regalo de dos libros a cada uno de los integrantes del grupo por parte de Fran: Aguafuertes del Delta de Roberto Arlt y El Carapachay de Domingo Faustino Sarmiento. A ellos, gracias…TOTALES.





                                                                                    Perro Feroz