sábado, 1 de abril de 2017

No habrá más penas ni olvido

              El azar, que no necesariamente expresa la ausencia de Dios, sino que puede manifestar la existencia de uno que, al decir de Serú Girán, “se nos mea de risa” o bien –para honrar el politeísmo de nuestra querida Ani- la presencia de varios que se hallan sentados en ronda y jugando al Ta Te Ti para determinar cuál es el próximo en hacer su movida en el mundo; quiso que nos juntáramos el 25 de marzo, un día después del aniversario del golpe de Estado de 1976, que otorga el marco en el que se desarrolla la historia del boxeador Rocha y el cantante de tangos Galván, y dos días antes del aniversario de la vuelta del exilio de Soriano en el año 1983. No fue azaroso, en cambio, el punto de encuentro: La Perla, bar ubicado en La Boca, barrio donde vivió durante algún tiempo el escritor hincha de San Lorenzo.


            Un servidor cronista arribó al lugar convenido luego de una larga travesía que implicó un trasbordo de subte a colectivo en Plaza de Mayo. El olor a chori todavía impregnaba el aire de ese centro neurálgico de la ciudad: constituía un recuerdo de una jornada de recuerdo. Por cierto, la llegada ocurrió aproximadamente 60 minutos después del horario pautado, justo en el mismo momento en que el Dios judío ganaba la partida de Ta Te Ti. Sin pensarlo mucho, Yahveh (¿ya ve usté?) procedió a llevar adelante su jugada: despertarle al cronista el bichito de la culpa, acción que condujo a éste, precisamente, a ofrecerse a cronicar en compensación por su aparición demorada. Ani, Pepi, Pato, Nacho y Dani, que no habían puesto reparos en la tardanza de Pol, tampoco lo hicieron ante su propuesta.

            Nacho abrió la reunión. Más aún: abrió el promisorio año de este hermoso grupo de lectura. Sostuvo que las novelas le habían parecido “light”, lo que hizo que las leyera de corrido. El cronista percibió que el payamédico no veía con buenos ojos la mencionada característica y, en ese sentido, se separaba de la opinión emitida por Cortázar sobre No habrá más penas ni olvido: “Leí de un tirón tu novela y eso en mí es siempre un primer balance favorable; sigo creyendo que un libro que agarra da ya la prueba de su calidad”.


            A continuación, Nacho comentó que la incursión en los libros suscitó el recuerdo de una situación vivida en su trabajo. Contó que un día apareció un puntero político de la zona y le pidió que atendiera inmediatamente a su padre, a pesar de que había antes que él varias personas esperando. La negativa de Nacho produjo una discusión acalorada. En un momento, el facultativo anarco-punk preguntó a qué partido pertenecía su interlocutor. Difusa pero no sorprendente, la respuesta fue: “yo soy peronista”. La anécdota orientó el debate hacia el tratamiento de los siguientes interrogantes: ¿eso es ser peronista? ¿Qué es el peronismo? Al respecto, Nacho leyó el siguiente pasaje de No habrá más penas ni olvido:

- Dicen que somos bolches.
- ¿Bolches? ¿Cómo bolches? Pero si yo siempre fui peronista…, nunca me metí en política.

            Dani dijo que la izquierda peronista consideraba a Perón como un líder revolucionario, mientras que la derecha lo percibía como aquel que sería capaz de aquietar a quienes lo veían como un líder revolucionario. “El peronismo es una bolsa de gatos” concluyó el médico fanático de un club cuyo estadio porta el nombre del General. Ahora que escribe estas palabras, el cronista se pregunta si Mauricio entra en la aludida bolsa o queda afuera como Chatrán y otros gatos. Por lo demás, la tapa del ejemplar de Cuarteles de invierno de Nacho tenía dibujado un gato negro porque Soriano amaba los gatos. Como sea.

            Pepi, por su parte, se encontró, en cierta ocasión, en la compleja tarea de explicar a sus primos españoles qué es el peronismo. Complejidad que, desde su perspectiva, derivaba del hecho de que se trata de un fenómeno que “atraviesa la historia, atraviesa diferentes clases y atraviesa diferentes generaciones”.

            Agregó que se enamoró del peronismo en una marcha realizada a principios de la década del ’80. En aquella oportunidad, el cansancio que provocó en ella la caminata no resultó indiferente a un muchacho (porque los peronistas son muchachos) que así habló: “¿quiere un choripán, compañera?” Gesto que evidenciaba que el peronismo iba más allá (o, mejor dicho, más acá) de las banderas y consignas pomposas: alcanzaba el nivel micro del vínculo cara a cara. Gesto que, a su vez, mostraba que el chori era al peronista lo que la espinaca a Popeye.


            Pato dijo que el peronismo tenía una dimensión afectiva ausente en el anarquismo, el comunismo y el socialismo. Al respecto, Pepi recordó que en la facultad, los militantes de la izquierda clásica bajaban una línea muy teórica que quizás algún que otro estudiante comprendía, pero que definitivamente los obreros no. Dani trajo a colación las críticas que Jauretche propinó a la izquierda en el Manual de Zonceras.

            Ani, que calificó al General de “pollerudo cobarde” (etiqueta de mayor calidad que la de “tirano prófugo”, en la humilde opinión del cronista), introdujo el siguiente interrogante: ¿por qué Evita nunca fue presidente e Isabelita sí? Su respuesta no tardó en llegar: porque Perón no la dejó. Pepi afirmó que circulaba una hipótesis según la cual el ejército presionaba a Juan Domingo para que obstaculizara el inquietante ascenso de la abanderada de los pobres. Al parecer, Perón impidió que Eva viajara a Estados Unidos a operarse en mejores condiciones de la enfermedad que vivaron los gorilas.

            Dani aportó dos frases de su suegro peronista para seguir pensando este fenómeno made in Aryentain: “yo soy más peronista que Perón” y “el objetivo del peronismo es el poder”. En relación a la primera, comentamos que expresa el carácter paradójico del peronismo. En relación a la segunda, planteamos que la izquierda también busca el poder, pero no está dispuesta a negociar con otros actores, a ensuciarse en el barro, posición que Nacho apoyó con firmeza.

            El poder constituyó otro de los tópicos abordados en la reunión. Una vez más, el tordo riverplatense dio el puntapié inicial. Sostuvo que existen elementos simbólicos que invisten de poder a quien los porta. Por caso, el ambo que erige al médico por sobre el paciente. Dicha situación puede dar rienda suelta al abuso de poder, al autoritarismo. Nacho se refirió a otro ejemplo en el que una burócrata de una obra social se imponía arbitrariamente sobre una afiliada.

(En este momento, el cronista recibió su medio sánguche de lomito completo, por lo que su atención a lo charlado y a lo por él registrado se debilitó considerablemente).

Dani también aportó un caso en el que un pibe de la villa le pedía a los gritos que denunciara a los gendarmes porque él, en tanto médico, tenía poder y, por ende, iba a ser escuchado. Al respecto, Nacho leyó un fragmento de No habrá más penas ni olvido:

Juan retrocedió hasta el auto. Sin dejar de apuntar tanteó en el piso hasta encontrar la escopeta. La levantó y se la mostró.
-Sin esto sos una mierda. No valés nada.

            Pepi invitó a pensar la otra cara del poder a través de una anécdota nacida de su trabajo. El jefe apareció con unas ideas nuevas que encontraron el rechazo de los empleados. Ante tan rotunda negativa, el jefe les preguntó qué sugerían y nadie respondió. En definitiva, proponer no implica solamente exponer ingeniosas estrategias sino asumir las consecuencias de la implementación de dichas estrategias. El poder conlleva una responsabilidad que muy pocos están dispuestos a soportar.

            Todavía con migas en sus dientes, Pol habló de dos aspectos de la novela que le llamaron la atención: por un lado, los móviles de muchos de los personajes. Lo que los llevaban a jugarse la vida no eran los ideales de izquierda o de derecha. Eran metas mucho más mundanas: el Sargento García quería ascender (“¡Qué va a decir mi negra!” expresaba contento cuando Fuentes le firmó su promoción), el comisario, a quien había designado Fuentes, se puso contra éste porque le prometieron un cargo en Tandil y su señora quería que sus hijos estudiaran allí, Galván volvió a avisarle a Rocha que no peleara porque sentía cierto afecto por él, etc. Por otro lado, personas que se conocían muchísimo se encontraron en dos bandos contrarios que buscaban exterminarse. Por caso, Fuentes y Suprino: el lazo cercano que había entre ambos, manifestado en el hecho de que el primero le había vendido una camioneta al segundo, no impidió que, de pronto, se convirtieran en enemigos a muerte.


            Pol agregó que también le despertaba curiosidad el título de No habrá más penas ni olvido. En efecto, remite a un tango que habla sobre la ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, la historia allí narrada transcurre en un pueblito de la provincia de Buenos Aires ¿Por qué habrá optado por ese título? Es más, el epígrafe de la primera parte es la estrofa completa:

Mi Buenos Aires querido / cuando yo te vuelva a ver / no habrá más penas ni olvido

            A modo de conjetura, se le ocurrió la siguiente respuesta: dicha estrofa adquiere sentido si se reemplaza “Mi Buenos Aires querido” por “Mi General querido”.

Mi General querido / cuando yo te vuelva a ver / no habrá más penas ni olvido.

            Cosa que se liga con el final del libro:

-Va a ser un lindo día, sargento.
García se dio vuelta en dirección al pueblo y se quedó con la vista clavada en el horizonte. Tenía el rostro fatigado, pero la voz le salió alegre, limpia.
-Un día peronista- dijo

            Pepi encontró una alusión a Los siete locos de Arlt en No habrá más penas ni olvido. En particular, al famoso octosílabo ¡rajá, turrito, rajá! Se trata de un octosílabo debido a que, si bien la frase cuenta con siete sílabas, se le suma una más porque la última palabra es aguda. Por cierto, semejante información fue aportada por Patricio, quien la aprendió de su mamá, la querida Alicia. Pues bien, en la aludida novela de Soriano, Pepi encontró otro octosílabo: ¡torito macho, carajo!

            A Nacho, Cuarteles de invierno le hizo acordar a otro libro que leímos: El patio de atrás de Carlos Gorostiza. En efecto, ambos aluden a la indiferencia de la sociedad ante la dictadura.

            Y a Pol, Cuarteles de invierno le hizo acordar a Operación Masacre de Rodolfo Walsh. Los personajes, sin estar directamente relacionados con la política, se vieron, de repente, envueltos en una trama sangrienta: en el primer caso, un boxeador y un cantante de tangos que llegaron al pueblo a participar de una fiesta; en el segundo, personas que se juntaron a escuchar en la radio una pelea de box.


            El cronista no quiere terminar la crónica sin decir: amigos, amigas, hermano, mamá: ¡HOY HA SIDO UN DÍA PERONISTA!